Unidad 4.
1. El problema del conocimiento. El escepticismo filosófico y la duda cartesiana: hfs, ho e hgm.
2. La cuetión del origen y límites del conocimiento: racionalismo V/S empirismo.
3. El problema de la realidad: el experimento del cerebro metido en una cubeta.
4. El realismo ingenuo y crítico. El idealismo. La teoría representacional de la percepción.
5. La relación cuerpo-mente: dualismo y monismo antropológico. ¿Pueden pensar las máquinas?
6. El problema de la existencia de Dios: conceptos más importantes. Argumentos de la demostración de la existencia de Dios. El ateísmo contemporáneo.
martes, 22 de octubre de 2013
Nociones y temas
Noción:
Movimiento y Primer motor
En esta primera noción Santo tomas emplea el
movimiento y el primer movimiento para probar la existencia de Dios. Se
fundamenta en la física de Aristóteles. Está claro que los sentidos nos
muestran que en el mundo hay cosas que se mueven o que cambian, por lo tanto la
existencia del movimiento es innegable y evidente para Aristóteles y Santo
Tomás, incluso para nosotros. Toda sustancia tiene propiedades en acto,
aquellas que posee actualmente, y propiedades en potencia, aquellas que no
tiene pero podría tener. El movimiento consiste en el paso de la potencia al
acto, es decir, la actualización de una potencia.
Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóteles, distingue
en todo ser o sustancia, por una parte, la materia, por otra, la forma. La
materia es aquello de lo que está compuesta una sustancia. La forma puede ser
accidental o figura y esencial o propiedad que hace que la sustancia sea lo que
es. Así, define el movimiento como la adquisición, por parte de la sustancia o
un ser, de la forma que antes no poseía.
Santo Tomás también explica el principio de
causalidad según la cual: ''todo lo que se mueve es movido por otro''. Según el
Aquinate existe sólo un ser que mueve sin ser movido: Dios o un motor inmóvil,
perfecto ya que no necesita buscar nada ya que tiene el máximo nivel de
perfección.
Tomás de Aquino razonará del siguiente modo para establecer la tesis de Dios como motor inmóvil:
Lo que se mueve no puede ser lo mismo que lo que es
movido.
También nos encontramos, por otra parte, que es imposible remontarse al infinito buscando la causa en acto que provoca el movimiento de cada cosa. Por lo tanto, si tenemos una serie de motores móviles en la que cada uno mueve al siguiente tendremos que aceptar un primer motor, uno que moverá a todos los demás. Sería imposible afirmar que no hay un primer motor, pues si no lo hubiese sería infinita, por lo tanto no habría un motor en acto puro que originara el movimiento.
También nos encontramos, por otra parte, que es imposible remontarse al infinito buscando la causa en acto que provoca el movimiento de cada cosa. Por lo tanto, si tenemos una serie de motores móviles en la que cada uno mueve al siguiente tendremos que aceptar un primer motor, uno que moverá a todos los demás. Sería imposible afirmar que no hay un primer motor, pues si no lo hubiese sería infinita, por lo tanto no habría un motor en acto puro que originara el movimiento.
Por tanto, al haber movimiento en el mundo, ha de
haber por lo tanto un primer motor, un motor inmóvil al que todos
llamamos Dios.
Noción: Causa eficiente primera y ser necesario
La noción de causa eficiente primera se relaciona
con la segunda vía que emplea santo Tomás para probar la existencia de Dios, y
la noción de ser necesario se relaciona con la tercera vía.
La segunda vía (prueba por la causa eficiente) encuentra su origen en Aristóteles (Metafísica Libro II 2) quien declara imposible un proceso al infinito en cualquier género de causas, es decir, material, agente, final o formal y concluye que hay que remontarse siempre a un primer principio. Pero Aristóteles no habla de causa eficiente y tampoco utiliza el razonamiento para demostrar la existencia de Dios. Fueron Avicena y Alberto Magno quienes utilizaron el razonamiento para demostrar la existencia de Dios. Santo Tomás sigue especialmente de cerca al primero de ellos.
