martes, 13 de octubre de 2015

Temas: La educación platónica (y el gobierno en la República)



Temas: La educación platónica (y el gobierno en la República)

Para Platón, la educación se identifica con el proceso de formación intelectual y moral del individuo, es decir, el tránsito de la ignorancia a la sabiduría. La paideia tiene como objetivo la consecución de la areté o excelencia. Sin educación el individuo permanece anclado a los prejuicios del mundo sensible y a una percepción errónea de la realidad. La formación tiene como objetivo el conocimiento de las Ideas, es decir, de la verdadera realidad con el objetivo de la instauración de un Estado o una Polis justa. 

¿Cómo debería ser una sociedad justa? La propuesta platónica se inspira  en la naturaleza humana y el alma. Ésta última está formada por tres partes: racional, irascible y apetitiva. Entre el alma y las partes del Estado encuentra Platón una analogía estructural. La armonía supone que las tres partes del alma y sus correspondientes virtudes ocupen el espacio que deben ocupar, sin que exista abuso de una virtud sobre otra. De la misma manera, la justicia es la armonía del Estado, y éste deberá estar formado, según Platón, por tres clases sociales: artesanos y labradores; guardianes y gobernantes filósofos. Cada clase responderá al principio de especialización funcional, es decir, cada persona ocupará un puesto determinado en función de la parte del alma que predomine en ella. Aquellos en quienes la parte racional sea la predominante serán los gobernantes-filósofos y la virtud que les caracteriza es la prudencia o la sabiduría. Aquellos otros en los que la parte irascible del alma sea la que domine a las demás serán los guardianes o guerreros que defienden a la sociedad, y la virtud que les caracteriza es la del valor y la fortaleza. Finalmente, aquellos en los que la parte apetitiva predomine serán los artesanos, labradores… y su virtud propia será la templanza, esto es, el control de las pasiones innobles. En cuanto a la clase de los productores: labradores, artesanos y comerciantes, producirán todo tipo de bienes. Podrán manejar dinero y vivir placenteramente, pero también deberán cubrir las necesidades básicas de los guardianes y gobernantes. En cuanto a la de los guerreros: su misión será la de defender la polis de los ataques externos y velar por el orden interno. Vivirán en campamentos en régimen comunitario. No existirán núcleos familiares, pese a estar integrada esta clase por hombres y mujeres. Los hijos de los guerreros serán hijos de todos y cuidados en guarderías. Los filósofos-gobernantes serán célibes y no poseerán bienes propios. Su misión será la de gobernar el Estado, y recibirán una enseñanza rigurosa que culminará con el aprendizaje del arte dialéctica.

La educación en la República correrá a cargo del Estado, en ningún caso a cargo de las familias.  A lo largo de este proceso educativo algunos niños tendrán tendencia a abandonar sus estudios, que les resultarán difíciles y aún odiosos, mientras que otros irán desarrollando un entusiasmo cada vez mayor en torno al conocimiento. Los primeros pasarán a formar parte de la clase de los artesanos, habiendo mostrado una mayor inclinación hacia el contacto con lo material; los que persistan en sus estudios pasarán a formar parte de la clase de los guardianes o auxiliares. La perseverancia en el estudio, entre los que pertenecen a la clase de los guardianes, pone de manifiesto que en el individuo predomina el alma racional, por lo que serán éstos los elegidos para formar la clase de los gobernantes, quienes serán sometidos a un proceso educativo que comenzará con el estudio de las matemáticas y terminará con el estudio de la dialéctica, con el conocimiento de las Ideas. No habrá diferencia de género y no existirá la propiedad privada.
La tarea de gobernar recaerá, pues, sobre aquellos que conozcan las Ideas, es decir, sobre los filósofos, pues son los únicos que de acuerdo con el intelectualismo moral pueden gobernar justamente ya que conocen la idea de Justicia.  

