jueves, 3 de marzo de 2016



WITTGENSTEIN, L., Tractatus Logico-Philosophicus, 6.5-7 (trad. J. Muñoz e I. Reguera, Madrid, Alianza, 1999, pp. 181-183).

6.5 Respecto a una respuesta que no puede expresarse, tampoco cabe expresar la pregunta.
El enigma no existe.
Si una pregunta puede siquiera formularse también puede responderse.

6.51 El escepticismo no es irrebatible, sino manifiestamente absurdo, cuando quiere dudar allí donde no puede preguntarse.
Porque sólo puede existir duda donde existe una pregunta, una pregunta sólo donde existe una respuesta, y ésta, sólo donde algo puede ser dicho.

6.52 Sentimos que aun cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más mínimo.
Por supuesto que entonces ya no queda pregunta alguna; y esto es
precisamente la respuesta.

6.521 La solución del problema de la vida se nota en la desaparición de ese problema. ()No es ésta la razón por la que personas que tras largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida, no pudieran decir, entonces, en qué consistía tal sentido?)

6.522 Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico.

6.53 El método correcto de la filosofía sería propiamente éste: no decir nada más que lo que se puede decir, o sea, proposiciones de la ciencia natural -o sea, algo que nada tiene que ver con la filosofía-, y entonces, cuantas veces alguien quisiera decir algo metafísico, probarle que en sus proposiciones no había dado significado a ciertos signos. Este método le resultaría insatisfactorio -no tendría el sentimiento de que le enseñábamos filosofía-, pero sería el único estrictamente correcto.

6.54 Mis proposiciones esclarecen porque quien me entiende las reconoce al final como absurdas, cuando a través de ellas -sobre ellas- ha salido fuera de ellas.
(Tiene, por así decirlo, que arrojar la escalera después de haber subido por ella.)
Tiene que superar estas proposiciones; entonces ve correctamente el
mundo.

7. De lo que no se puede hablar hay que callar.

Wittgenstein. Nociones y temas


L. WITTGENSTEIN

Nociones: Ciencia y filosofía.

La distinción entre ciencia y filosofía viene dada por las proposiciones o enunciados que las componen. Así, Wittgenstein distingue entre:

a)   Proposiciones con sentido: todas las que describen hechos, tanto las que encontramos en la vida cotidiana como las que encontramos en las ciencias naturales;

b)    Proposiciones que carecen de sentido, es decir,  que no dicen nada: 
 
  • Pseudoproposiciones lógicas: las tautologías y las contradicciones son carentes de sentido, pero no son sinsentidos; las leyes lógicas y matemáticas no describen ningún acontecimiento real del mundo.

  • Pseudoproposiciones filosóficas: no describen estados de cosas, no se refieren al mundo, por lo que carecen de sentido; pero tampoco describen las estructuras formales del lenguaje; las proposiciones filosóficas son sinsentidos. Wittgenstein considera que no existen los problemas filosóficos, que son pseudoproblemas consecuencia de confusiones lingüísticas; las proposiciones metafísicas no son ni verdaderas ni falsas, son sinsentidos.

Wittgenstein afirma que el mundo es la totalidad de los hechos, pero que sólo de ellos es posible hablar, pues, el mundo no es un hecho. En el mundo no hay otra cosa que hechos. Los problemas a los que éstos pueden dar lugar atañen sólo a cuestiones empíricas, por lo tanto, a las ciencias. Hablar con sentido es pues hablar de hechos y esto sólo lo pueden hacer las ciencias empíricas.

La filosofía se ha ocupado de cuestiones como el mundo, el alma, Dios, la bondad, etc. Estas cuestiones no se refieren a hechos, no se pueden decir, constituyen el ámbito de lo místico:

“No es lo místico cómo sea el mundo, sino que sea el mundo.” (T, 6.44). “Sentir el mundo como un todo limitado es lo místico.” (T, 6.45). 

