Tema: Las cinco vías y su estructura lógica.
Santo Tomas
cree en la posibilidad de establecer una demostración de la existencia de Dios
basada en la razón ya que esta no es evidente para nosotros, para ello utiliza
las vías, que no se basan en la fe en la existencia de Dios, sino en un proceso
lógico y razonado que nos lleva hasta la concepción de la existencia de Dios.
Para este filosofo existen dos clases de demostraciones: una llamada propter
quid en la cual se parte de la idea de algo y se deducen ciertas propiedades a
partir de esta idea, por ello si creemos que Dios es el ser más perfecto sería
una imperfección que no existiera, por lo tanto debe existir. Pero santo Tomas
se opone a esta clase de demostración ya que piensa que la esencia y la
existencia son conceptos separados, ya que no podemos deducir la existencia de
Dios a partir de la idea del mismo. Por ello Santo Tomas utiliza otro tipo de
demostración llamado quia que parte del principio de causalidad, que se
encuentra omnipresente en sus cinco vías. Estas vías recorren distintos caminos
para remontarse racionalmente hasta Dios, todos los cuales aplican el principio
de causalidad. Las vías recorren de forma explicita los caminos que sigue
naturalmente la razón humana para concluir que existe el ser supremo y
presentan una estructura más o menos semejante, que es la siguiente:
• Se parte
siempre de un fenómeno natural que sea observado es decir, un hecho de
experiencia sensible que hay que describir en términos metafísicos.
• A este
hecho de experiencia se le aplica siempre el principio de causalidad. Este
exige a cada fenómeno una causa proporcionada, Santo tomas entiende que la
causa es siempre superior al efecto, ya que este ultimo depende de esta. Este
principio de causalidad adquiere diversas modalidades o formulaciones según el
fenómeno que se considere.
• Se afirma
que es imposible remontarse al infinito en la serie de las causas, ya que si no
existiera una causa primera no podrían tener lugar todas las demás y tampoco
sus respectivos efectos. Pero como nosotros somos capaces de percibir esos
efectos mediante nuestra experiencia sensible es necesaria la existencia de esa
causa primera para explicar este efecto.
• Por
ultimo, se llega a la conclusión de que esa causa inmutable, imperecedera y
eterna es Dios, siendo éste, el ser y la esencia en si mismo.
La primera y
la segunda se basan, respectivamente, en el movimiento y en la causalidad, y
dependen de Aristóteles.
La primera,
parte de la premisa: “Todo lo que se mueve es movido por otro”, y lleva hasta
Dios como Primer Motor, fundamento de todo cambio.
Siguiendo a
Aristóteles, Tomás de Aquino distingue dos dimensiones en toda realidad
(excepto Dios): el acto o principio activo en virtud del cual cada realidad es
lo que es y la potencia, dimensión de inercia, de posibilidad o momento de
no-ser relativo en virtud del cual esa realidad puede cambiar. Así, toda cosa
está en acto respecto de sí misma, y en potencia de ser otra cosa. El
movimiento es, pues, el paso de la potencia al acto; es decir, la actualización
o realización de esa potencia que cada cosa tiene de llegar a ser otra. El
movimiento de un móvil siempre exige un motor, como la actualización de la
potencia exige un acto. Dios aparece entonces, más allá de la serie de actos y
motores intermedios, como el Acto Puro o Primer motor inmóvil.
La segunda,
parte de la premisa: “Nada puede ser causa de sí mismo”, y lleva hasta Dios
como Primera Causa, fundamento de todo efecto. Esta vía presenta una simetría
perfecta en relación con la anterior.
Digamos
ahora que, Aristóteles y Tomás de Aquino, al preguntar por las causas del
movimiento, se salen de la Física y llegan a la metafísica de dios como motor
del universo.
La tercera
vía, parte de la premisa siguiente: “Aquello que es posible que no sea, alguna
vez llega a no ser”, y lleva hasta Dios como Ser necesario, fundamento de toda
contingencia.
En
filosofía, se llama contingente a aquello que es, pero podría no ser; el ser
contingente se opone al ser necesario, que no sólo es, sino que no puede no
ser, es decir, que tiene que ser. Pues bien, el hecho de que las cosas nazcan y
mueran prueba que su existencia no es necesaria, sino contingente. Pero si no
hubiese nada necesario, ¿en que se fundamentarían estos seres, que, teniendo la
posibilidad de no ser, no pueden existir siempre y habrían vuelto ya a la nada,
al realizarse en algún momento tal posibilidad? Dios es, pues, esa causa
necesaria que mantiene a los seres contingentes en el ser.
