La primera y la segunda se basan, respectivamente, en el movimiento y en
la causalidad, y dependen de Aristóteles.
La primera, parte de la premisa: “Todo lo que se mueve es movido por
otro”, y lleva hasta Dios como Primer Motor, fundamento de todo cambio.
Siguiendo a Aristóteles, Tomás de Aquino distingue dos dimensiones en
toda realidad (excepto Dios): el acto o principio activo en virtud del cual
cada realidad es lo que es y la potencia, dimensión de inercia, de posibilidad
o momento de no-ser relativo en virtud del cual esa realidad puede cambiar. Así,
toda cosa está en acto respecto de sí misma, y en potencia de ser otra cosa. El
movimiento es, pues, el paso de la potencia al acto; es decir, la actualización
o realización de esa potencia que cada cosa tiene de llegar a ser otra. El
movimiento de un móvil siempre exige un motor, como la actualización de la
potencia exige un acto. Dios aparece entonces, más allá de la serie de actos y
motores intermedios, como el Acto Puro o Primer motor inmóvil.
La segunda, parte de la premisa: “Nada puede ser causa de sí mismo”, y
lleva hasta Dios como Primera Causa, fundamento de todo efecto. Esta vía
presenta una simetría perfecta en relación con la anterior.
Digamos ahora que, Aristóteles y Tomás de Aquino, al preguntar por las
causas del movimiento, se salen de la Física y llegan a la metafísica de dios
como motor del universo.
La tercera vía, parte de la premisa siguiente: “Aquello que es posible
que no sea, alguna vez llega a no ser”, y lleva hasta Dios como Ser necesario,
fundamento de toda contingencia.
En filosofía, se llama contingente a aquello que es, pero podría no ser;
el ser contingente se opone al ser necesario, que no sólo es, sino que no puede
no ser, es decir, que tiene que ser. Pues bien, el hecho de que las cosas
nazcan y mueran prueba que su existencia no es necesaria, sino contingente.
Pero si no hubiese nada necesario, ¿en que se fundamentarían estos seres, que,
teniendo la posibilidad de no ser, no pueden existir siempre y habrían vuelto
ya a la nada, al realizarse en algún momento tal posibilidad? Dios es, pues,
esa causa necesaria que mantiene a los seres contingentes en el ser.
La cuarta y la quinta vía, basadas en los grados de perfección y en el
orden armonioso del mundo, dependen de Platón.
La cuarta vía parte de la premisa: “Los distintos grados de perfección de
las cosas presuponen un grado máximo que será la causa de los grados menores, y
lleva hasta Dios como ser perfectísimo, fundamento de toda perfección.
La quinta vía parte del orden final, inteligente, que cabe observar en el mundo, y lleva hasta Dios como
ser inteligente, que ordena las cosas naturales a un fin. Más tarde, Kant
criticará esta prueba, aunque reconociendo su carácter relativamente razonable
y sensato. En efecto, según Kant, ese orden del mundo es relativo, pues también
incluye desorden; además, la finalidad que creemos ver realizada en la
Naturaleza, puede deberse a una ilusión antropomórfica; por último, el
argumento demostraría, como mucho, la existencia de un Arquitecto u Ordenador
del universo, de un Demiurgo sabio y poderoso, pero no de un creador del mundo,
omnisciente y omnipotente.