Precisamente, de cómo es el mundo dan cuenta las ciencias. Sin embargo, la experiencia mística no es una experiencia cognoscitiva sino un sentimiento: el objeto del sentimiento místico no se ofrece en el mundo, no es un hecho y sólo de los hechos cabe el conocimiento; sin embargo, hay otras formas de relacionarse con lo existente, y, aunque Wittgenstein no explica en qué consiste, sugiere que está del lado de los sentimientos:

“Sentir el mundo como un todo limitado es lo místico” (T, 6.45);

La experiencia del mundo es inefable, no se puede decir, pues está más allá de los límites del lenguaje:

“¿No es ésta la razón de que los hombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida, después de mucho dudar, no sepan decir en qué consiste este sentido?” (T, 6.521);

De ahí la recomendación última del Tractatus (7):  “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.  ¿De qué no se puede hablar? De cuestiones filosóficas. Lo mejor es guardar silencio ya que el lenguaje no es un instrumento adecuado para expresarlas (en el caso de que puedan ser expresadas de algún modo).

En cuanto a la Ética, Wittgenstein defiende que Los valores morales no se pueden describir con enunciados empíricos: el valor no es un rasgo más de las cosas, no es una realidad empírica. El valor atribuido a los hechos no forma parte del mundo, no puede ser por tanto expresado o dicho. Del mundo moral y estético no se puede hablar, sin embargo, afirma Wittgenstein, existe dicho mundo y se muestra en nuestra vida.





















Nociones: Decir y mostrar

El lenguaje dice los hechos del mundo mediante proposiciones atómicas y moleculares. La estructura lógica del mundo no se puede decir, se muestra.

Wittgenstein diferencia entre realidad y mundo. La Realidad es el ámbito de
lo que se puede hablar, el conjunto de hechos posibles a los que corresponden el conjunto de proposiciones con sentido; está formada por el conjunto de cosas existentes más el conjunto de cosas inexistentes pero posibles. El  Mundo es una parte de la realidad; el conjunto de cosas existentes, la realidad actual; le corresponde el conjunto de proposiciones elementales verdaderas. Wittgenstein llama “mundo” al conjunto de hechos que acaecen.

Los hechos son realidades complejas y a ellos se refieren las proposiciones complejas. Se componen de hechos atómicos o acontecimientos que ya no pueden dividirse en otros más simples, aunque en un cierto sentido se puede decir que poseen una estructura pues constan de objetos y de relaciones entre ellos; se expresan mediante las proposiciones atómicas. 
 
Junto a un hecho puede estar presente otro, pero no podemos decir que de un hecho se siga necesariamente otro, el vínculo entre dos hechos es contingente, es así pero puede ser de otro modo. Los hechos atómicos son lógicamente independientes: de la existencia de un hecho no se puede deducir lógicamente la existencia de otro.

Los objetos son los componentes últimos de la realidad, el lenguaje los expresa mediante los nombres. Los objetos que existen y pueden existir y de los que se puede hablar son objetos empíricos, objetos que se ofrecen a la percepción y que estudia la ciencia empírica, la ciencia natural (ni Dios ni el yo del que habla la filosofía o alma son objetos). El objeto no existe más que en un hecho, y no es posible acceder a él de otra manera. " El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas" (1.1.). No podemos conocer directamente a la "nieve" o a lo "blanco"; la "nieve" se percibe a través de hechos como el "ser blanca", o el "ser fría".

“Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico” (6.522). Hay varias realidades de las que no se puede hablar: a) de la estructura lógica del mundo no se puede hablar pero se muestra en el lenguaje; la lógica está presente en todas las proposiciones, pero no es dicha por ninguna de ellas. En este sentido: «La lógica es trascendental» (Tractatus: § 6.13).  B) de los objetos tradicionales de la metafísica: el sujeto o yo metafísico, los valores morales y estéticos y lo místico, Dios. Si intentamos expresar estos objetos mediante el lenguaje obtenemos proposiciones sinsentido. Wittgenstein nos dice que el lenguaje y el pensamiento no es el medio adecuado para acceder a ellas, pero no explica cómo se nos hacen presentes.





Tema:  Lenguaje y mundo.

