jueves, 12 de octubre de 2017

Noción. Dios y el problema del mal



Noción: El problema del mal. 

El problema del mal surge a partir de la objeción de los contrarios o maniquea que Tomás de Aquino apunta al comienzo del Artículo 3: Si uno de los contrarios es infinito, el otro se anula. Así pues, si Dios es infinita bondad, no podría existir el mal en el mundo; el mal existe, luego Dios no existe. Este argumento responde al modus tollendo tollens de la lógica clásica. 
Tras responder a la cuestión de si existe Dios y demostrar que este existe como causa incausada, motor inmóvil, ser perfectísimo, inteligencia ordenadora y ser necesario, Tomás de Aquino procede a solucionar la dificultad mencionadas al principio. Procede del siguiente modo: 

1.  Dios no quiere el mal, sino que sólo lo permite. Y Dios, en su omnipotencia y bondad, permite los males para obtener de ellos mayores bienes, aunque los seres humanos no podamos percibirlo. 

2. Tanto las obras de la Naturaleza como las de los hombres tienen su razón de ser en Dios, causa primera, agente superior que interviene en ellas, aunque sin destruir el determinismo causal de la Naturaleza ni la libertad humana. 
Para Tomás de Aquino el mal no es algo positivo, sino sólo privación o carencia de bien. Con esta tesis no intenta demostrar que en realidad no hay mal en el mundo, o disminuirlo, sólo pretende aclarar que, si Dios creó todas las cosas y el mal fuera una cosa, Dios sería también el creador del mal. Pero, al considerar el mal como privación, éste se convierte en algo relativo a los seres, en algo accidental. El mal como tal no existe, ya que todo lo que existe, por el hecho de existir es bueno, pues procede de Dios, aunque por no ser perfecto encierra la posibilidad de corromperse o de ser malo. Surge, entonces, la cuestión: ¿Acaso, Dios, con su sabiduría infinita no puedo prever el mal y por lo tanto prevenirlo? Con respecto al mal moral, nos dice Tomás de Aquino que aunque Dios no ha querido el mal, lo permite con vistas a un bien mayor, y, sobre todo, para que el hombre sea libre y pueda participar de la propia libertad divina y creadora. Esto no quiere decir que Dios quiera que el hombre obre inmoralmente sino que otorga al hombre la capacidad de elegir libremente su propio obrar.

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