Platón opta por el modelo aristocrático o gobierno de los mejores, aristos, que vendría representado por el gobierno del filósofo-rey de la República ideal; en ella los mejores son los que conocen las Ideas, los filósofos, y su gobierno estaría dominado por la sabiduría.
La segunda mejor forma de gobierno la representaría la timocracia, el gobierno de la clase los guardianes, que no estaría ya dirigida por la sabiduría, sino por la virtud propia de la parte irascible del alma, que es la propia de dicha clase, abriendo las puertas al desarrollo de la ambición, que predominaría en la siguiente forma de gobierno, la oligarquía, el gobierno de los ricos, y cuyo único deseo se cifra en la acumulación de riquezas.Posteriormente encontramos la democracia, cuyo lema sería la libertad e igualdad entre todos los individuos y cuyo resultado, según Platón, es la pérdida total del sentido de los valores y de la estabilidad social. No cabe duda de que Platón tiene en mente la democracia ateniense que tan odiosa le resultó después de la condena de Sócrates.  Por último, en el lugar más bajo de la escala, se encuentra la tiranía, que representaría el gobierno del despotismo y de la ignorancia, dominado el tirano por las pasiones de la parte más baja del alma, dando lugar al dominio de la crueldad y de la brutalidad.

Tema: Teoría de las ideas




TEMAS: La Teoría de las Ideas

La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía platónica, el eje a través del cual se articula todo su pensamiento. No se encuentra formulada como tal en ninguna de sus obras, sino tratada, desde diferentes aspectos, en varias de sus obras de madurez como La República, Fedón y Fedro. La teoría de las Ideas tiene una intención ontológica (el Ser o verdadera realidad), epistemológica (la episteme como conocimiento intelectual de las Ideas) y éticopolítica: la fundamentación de una teoría de la polis ideal o Estado justo.

La formulación tradicional

Tradicionalmente se ha interpretado la teoría de las Ideas de la siguiente manera: Platón distingue dos modos de realidad, una, a la que llama inteligible, y otra a la que llama sensible. La realidad inteligible, a la que denomina Idea, es  inmaterial, eterna e inmutable. Constituye el modelo o arquetipo de la otra realidad, la sensible o visible, constituida por cosas o fenómenos, y que tiene las características de ser material, corruptible, (sometida al cambio, esto es, a la generación y a la destrucción). Según la doctrina platónica de la mimesis, la realidad sensible no es más que una copia de la realidad inteligible.

La primera forma de realidad, constituida por las Ideas, representaría el verdadero ser, mientras que de la segunda forma de realidad, las realidades materiales o "cosas", hallándose en un constante devenir, nunca podrá decirse de ellas que verdaderamente son. Además, sólo la Idea es susceptible de un verdadero conocimiento o "episteme", mientras que la realidad sensible, las cosas, sólo son susceptibles de opinión o "doxa". De la forma en que Platón se refiere a las Ideas en varias de sus obras como en el Fedón (el alma contempla, antes de su unión con el cuerpo, las Ideas) o en el Timeo (el Demiurgo modela la materia ateniéndose al modelo de las Ideas), se deduce que hay una separación (khorismós), un abismo ontológico, entre lo sensible y lo inteligible. .

Lo inteligible

En cuanto a las Ideas, en la medida en que son el término de la definición universal representan las "esencias" de los objetos de conocimiento, es decir, aquello que está comprendido en el concepto; pero con la particularidad de que no se puede confundir con el concepto, por lo que las Ideas platónicas no son contenidos mentales, sino objetos a los que se refieren los contenidos mentales designados por el concepto, y que expresamos a través del lenguaje. Esos objetos o "esencias" subsisten independientemente de que sean o no pensados, son algo distinto del pensamiento, y en cuanto tales gozan de unas características similares a las del ser parmenídeo. Las Ideas son únicas, eternas e inmutables y, al igual que el ser de Parménides, no pueden ser objeto de conocimiento sensible, sino solamente cognoscibles por la razón. No siendo objeto de la sensibilidad, no pueden ser materiales. Y sin embargo Platón insiste en que son entidades que tienen una existencia real e independiente tanto del sujeto que las piensa como del objeto del que son esencia, dotándolas así de un carácter trascendente. Además, las Ideas son el modelo o el arquetipo de las cosas, por lo que la realidad sensible es el resultado de la copia o imitación de las Ideas, tal y como afirma la doctrina de la mímesis. Esa relación es explicada como imitación o como participación: las cosas imitan o participan de las Ideas. 