La wittgensteniana teoría figurativa o pictórica del significado nos dice que nuestro lenguaje y nuestro pensamiento tienen sentido y referencia porque son pinturas, figuras o representaciones de las cosas del mundo. Llamamos “representación” a toda realidad que sustituye, imita o refleja a otra. Un cuadro puede “representar” un paisaje, un mapa las calles de la ciudad, una partitura la música. Un cuadro, un mapa, una maqueta, una partitura, el lenguaje escrito y nuestro pensamiento son representaciones isomórficas (tienen la misma forma que lo representado), y tienen las siguientes características: son realidades compuestas, constan de elementos; a cada elemento representado corresponde un elemento en la representación; a las relaciones que hay entre los elementos del hecho corresponden relaciones entre los elementos de la representación.

La forma de representación es el peculiar modo que tiene una figura de representar la realidad: un cuadro representa la realidad de un modo distinto que una escultura. Y en función de la forma de representación la figura podrá expresar o reflejar distintos aspectos de la realidad: las pinturas conseguirán reproducir los colores de la realidad, las maquetas reproducen las dimensiones espaciales. La forma de representación expresa también la posibilidad de que exista lo representado: una figura coloreada expresa la posibilidad de que exista algo coloreado, etc.;

La proposición se define como aquél hecho que aspira a dar una descripción verdadera de la realidad. Esta concepción del lenguaje implica el olvido de otras funciones del lenguaje como la de dar órdenes, perdonar, aconsejar, etc., que Wittgenstein analizará en sus escritos posteriores.

Wittgenstein mantiene que una proposición es una representación isomórfica (Bild) de un hecho. Pero podemos preguntar ¿qué rasgos de la realidad imita o reproduce dicha proposición. En la medida en que se trata de una representación isomórfica, deben estar presentes en ella tres condiciones:

Primera condición. Ser una representación o la peculiaridad de vincularnos con algo distinto de ella misma. Como una fotografía remite a la persona retratada, la proposición remite al hecho descrito en ella, es decir, es una representación y tiene una relación figurativa con el hecho al que se refiere.

Segunda condición, tener el mismo número de elementos que la realidad representada. Wittgenstein nos dice que toda proposición tiene elementos esenciales y elementos accidentales; los aspectos esenciales de la proposición son aquellos que se descubren tras un análisis lógico de la misma, los aspectos accidentales son aquellas partes de la proposición que no determinan el significado y dependen de las formas concretas que cada lengua. El lenguaje ideal o lógicamente perfecto sería aquél que no nos engañase respecto de su forma lógica, aquél en el que cada sentido fuese expresado por una palabra y cada palabra expresase un sentido.

Tercera condición, ser capaz de reproducir las relaciones entre los elementos de la realidad representada: ¿qué imita la proposición?; ya se ha dicho que no imita los aspectos físicos, ni los espaciales; Wittgenstein nos dice que imita o reproduce los aspectos lógicos de la realidad; hay algo común entre los hechos y las proposiciones y los pensamientos: la forma lógica. El mundo es lógico y nuestro lenguaje y nuestro pensamiento también.

Una proposición puede ser verdadera o falsa, pero para que lo sea primero debe tener sentido, debe tener una forma lógica; es verdadera si existe realmente el hecho que era posible, y falsa si dicho hecho no existe. Una figura representa una situación posible en el espacio lógico. El espacio lógico es el conjunto de hechos lógicamente posibles. Este espacio lógico queda delimitado por las leyes de la lógica.

Existe una estrecha relación entre el lenguaje y el pensamiento. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. O dicho de otra forma, los límites de la lógica son los límites del mundo. Los límites del lenguaje coinciden con los límites del pensamiento: todo lo que se puede pensar se puede decir, todo lo que se puede decir se puede pensar. Estas afirmaciones son muy importantes porque se relacionan con el ámbito de cosas que se pueden conocer. El lenguaje describe hechos, las proposiciones son representaciones isomórficas de los hechos, de las cosas que acaecen, y puesto que el pensamiento no puede ir más allá del lenguaje, el pensamiento sólo puede referirse al mundo a los hechos. Este es el punto de vista del empirismo: nuestro pensamiento está dirigido esencialmente al conocimiento de la realidad empírica, todo lo que pueda estar fuera de ella ( Dios, el alma,esencias, ...) son entidades de las que no se puede hablar, de las que no se puede pensar.