En esta segunda vía se trata de constatar que hay
un orden de causas eficientes en la naturaleza. Esto significa constatar que
hay cosas que producen otras y son a su vez producidas. La subordinación se
debe a que lo que una causa produce, y por tanto la condición misma de su ser
causa, depende esencialmente (su ser causa depende de esto) de que sea a su vez
producida; por ejemplo, un hombre engendra a otro gracias a que es un ser
humano, pero su humanidad hubo de ser producida por otro ser.
A este punto de partida se aplica el principio de causalidad bajo esta formulación: "no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible". Con esto lo que santo Tomás afirma es que no hay nada que pueda ser causa de sí mismo. En efecto, en cuanto que el efecto depende esencialmente de la causa, ésta ha de ser necesariamente anterior a aquél, pero así las cosas, algo que fuese causa de sí mismo sería algo que estaría ya producido antes de ser producido, lo cual es imposible; por ejemplo el primer ser humano no pudo engendrar su humanidad, pues para eso tendría que haber existido antes de existir.
Mas, y aquí radica el tercer fundamento de la
prueba, no podemos remontarnos al infinito en la serie de las causas, por
cuanto éstas constituyen un orden jerárquico en que unas son principales y
otras instrumentales, esto es, en que producen por cuanto a su vez son
producidas y así las principales son superiores a las instrumentales; por
ejemplo tiene que haber un ser distinto al hombre que sea la causa de su
humanidad.
Si la serie fuese infinita no habría una causa
primera y así tampoco un orden de causas eficientes, lo cual es absurdo por
cuanto esto implica la negación de un hecho de experiencia constatable. Así
pues, tiene que haber una causa primera que explica la existencia de todas las
cosas y que es ella misma incausada. Es lo que entendemos por Dios.
La tercera vía (prueba por lo necesario) es
estática y parte de este hecho de experiencia: hay seres que nacen y mueren y
por tanto son contingentes o posibles. Pero o bien todos los seres son
contingentes o no. Para Santo Tomás todo ser es contingente, existe pero podría
no existir, excepto Dios: ser necesario o que existe necesariamente. Un ser
contingente es aquél en que no coinciden esencia y existencia. Por el
contrario, en un ser necesario, esencia y existencia se identifican. Así pues,
existen seres contingentes que no pueden ser causa de sí mismo, pues en algún
momento no existían. En la cadena de contingencias debe haber un ser necesario
fundamento de todo ser contingente. Este ser necesario es Dios.
Noción: Ser perfectísimo e inteligencia ordenadora.
La esencia de dios incluye toda
perfección. El ser perfectísimo es el que obtiene un grado máximo de
conocimiento sobre la bondad, la verdad y la unidad. En la realidad existen
diversos grados de perfección: desde la maldad hasta la bondad absoluta, por
ejemplo. En el mundo hay entes que se acercan a estas cualidades de forma
gradual y poco a poco a este máximo. Existe algo que es bueno o verdadero y lo
es porque participa de la bondad que se encuentran en el grado máximo. Y la
bondad y la verdad máximas deben encontrarse realizadas en un ser que el máximo
de cada género y la causa de todo aquello que se parece a dicho genero. Debe
haber algo que para todos los entes sea la causa de su bondad, su ser y de
todas sus perfecciones, y a este algo se le llama Dios.
En la quinta prueba para probar la existencia de Dios, Santo Tomás considera a éste como causa del orden del mundo, como una ''inteligencia ordenadora'' que rige y dirige el ordenamiento del mundo. Este argumento se fundamenta en una concepción teleológica de la realidad y de los seres: todo lo que existe tiende a la consecución de un fin, quedando descartado el azar o la casualidad. Por lo tanto, santo Tomás hace uso del principio de casualidad: todo tiene una finalidad y esa finalidad ha sido impuesta en la naturaleza de cada ser. Así pues, todo precisa de una inteligencia ordenadora que lo dirija para conseguir sus fines. La cadena de seres teleológicos no puede no puede remontarse al infinito, luego tiene que existir necesariamente un ser inteligente por el cual todas las cosas naturales se ordenan a su fin, y a ese ser le denominamos Dios.
