Noción: El problema del mal.
El problema del mal surge a partir
de la objeción de los contrarios o maniquea que Tomás de Aquino apunta al
comienzo del Artículo 3: Si uno de los contrarios es infinito, el otro se
anula. Así pues, si Dios es infinita bondad, no podría existir el mal en el
mundo; el mal existe, luego Dios no existe. Este argumento responde al modus tollendo
tollens de la lógica clásica.
Tras responder a la cuestión de si
existe Dios y demostrar que este existe como causa incausada, motor inmóvil, ser perfectísimo, inteligencia ordenadora y ser necesario, Tomás de Aquino procede a solucionar la dificultad
mencionadas al principio. Procede del siguiente modo:
1.
Dios no quiere el mal, sino que sólo lo permite. Y
Dios, en su omnipotencia y bondad, permite los males para obtener de ellos
mayores bienes, aunque los seres humanos no podamos percibirlo.
2. Tanto las obras de la Naturaleza como las de los
hombres tienen su razón de ser en Dios, causa primera, agente superior que
interviene en ellas, aunque sin destruir el determinismo causal de la
Naturaleza ni la libertad humana.
Para Tomás
de Aquino el mal no es algo positivo, sino sólo privación o carencia de bien.
Con esta tesis no intenta demostrar que en realidad no hay mal en el mundo, o
disminuirlo, sólo pretende aclarar que, si Dios creó todas las cosas y el mal
fuera una cosa, Dios sería también el creador del mal. Pero, al considerar el
mal como privación, éste se convierte en algo relativo a los seres, en algo
accidental. El mal como tal no existe, ya que todo lo que existe, por el hecho
de existir es bueno, pues procede de Dios, aunque por no ser perfecto encierra
la posibilidad de corromperse o de ser malo. Surge, entonces, la cuestión:
¿Acaso, Dios, con su sabiduría infinita no puedo prever el mal y por lo tanto
prevenirlo? Con respecto al mal moral, nos dice Tomás de Aquino que aunque Dios
no ha querido el mal, lo permite con vistas a un bien mayor, y, sobre todo,
para que el hombre sea libre y pueda participar de la propia libertad divina y
creadora. Esto no quiere decir que Dios quiera que el hombre obre inmoralmente
sino que otorga al hombre la capacidad de elegir libremente su propio obrar.
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