El sujeto pensante no puede ser concebido dentro del mundo –ni puede ser pensado, ni expresado- no existe. Nada en el campo visual permite inferir que es visto por un ojo” (5.633). Por eso, el sujeto es un concepto límite, es un límite del mundo.





















Tema: La crítica del lenguaje metafísico.

Los problemas filosóficos son pseudoproblemas. Los únicos problemas son aquellos que se refieren al mundo empírico, por lo que pueden expresarse con precisión y solucionarse tarde o temprano en el marco de las ciencias empíricas; las cuestiones tratadas por los filósofos (el problema de la realidad exterior, de las relaciones mente-cuerpo, etc.) no son problemas verdaderos, reales, son consecuencia de confusiones lingüísticas: si hablo de la siguiente forma “la belleza es uno de los anhelos más profundos del hombre”, “en el mundo la lucha entre el bien y el mal es constante”, tenderé a pensar que debe existir algo así como “la Belleza”, “el Bien”, “el Mal”, como algo distinto de las bellezas concretas, las acciones buenas o malas concretas, y concluiré, como Platón, que existe un mundo fuera de éste en el que se sitúan las entidades citadas. Por tanto, Los problemas filosóficos son irresolubles, no se pueden solucionar mediante la experiencia; lo único que cabe hacer con ellos es “disolverlos”, mostrar que son meras ilusiones producto de confusiones lingüísticas.

En segundo lugar, las proposiciones filosóficas carecen de sentido. Las únicas proposiciones legítimas son las analíticas o tautologías y las empíricas: en el primer grupo se incluyen proposiciones triviales del tipo “los madrileños son los que han nacido en Madrid”, y también las de la lógica y de la matemática. En el segundo grupo se incluyen los enunciados de la vida corriente del tipo “hoy está nublado” y todos los de las ciencias empíricas.

No existen, hablando con propiedad, proposiciones "filosóficas" en la forma en que existen proposiciones "científicas". La filosofía analiza el contenido de las proposiciones de otras disciplinas. Así, podríamos hablar de la filosofía como de un metalenguaje. Pero, Wittgenstein rechaza la idea de un metalenguaje, los enunciados de la filosofía no son meta-enunciados, son únicamente pseudoproposiciones, sinsentidos (“unsinnig”). Hace uso de términos carentes de significado; pero emplea también palabras comunes en usos que no son posibles. Utiliza palabras comunes sin reasignarles un significado que convenga a su nuevo contexto de uso. La filosofía, cae en la trampa del lenguaje ordinario y es ciega a la estructura real del pensamiento. Se apega a la gramática natural y no ve la gramática lógica de las palabras. Conduce a absurdos.

Las críticas anteriores a la filosofía tradicional no implican que no pueda existir una forma correcta de hacer filosofía: el Tractatus de Wittgenstein es un libro de filosofía.

La filosofía (incluido el T) no puede ampliar nuestro conocimiento sobre la realidad, pues la única realidad es la empírica y de ella solo cabe el conocimiento empírico, el científico. La filosofía puede responder a dos preguntas: ¿qué se puede conocer? y ¿cómo se puede conocer lo que se puede conocer?; la respuesta de Wittgenstein a estas preguntas es la típicamente empirista: se puede conocer el mundo de los hechos o mundo empírico; y se puede conocer como la ciencia natural conoce: mediante el recurso a la experiencia (mediante la percepción).

A estas ideas, que coinciden con las de Hume, se añade la del sentido: el límite de lo que se puede conocer es el límite del sentido, por lo tanto el mundo empírico es el ámbito de la realidad con sentido y el ámbito de lo que se puede pensar y se puede expresar mediante el lenguaje. Wittgenstein resume la única tarea legítima de la filosofía de este modo: “El objeto de la filosofía es la aclaración lógica del pensamiento. Filosofía no es una teoría, sino una actividad. Una obra filosófica consiste esencialmente en aclaraciones. “La filosofía debe clarificar y delimitar nítidamente los pensamientos, que de otro modo son, por así decirlo, turbios y borrosos”. (Tractatus, 4.112). “Debe delimitar lo pensable y con ello lo impensable.” (T, 4.114). “Toda la filosofía es “crítica del lenguaje.” (T, 4.0031). 
 