Las ideas son objeto de conocimiento por intuición o noesis. En el nivel ontológico del mundo sensible, los entes matemáticos (Símil de la línea) se encuentran en la antesala del mundo de las Ideas y son conocidos por demostración o noesis. 

Lo sensible

Por su parte la realidad sensible se caracteriza por estar sometida al cambio, a la movilidad, a la generación y a la corrupción. El llamado problema del cambio conduce a Platón a buscar una solución que guarda paralelismos importantes con la propuesta por los filósofos pluralistas: siguiendo a Parménides hay que reconocer la necesaria inmutabilidad del ser, pero la realidad sensible no se puede ver reducida a una mera ilusión. Aunque su grado de realidad no pueda compararse al de las Ideas ha de tener alguna consistencia, y no puede ser asimilado simplemente a la nada. Es dudoso que podamos atribuir a Platón la intención de degradar la realidad sensible hasta el punto de considerarla una mera ilusión. La teoría de las Ideas pretende solucionar, entre otros, el problema de la unidad en la diversidad, y explicar de qué forma un elemento común a todos los objetos de la misma clase, su esencia, puede ser real; parece claro que la afirmación de la realidad de las Ideas no puede pasar por la negación de toda realidad a las cosas. Estas no tienen un ser absoluto como las Ideas, sino un ser relativo: no existen por sí, sino en la medida en que participan del ser o de la existencia de las ideas. 

El mundo sensible es objeto de conocimiento sensorial o doxa. Esta a su vez se divide en eikasia o conocimiento de las imágenes y pistis o conocimiento de los objetos. 

El dualismo sensible/inteligible

Una de las primeras consecuencias que se ha extraído de esta presentación tradicional de la teoría de las Ideas es el dualismo o "separación ontológica" entre la realidad o mundo inteligible ("kósmos noetós") y la realidad sensible o mundo visible ("kósmos horatós"). Dualismo ontológico que genera a su vez un dualismo epistemológico entre la razón o facultad de conocimiento de la verdadera realidad y los sentidos o facultad que nos permite captar el mundo sensible. 

Intención política
 
Por último, debemos considerar que en la República, la teoría de las Ideas se convierte en el fundamento epistemológico de la doctrina del intelectualismo moral que está en la base de la propuesta política de Platón. El régimen resultante del gobierno de los filósofos es una aristocracia de sabios capaces de establecer un Estado justo ya que saben o conocen lo que es la Justicia. 

Noción: los prisioneros y las sombras



NOCIÓN: Los prisioneros y las sombras

Los prisioneros se encuentran encadenados dentro de una caverna desde su nacimiento. Si la caverna representa el mundo sensible, los prisioneros simbolizan a los hombres ignorantes que viven confortablemente en su mundo de prejuicios (ligaduras) constituido por el mero conocimiento sensorial. Así pues, perciben una falsa realidad que piensan que es la verdadera.   