Noción: El
problema del mal.
Solución a la
objeción: argumento de los contrarios y el problema del mal. Tras responder a
la cuestión de si existe Dios, Tomás de Aquino procede a solucionar las dos
dificultades mencionadas al principio y que rodeaban esta cuestión. He aquí las
dos soluciones:
1.
Dios no quiere el mal, sino que sólo
lo permite. Y Dios, en su omnipotencia y bondad, permite los males para obtener
de ellos mayores bienes, aunque nosotros no los podamos ver.
2.
Tanto las obras de la Naturaleza como las de
los hombres tienen su razón de ser en Dios, causa primera, agente superior que
interviene en ellas, aunque sin destruir el determinismo causal de la Naturaleza ni la
libertad humana.
Para
Tomás de Aquino el mal no es algo positivo, sino sólo privación o carencia de
bien. Con esta tesis no intenta demostrar que en realidad no hay mal en el
mundo, o disminuirlo, sólo pretende aclarar que, si Dios creó todas las cosas y
el mal fuera una cosa, Dios sería también el creador del mal. Pero, al
considerar el mal como privación, éste se convierte en algo relativo a los
seres, en algo accidental. El mal como tal no existe, ya que todo lo que existe
por el hecho de existir es bueno aunque por no ser perfecto encierra la
posibilidad de corromperse o de ser malo. Surge, entonces, la cuestión: ¿Acaso,
Dios, con su sabiduría infinita no puedo prever el mal y por lo tanto
prevenirlo? Con respecto al mal moral, no dice Tomás de Aquino, aunque Dios no
ha querido el mal, lo permite con vistas a un bien mayor, y, sobre todo, para
que el hombre sea libre y pueda participar de la propia libertad divina y
creadora. Esto no quiere decir que Dios quiera que el hombre obre inmoralmente
sino que otorga al hombre la capacidad de elegir libremente su propio obrar.
Tema: Las cinco vías y su estructura lógica.
Santo
Tomas cree en la posibilidad de establecer una demostración de la existencia de
Dios basada en la razón ya que esta no es evidente para nosotros, para ello
utiliza las vías, que no se basan en la fe en la existencia de Dios, sino en un
proceso lógico y razonado que nos lleva hasta la concepción de la existencia de
Dios. Para este filosofo existen dos clases de demostraciones: una llamada
propter quid en la cual se parte de la idea de algo y se deducen ciertas
propiedades a partir de esta idea, por ello si creemos que Dios es el ser mas
perfecto seria una imperfección que no existiera, por lo tanto debe existir.
Pero santo Tomas se opone a esta clase de demostración ya que piensa que la
esencia y la existencia son conceptos separados, ya que no podemos deducir la
existencia de Dios a partir de la idea del mismo. Por ello Santo Tomas utiliza
otro tipo de demostración llamado quia que parte del principio de causalidad,
que se encuentra omnipresente en sus cinco vías. Estas vías recorren distintos
caminos para remontarse racionalmente hasta Dios, todos los cuales aplican el
principio de causalidad. Las vías recorren de forma explicita los caminos que
sigue naturalmente la razón humana para concluir que existe el ser supremo y
presentan una estructura más o menos semejante, que es la siguiente:
•
Se parte siempre de un fenómeno natural que sea observado es decir, un hecho de
experiencia sensible que hay que describir en términos metafísicos.
•
A este hecho de experiencia se le aplica siempre el principio de causalidad.
Este exige a cada fenómeno una causa proporcionada, Santo tomas entiende que la
causa es siempre superior al efecto, ya que este ultimo depende de esta. Este
principio de causalidad adquiere diversas modalidades o formulaciones según el
fenómeno que se considere.
•
Se afirma que es imposible remontarse al infinito en la serie de las causas, ya
que si no existiera una causa primera no podrían tener lugar todas las demás y
tampoco sus respectivos efectos. Pero como nosotros somos capaces de percibir
esos efectos mediante nuestra experiencia sensible es necesaria la existencia
de esa causa primera para explicar este efecto.