La actitud de Wittgenstein es diferente a la de los filósofos neopositivistas; no es hostil a los temas de la filosofía. Es una actitud parecida a la kantiana: existen los objetos de la metafísica, pero no se pueden conocer: existe lo místico (Dios), el sujeto metafísico, los valores morales y estéticos pero están más allá de lo que se puede decir. “Sobre lo que no se puede hablar, se debe guardar silencio.” (T, 7). Aunque lo místico no se puede demostrar ni describir con el lenguaje, existe y se muestra: “Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo que se muestra a sí mismo; esto es lo místico” (T, 6.522).
 
La filosofía no se limita a exponer los sinsentidos, sino que es sobre todo la actividad que delimita el sentido del sinsentido. Es ella la que determina lo que, en el ámbito de lo pensable, puede decirse. Tiene entonces un papel crucial en la perspectiva del Tractatus. Plantea las condiciones del discurso sensato y del discurso insensato. Su utilidad más allá de eso no queda clara. La filosofía podría o bien detenerse habiendo realizado la demarcación, o bien continuar en su papel regulador.

En las Investigaciones filosóficas, Wittgenstein sostiene que el significado de las palabras y el sentido de las proposiciones depende de su uso en el lenguaje. Preguntar por el significado de una palabra o por el sentido de una proposición equivale a preguntar cómo se usa. Por otra parte, puesto que dichos usos son muchos, el criterio para determinar el uso correcto de una palabra o de una proposición estará determinado por su contexto, que siempre será un reflejo de la forma de vida de los hablantes. Dicho contexto recibe el nombre de juego de lenguaje. Estos juegos de lenguaje no comparten una esencia común sino que mantienen un parecido de familia. Una proposición será absurda si se usa fuera del juego de lenguaje que le es propio.

Una tesis fundamental de las Investigaciones es la imposibilidad del lenguaje privado. Para Wittgenstein, un lenguaje es un conglomerado de juegos, los cuales tienen sus propias reglas. El asunto está en comprender que estas reglas no pueden ser privadas. La razón está en que el único criterio para saber que seguimos correctamente la regla está en el uso habitual de una comunidad: si me pierdo en una isla desierta, y establezco un juego para entretenerme, al día siguiente no puedo estar seguro de si cumplo las mismas reglas que el día anterior, pues bien podría fallarme la memoria o haber enloquecido. Lo mismo ocurre con los juegos de lenguaje: pertenecen a una colectividad y nunca a un individuo sólo.

El significado de la palabra "dolor" es conocido por todos, sin embargo, yo no puedo saber si llamas "dolor" a lo mismo que yo, ya que yo no puedo experimentar tu dolor, sino solamente el mío. Esto lleva a Wittgenstein a comprender que el uso de la palabra "dolor" viene asociado a otra serie de actitudes y comportamientos (quejas, gestos o caras de dolor, etc.) y que sólo en base a ello terminamos por asociar la palabra "dolor" a eso que sentimos privadamente.

Por otro lado, desde esta misma óptica, los llamados "problemas filosóficos" no son en realidad problemas, sino perplejidades. Cuando hacemos filosofía, nos enredamos en un juego de lenguaje cuyas reglas no están determinadas, ya que es la propia filosofía la que pretende establecer esas reglas; es una suerte de círculo vicioso. De ahí que la misión de la filosofía sea, para Wittgenstein, luchar contra el "embrujamiento" de nuestra inteligencia por el lenguaje. Una persona intentando resolver un problema filosófico se parece a un hombre en una habitación de la que quiere salir y no sabe cómo, o a una mosca encerrada en una botella. Wittgenstein ayuda a aquellos que están obsesionados por los problemas filosóficos a que alcancen completa claridad, de forma que desaparezca su inquietud.