http://www3.planalfa.es/santaceciliaca/filosof%C3%ADa/primer%20trimestres/t4platon.pdf
http://www.elprofedetica.es/docs/pau/nuevo/2013tema2.pdf
http://lagranjafilosofia.blogspot.com.es/2012/09/tema-3-platon-2-bachillerato.html
lunes, 21 de septiembre de 2015
La teoría del conocimiento de Platón. El símil de la línea.
La teoría del conocimiento en Platón
La primera explicación del conocimiento que encontramos en Platón, antes de
haber elaborado la teoría de las Ideas, es la teoría de la reminiscencia
(anámnesis) que nos ofrece en el Menón.
Según ella el alma, siendo inmortal, lo ha conocido todo en su existencia
anterior por lo que, cuando creemos conocer algo, lo que realmente ocurre es
que el alma recuerda lo que ya sabía. Aprender es, por lo tanto, recordar. ¿Qué
ha conocido el alma en su otra existencia? ¿A qué tipo de existencias del alma
se refiere? Platón no nos lo dice, pero no parece que esté haciendo referencia
a sus anteriores reencarnaciones. El contacto con la sensibilidad, el ejercicio
de la razón, serían los instrumentos que provocarían ese recuerdo en que
consiste el conocimiento. La teoría de la reminiscencia volverá a ser utilizada
en el Fedón en el transcurso de una de las pruebas para demostrar la
inmortalidad del alma, pero Platón no volverá a insistir en ella como
explicación del conocimiento.
En la República nos ofrecerá una
nueva explicación, la dialéctica, al final del libro VI, basada en la teoría de
las Ideas. En ella se establecerá una correspondencia estricta entre los
distintos niveles y grados de realidad y los distintos niveles de conocimiento.
Fundamentalmente distinguirá Platón dos modos de conocimiento: la
"doxa" (o conocimiento sensible) y la "episteme" (o
conocimiento inteligible). A cada uno de ellos le corresponderá un tipo de
realidad, la sensible y la inteligible, respectivamente. El verdadero conocimiento
viene representado por la "episteme", dado que es el único
conocimiento que versa sobre el ser y, por lo tanto, que es infalible.
Efectivamente, el conocimiento verdadero lo ha de ser de lo universal, de la
esencia, de aquello que no está sometido a la fluctuación de la realidad
sensible; ha de ser, por lo tanto, conocimiento de las Ideas.
Platón nos lo explica mediante la conocida alegoría de la línea.
Representemos en una línea recta los dominios de los sensible y lo inteligible,
uno de ellos más largo que el otro, y que se encuentre en una relación
determinada con él, nos dice Platón. Dividamos cada uno de dichos segmentos
según una misma relación, igual a la precedente. Sobre la parte de la línea que
representa el mundo sensible tendremos dos divisiones: la primera
correspondiente a las imágenes de los objetos materiales -sombras, reflejos en
las aguas o sobre superficies pulidas-, la segunda correspondiente a los
objetos materiales mismos, a las cosas -obras de la naturaleza o del arte-. De igual
modo, sobre la parte de la línea que representa el mundo inteligible, la
primera división corresponderá a las imágenes (objetos lógicos y matemáticos),
y la segunda a los objetos reales, las Ideas.
Ahora bien, si el mundo sensible es el mundo de la opinión (doxa) y el
mundo inteligible el dominio de la ciencia (episteme) estamos autorizados a
formular la proposición siguiente: la opinión es a la ciencia lo que la imagen
es al original. Las imágenes de los objetos materiales dan lugar a una
representación confusa, que llamaremos imaginación (eikasía); los objetos
materiales dan lugar a una representación más precisa, que comporta la adhesión
del sujeto que las percibe, y a la que llamaremos creencia (pístis); por su
parte, en el mundo inteligible, las imágenes de las Ideas (objetos matemáticos)
dan lugar a un conocimiento discursivo (diánoia), mientras que las Ideas mismas
da lugar a un conocimiento intelectivo (nóesis), el conocimiento de la pura
inteligencia. La dialéctica es, pues, el proceso por el que se asciende
gradualmente al verdadero conocimiento, al conocimiento del ser, de lo
universal, de la Idea.
Las nociones matemáticas, que de una parte reflejan las Ideas puras, pero
por otra parte sólo pueden traducirse con la ayuda de símbolos sensibles, nos
proporcionan el tipo de las nociones mixtas de la diánoia: las matemáticas se
fundan sobre hipótesis a las que consideran como principios a partir de los
cuales deducen sus consecuencias, representando así la actividad del
razonamiento discursivo. La nóesis ¿en qué se diferencia entonces de la
diánoia? Por supuesto, en que se dirigen a objetos de conocimiento distintos,
si seguimos la interpretación de Aristóteles en la Metafísica (987 b 14 y siguientes) según la cual Platón establecía
una diferencia entre las Ideas y los objetos matemáticos en el sentido de
considerar a estos como realidades intermedias entre las formas (Ideas) y las
cosas sensibles. Pero también en cuanto a su naturaleza, pues la nóesis, aunque
partiendo de las hipótesis de la diánoia pretende rebasarlas remontándose hasta
los primeros principios, las Ideas, mediante el recurso a una abstracción pura,
descendiendo luego hasta las conclusiones que se derivan de esos primeros
principios, pero sin valerse en ningún momento de imágenes sensibles. Esta
distinción entre la diánoia y la nóesis ha dado lugar a numerosas disputas,
tanto respecto a su naturaleza y funciones como en cuanto a la posibilidad misma
de su distinción ¿cómo se justifica, en efecto, la afirmación de que existen
dos tipos de razón? Platón tampoco da muchas indicaciones al respecto, ni en la
República ni en otras obras
posteriores; sí aporta, al comienzo del libro VII de la República, una interpretación figurada de la alegoría de la línea a
través del conocido mito de la caverna. Pero, en la medida en que se recurre a
un mito para explicar la alegoría de la línea, las dificultades de la
interpretación permanecen.
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