•
Por ultimo, se llega a la conclusión de que esa causa inmutable, imperecedera y
eterna es Dios, siendo éste, el ser y la esencia en si mismo.
VIAS
|
1º NATURALEZA
Se observa
|
2º
Principio de causalidad
|
3º
Imposibilidad de una cadena infinita de causas
|
4º
Demostración
|
|
1
|
Movimiento
|
Todo
movimiento es efecto de un motor
|
Motrices
|
Primer
motor
|
DIOS
|
2
|
Causalidad
|
Todo
efecto procede de una causa previa
|
Eficientes
|
Causa
1ª
|
|
3
|
Contingencia
|
Todo
ser contingente procede de otro previo
|
Seres
contingentes
|
Ser
Necesario
|
|
4
|
Perfección
|
Todo
nivel de perfección participa de un ser perfecto superior
|
Seres
perfectos
|
Ser
Perfecto
|
|
5
|
Orden
|
Todo
nivel inferior en el orden de los seres depende de otro superior
|
Niveles
de orden
|
Fin
último
|
La
primera y la segunda se basan, respectivamente, en el movimiento y en la
causalidad, y dependen de Aristóteles.
La
primera, parte de la premisa: “Todo lo que se mueve es movido por otro”, y
lleva hasta Dios como Primer Motor, fundamento de todo cambio.
Siguiendo
a Aristóteles, Tomás de Aquino distingue dos dimensiones en toda realidad
(excepto Dios): el acto o principio activo en virtud del cual cada realidad es
lo que es y la potencia, dimensión de inercia, de posibilidad o momento de
no-ser relativo en virtud del cual esa realidad puede cambiar. Así, toda cosa
está en acto respecto de sí misma, y en potencia de ser otra cosa. El
movimiento es, pues, el paso de la potencia al acto; es decir, la actualización
o realización de esa potencia que cada cosa tiene de llegar a ser otra. El
movimiento de un móvil siempre exige un motor, como la actualización de la
potencia exige un acto. Dios aparece entonces, más allá de la serie de actos y
motores intermedios, como el Acto Puro o Primer motor inmóvil.
La
segunda, parte de la premisa: “Nada puede ser causa de sí mismo”, y lleva hasta
Dios como Primera Causa, fundamento de todo efecto. Esta vía presenta una
simetría perfecta en relación con la anterior.
Digamos
ahora que, Aristóteles y Tomás de Aquino, al preguntar por las causas del
movimiento, se salen de la
Física y llegan a la metafísica de dios como motor del
universo.
La
tercera vía, parte de la premisa siguiente: “Aquello que es posible que no sea,
alguna vez llega a no ser”, y lleva hasta Dios como Ser necesario, fundamento
de toda contingencia.
En
filosofía, se llama contingente a aquello que es, pero podría no ser; el ser
contingente se opone al ser necesario, que no sólo es, sino que no puede no
ser, es decir, que tiene que ser. Pues bien, el hecho de que las cosas nazcan y
mueran prueba que su existencia no es necesaria, sino contingente. Pero si no
hubiese nada necesario, ¿en que se fundamentarían estos seres, que, teniendo la
posibilidad de no ser, no pueden existir siempre y habrían vuelto ya a la nada,
al realizarse en algún momento tal posibilidad? Dios es, pues, esa causa
necesaria que mantiene a los seres contingentes en el ser.
La
cuarta y la quinta vía, basadas en los grados de perfección y en el orden armonioso
del mundo, dependen de Platón.
La
cuarta vía parte de la premisa: “Los distintos grados de perfección de las
cosas presuponen un grado máximo que será la causa de los grados menores, y
lleva hasta Dios como ser perfectísimo, fundamento de toda perfección.