Platón nos explica los grados de conocimiento y de realidad mediante la alegoría de la línea. Representemos en una línea recta los dominios de lo sensible y lo inteligible. Sobre la parte de la línea que representa el mundo sensible tendremos dos divisiones: la primera correspondiente a las imágenes de los objetos materiales -sombras, reflejos en las aguas o sobre superficies pulidas- y la segunda correspondiente a los objetos materiales mismos, a las cosas o fenómenos -obras de la naturaleza o del arte-. Estos dos grados de conocimiento: eikasia y pistis, que se corresponden con las sombras y los objetos del mundo sensible, proporcionan opinión o doxa. La doxa es inferior a la episteme o conocimiento racional. Y dentro de la doxa, la eikasia es el nivel más bajo de conocimiento, el cual coincide con el nivel inferior de la realidad.  Los prisioneros se encuentran en el ámbito de la doxa, es decir, en el mundo sensible: material, corruptible y sometido a un perpetuo devenir. Desde su nacimiento perciben sólo las sombras proyectadas sobre el muro. No conocen la verdadera realidad (Ideas) sino una copia de la copia, las imágenes de las cosas materiales cuyo correlato epistemológico es la eikasia y la pistis.

Platón introduce, influido por los pitagóricos, la idea de alma, que es novedosa en la cultura griega. El alma, preexistente al cuerpo, es eterna y su lugar natural es el mundo suprasensible de las ideas. El prisionero representa ese estado en el que el cuerpo es la cárcel del alma, constituye un estorbo para ella, pues las pasiones  la arrastran impidiéndole la contemplación de las ideas. El cuerpo pertenece al mundo sensible, es, por tanto, imperfecto, sus conocimientos son meras sombras (eikasia) de la verdadera realidad, que no se capta con los sentidos, sino con la razón. El alma tiene como tarea el cuidado de lo que es eterno e inmutable y recorre todo el cielo. Cuando es perfecta vuela por las alturas y administra todo el mundo; en cambio la que ha perdido las alas es arrastrada hasta el mundo material donde se apodera de algo sólido y se establece tomando un cuerpo terrestre. A causa de la fuerza del alma, este cuerpo parece moverse a sí mismo y ambos, cuerpo y alma, reciben el nombre de ser viviente. Pero el alma, prisionera del cuerpo, como el “prisionero” en la caverna, añora el mundo inteligible y desea volver de nuevo él. Para ello, debe liberarse del cuerpo y sus pasiones, como el “prisionero” de sus ligaduras. La salida del prisionero de la caverna coincide con el proceso de purificación (catarsis) que debe experimentar el alma para volver al mundo inteligible. Este proceso tiene un carácter gnoseológico y se apoya en el intelectualismo moral o doctrina socrática que identifica la virtud y el saber: solamente puede hacer cosas buenas aquel que sabe lo que es el Bien.  

De igual modo, sobre la parte de la línea que representa el mundo inteligible, la primera división corresponderá a las imágenes (objetos lógicos y matemáticos), y la segunda a los objetos reales, las Ideas. Estos dos grados de conocimiento: dianoia y noesis,  proporcionan ciencia o episteme. El verdadero conocimiento debe tratar sobre el ser, no sobre el devenir, y no puede estar sometido a error, ha de ser necesario. El conocimiento sensible, propio del prisionero o ignorante no es verdadero conocimiento ya que su objeto no son las ideas, inmutables y eternas, sino los fenómenos, mutables y perecederos: las imágenes u objetos, representados en el Mito de la caverna por las “sombras”. 

Desde el punto de vista político, la caverna representa una polis que no se ajusta al ideal de Estado justo. Y el prisionero simboliza el ciudadano sometido a un gobierno injusto. El ideal de Polis ideal exige que el prisionero liberado (el filósofo) retorne a la caverna a fin de liberar a sus compañeros y los integre en una forma de gobierno que transforme la caverna en república: una polis en la que los filósofos gobiernen constituyendo un régimen aristocrático basado en la armonía entre las tres clases sociales propuestas por Platón según el tipo de alma predominante: gobernantes (alma racional), guardianes (alma irascible) y trabajadores (alma concupiscible).

Noción: el ascenso al mundo de arriba y el sol.



NOCIONES: El ascenso al mundo de arriba y el sol.

El ascenso del prisionero por la áspera y escarpada subida y su posterior adaptación a la luz en el exterior hasta ver el sol directamente, representan las dificultades del proceso educativo. La dialéctica y el amor son los dos medios de ascender al mundo de las Ideas, para pasar de la ignorancia a la sabiduría con el objetivo de encontrar las claves que permitan una organización racional de la polis, es decir, la constitución de una república. Una dialéctica ascendente de carácter ontológico y epistemológico y una concepción de la filosofía como amor o búsqueda de la sabiduría.

El mundo de arriba o mundo inteligible se estructura en dos regiones ontológicas: los entes matemáticos y las Ideas, las cuales se corresponden con la dianoia (discursiva) y la noesis (intuitiva) que configura el ámbito de la episteme. Las matemáticas son un preludio necesario, ya que arrancan al alma del mundo del devenir y la introducen en la contemplación de los objetos inteligibles o Ideas. Dentro del mito corresponden a la subida para salir de la caverna pues permite pasar del mundo sensible al inteligible. La dianoia (matemáticas) es el conocimiento que procede por demostración: parte de una hipótesis y deduce conclusiones.. La noesis (dialéctica) es el conocimiento intuitivo o contemplación directa de las Ideas. Las ideas son la esencia de las cosas, los modelos que utiliza el demiurgo para dar forma al mundo sensible. Este es, pues, una copia imperfecta o trasunto del mundo inteligible. Las cosas materiales no son Ideas, pero son algo, es decir, ya que sólo las Ideas son o existen de modo absoluto, podemos afirmar que el mundo sensible es o existe de un modo relativo. El ser relativo de las cosas del mundo sensible se debe a que participan del ser de las Ideas. Esta es la teoría de la mimesis.

El ascenso al mundo de arriba o paso de la ignorancia a la sabiduría tiene un carácter catártico: el alma necesita purificarse para expiar la culpa por la acción que la arrojó al mundo sensible. Así, el alma, ligada al cuerpo, contempla las cosas buenas del mundo sensible y recuerda (doctrina de la anámnesis) la Idea de Bien, la cual genera el deseo de volver al mundo de las Ideas. El sol simboliza la Idea de Bien en el mito de la caverna. Según Platón, el ser del mundo sensible consiste en que participa del mundo de las Ideas. La Idea de Bien guarda una relación ontológica y epistemológica con el proceso mediante el cual el alma llega al conocimiento de las Ideas. Por una parte, al ser la Idea suprema hace posible que todo lo demás exista. Por otra, ilumina al alma en el camino que lleva hasta el mundo inteligible.  

Volviendo al mito, podemos afirmar que la función del Bien en el mundo inteligible, respecto del alma y las Ideas, es similar al comportamiento del Sol respecto de la percepción visible y las cosas sensibles. La Idea de Bien es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas, es el fundamento de toda acción moral y de todo juicio estético, de toda verdad y de todo conocimiento. Igual que los ojos necesitan la luz del Sol para ver, el alma necesita la Idea del Bien para aprehender los objetos del mundo inteligible. Así, es el máximo criterio y el modelo de todo comportamiento moral (vida privada) y político (vida pública). En virtud de la doctrina del intelectualismo moral, la cual identifica virtud con saber, solamente puede ser bueno aquél que sabe lo que es el Bien. Y solo puede gobernar justamente aquél que sabe lo que es la Justicia. La Idea de Bien está pues en la base de todo intento de diseñar una polis Ideal, es decir, una república.  

DEFINICIONES TEMA: EL SABER FILOSÓFICO. LA FILOSOFÍA, NECESIDAD, SENTIDO E HISTORIA



Bloque 2. El saber filosófico.

Conceptos

Definir los siguientes términos


razón

sentidos

mito

logos

arché

necesidad

contingencia

esencia

substancia

causa

existencia

crítica

metafísica

lógica

gnoseología

objetividad

dogmatismo

criticismo

explicación mítica

explicación racional

Idealismo platónico

Lógica

Estética

Ética