La
quinta vía parte del orden final, inteligente, que cabe observar en el
mundo, y lleva hasta Dios como ser inteligente, que ordena las cosas naturales
a un fin. Más tarde, Kant criticará esta prueba, aunque reconociendo su
carácter relativamente razonable y sensato. En efecto, según Kant, ese orden
del mundo es relativo, pues también incluye desorden; además, la finalidad que
creemos ver realizada en la
Naturaleza, puede deberse a una ilusión antropomórfica; por
último, el argumento demostraría, como mucho, la existencia de un Arquitecto u
Ordenador del universo, de un Demiurgo sabio y poderoso, pero no de un creador
del mundo, omnisciente y omnipotente.
TEMA:
Teología revelada y racional o
teodicia.
La teología es el conocimiento de
Dios y de las verdades reveladas. Santo Tomás utiliza más las expresiones “doctrina
sagrada” y “doctrina cristiana” que la de “teología” para
referirse a toda la enseñanza cristiana relativa a la salvación y que, en
último término, descansa en la revelación.
Considera que existe un doble orden de verdades relativo a Dios:
·
las que
sobrepasan la capacidad de la razón humana (que Dios es uno y trino, por
ejemplo);
·
las que pueden
ser alcanzadas por la razón natural (como la existencia y la unidad de Dios).
Teniendo en cuenta este doble orden de conocimiento podemos distinguir dos
tipos distintos de teología:
·
la teología
racional o natural: intenta llegar a Dios a partir de las fuerzas meramente
naturales como es la razón;
·
la teología
sobrenatural o teología de la fe: tiene como fundamento las verdades reveladas y la
fe.
Sin embargo, en la primera es también importante la fe porque puede orientar a
la razón tanto para preservarla de errores como para indicarle el camino que
debe seguir y el término al que debe llegar; y en la segunda es importante la
razón pues el teólogo puede utilizar esta facultad natural para ordenar y
sistematizar los conocimientos, para aclararlos o explicarlos hasta donde sea
posible y para defender a la teología de los argumentos contrarios.
La
teología es la ciencia o conocimiento superior, y ello, dice Santo
Tomás, por dos razones: por la dignidad de la materia que trata (Dios) y por la
certeza que contiene, pues se funda en la luz del propio Dios, que es infalible.
Es también sabiduría, y ello en grado sumo, pues la sabiduría es el
conocimiento de cada cosa concreta por las causas más altas, y Dios es la causa
primera y más alta de todo.
Así
pues, la teología revelada está íntimamente vinculada a la fe, mientras que la
teodicea lo está a la razón. Preguntar por las relaciones entre TR y T es, por
tanto, lo mismo que preguntarse por las relaciones entre fe y razón. Esta
cuestión está ligada a la cuestión de si la existencia de Dios es o no
evidente. La posición del aquinate es que hay que alcanzarla mediante el
razonamiento. (Art. 2). ¿De qué genero es el razonamiento que nos permitirá
demostrar la existencia de Dios? Esta es la cuestión que afronta el citado
artículo.
La
primera de las dificultades que se presentan respecto de la demostrabilidad de
la existencia de Dios es clara: “La existencia de Dios es un artículo de fe”.
Es decir, objeto de la teología revelada. En la solución primera, Tomás de
Aquino despachará esa objeción al establecer la neta distinción entre artículo
de fe y preámbulo al artículo de fe.
Prosigamos,
pues, señalando cómo trata dicho problema. Para Tomás de Aquino se debe
distinguir entre verdades que son objeto de la razón y verdades que lo son de
la fe. Fe y Razón son dos facultades distintas de conocimiento. Verdades como
“Dios es uno y trino” o “Dios se encarnó en hombre”, no pueden ser sabidas y
demostradas por la razón natural del hombre: sólo pueden ser creídas, es decir,
a ellas sólo se puede acceder por la fe.
Ahora
bien, el aquinate, siguiendo a Aristóteles, sostiene que enunciados como “Dios
existe”, y otras relativas a los atributos de Dios, sí son susceptibles de
prueba o demostración racional: de ahí la posibilidad de una teología natural,
racional o filosófica que funcione como preámbulo o introducción a la Teología sobrenatural,
revelada o religiosa.
Esto
no significa que proposiciones como “Dios existe” u otras semejantes no esté
garantizadas por la Fe:
lo están en efecto; y esto es muy conveniente para nosotros desde el momento en
que la Razón
humana es falible y en peligro de errar.
Así
pues, la relación entre Razón y Fe ha de ser armoniosa. No pueden entrar en
colisión, al menos de derecho, ya que la Verdad es Una. Tomás de Aquino caracteriza esta
armonía en los siguientes términos:
a. Las
verdades de la Fe
no son verdades contra la razón sino sobre la razón. Son verdades
sobrenaturales, no antinaturales.
Más
tarde, Lutero y el protestantismo sostendrá, desde un irracionalismo fideísta,
que la Fe violenta
la Razón, que
creer es creer contra la Razón,
y que esto constituye un verdadero suicidio intelectual. De ahí, la grandeza
del hombre religioso.
b. Cuando
hay conflicto entre Razón y Fe, dicha oposición hay que tomarla como algo
aparente, pues se resuelve fácilmente imputándole error a la Razón. Es decir, si la Razón llega a contradecir a la Fe, es la Razón la que está
equivocada, no la Fe.
El aquinate, para quien la Verdad es Una, polemiza con
los Averroístas de la
Universidad de París, refutando la Teoría de la Doble Verdad, según
la cual, una proposición puede ser verdadera en Filosofía y falsa en Teología.
Esta teoría tenía un función muy concreta: permitía la libertad de
investigación en materia filosófica, aunque ésta llegara a conclusiones
diferentes a las de la Fe. Sin
embargo, a partir de la
Edad Moderna, cuando se de una contradicción entre lo que
dicta la Fe y lo
que descubre la Razón,
el conflicto se resolverá haciendo una interpretación de la Biblia que sea conciliable
con el espíritu de la Ciencia.
Tenemos
pues que Razón y Fe son distintas y que existe una relación armónica entre
ambas. El Aquinate intenta ir más allá señalando que deben colaborar. Y esta
colaboración se lleva a cabo en un doble sentido. En primer lugar, la Razón colabora con la fe de
tres maneras:
a.
La Razón
demuestra los preámbulos de la fe, es decir, las proposiciones cuya
demostración es necesaria a la Fe
misma. No podemos creer en lo que Dios ha revelado, si antes no sabemos que
Dios existe, que es Uno, que es Inteligente, etc.
b.
La Razón,
la filosofía, puede utilizarse para aclarar mediante comparaciones o analogías
las verdades de la Fe. Quede
claro que estamos hablando de un cierto “esclarecimiento” del Misterio, pero no
de su racionalización.
c.
Rebatiendo las objeciones contra la Fe, demostrando que son falsas
o, al menos, que no tienen fuerza demostrativa. En este punto hay que hacer una
nueva matización: la Razón
no demuestra la fe, sino que refuta a aquellos que la niegan.
Y
la Fe colabora con
la razón presentándose como criterio o norma negativa de verdad. Así, un
filósofo puede saber, gracias a la
Fe, si su filosofía contiene errores: contendrá tantos
errores como puntos de fricción con la
Fe presente.
Después
de lo dicho, podemos ya afirmar que la cuestión de la demostración de la
existencia de Dios es uno más de los modos en que la Razón colabora con la Fe. Bien entendido que
dicha demostración no es requisito indispensable para tener por cierto que Dios
existe, puesto que cabe, sin embargo, que alguien acepte por fe lo que de suyo
es demostrable. En efecto, para Tomás de Aquino, está en juego la salvación del
hombre, y aunque un hombre en su sano juicio puede tras un proceso reflexivo
llegar a la conclusión de que dios existe, también es cierto que cualquier
hombre por un simple acto de fe puede alcanzar las verdades a que llega, tras
devanarse los sesos, el más inteligente de los filósofos. En definitiva, la Fe es un atajo que ahorra los
esfuerzos que la Razón
precisa para llegar a la
Verdad.
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