La cuarta y
la quinta vía, basadas en los grados de perfección y en el orden armonioso del
mundo, dependen de Platón.
La cuarta
vía parte de la premisa: “Los distintos grados de perfección de las cosas
presuponen un grado máximo que será la causa de los grados menores, y lleva
hasta Dios como ser perfectísimo, fundamento de toda perfección.
La quinta
vía parte del orden final, inteligente, que cabe observar en el mundo, y
lleva hasta Dios como ser inteligente, que ordena las cosas naturales a un fin.
Más tarde, Kant criticará esta prueba, aunque reconociendo su carácter
relativamente razonable y sensato. En efecto, según Kant, ese orden del mundo
es relativo, pues también incluye desorden; además, la finalidad que creemos
ver realizada en la Naturaleza, puede deberse a una ilusión antropomórfica; por
último, el argumento demostraría, como mucho, la existencia de un Arquitecto u
Ordenador del universo, de un Demiurgo sabio y poderoso, pero no de un creador
del mundo, omnisciente y omnipotente.
VIAS
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1º NATURALEZA
Se observa
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2º
Principio de causalidad
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3º
Imposibilidad de una cadena infinita de causas
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4º
Demostración
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1
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Movimiento
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Todo
movimiento es efecto de un motor
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Motrices
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Primer
motor
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DIOS
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2
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Causalidad
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Todo efecto
procede de una causa previa
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Eficientes
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Causa 1ª
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3
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Contingencia
|
Todo ser
contingente procede de otro previo
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Seres
contingentes
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Ser
Necesario
|
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4
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Perfección
|
Todo nivel
de perfección participa de un ser perfecto superior
|
Seres
perfectos
|
Ser
Perfecto
|
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5
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Orden
|
Todo nivel
inferior en el orden de los seres depende de otro superior
|
Niveles de
orden
|
Fin último
|
Tema.
Teología revelada y teología racional o teodicea.
La teología
es el conocimiento de Dios y de las verdades reveladas. Santo Tomás utiliza más
las expresiones “doctrina sagrada” y “doctrina cristiana”
que la de “teología” para referirse a toda la enseñanza cristiana relativa a la
salvación y que, en último término, descansa en la revelación.
Considera que existe un doble orden de verdades relativo a Dios: las que sobrepasan la capacidad de
la razón humana (que Dios es uno y trino, por ejemplo); las que pueden ser
alcanzadas por la razón natural (como la existencia y la unidad de Dios). Teniendo
en cuenta este doble orden de conocimiento podemos distinguir dos tipos
distintos de teología: la teología racional o natural: intenta
llegar a Dios a partir de las fuerzas meramente naturales como es la razón; la
teología sobrenatural o teología de la fe: tiene como fundamento las
verdades reveladas y la fe.
Sin embargo, en la primera es también importante la fe porque puede orientar a
la razón tanto para preservarla de errores como para indicarle el camino que
debe seguir y el término al que debe llegar; y en la segunda es importante la
razón pues el teólogo puede utilizar esta facultad natural para ordenar y
sistematizar los conocimientos, para aclararlos o explicarlos hasta donde sea
posible y para defender a la teología de los argumentos contrarios.
La teología es la ciencia o conocimiento superior, y ello, dice Santo
Tomás, por dos razones: por la dignidad de la materia que trata (Dios) y por la
certeza que contiene, pues se funda en la luz del propio Dios, que es
infalible. Es también sabiduría, y ello en grado sumo, pues la sabiduría
es el conocimiento de cada cosa concreta por las causas más altas, y Dios es la
causa primera y más alta de todo. Así pues, la teología revelada está
íntimamente vinculada a la fe, mientras que la teodicea lo está a la razón.
Preguntar
por las relaciones entre TR y T es, por tanto, lo mismo que preguntarse por las
relaciones entre fe y razón. Esta cuestión está ligada a la cuestión de si la
existencia de Dios es o no evidente. La posición del aquinate es que hay que
alcanzarla mediante el razonamiento. (Art. 2). ¿De qué género es el
razonamiento que nos permitirá demostrar la existencia de Dios? Esta es la
cuestión que afronta el citado artículo.
La primera
de las dificultades que se presentan respecto de la demostrabilidad de la
existencia de Dios es clara: “La existencia de Dios es un artículo de fe”. Es
decir, objeto de la teología revelada. En la solución primera, Tomás de Aquino
despachará esa objeción al establecer la neta distinción entre artículo de fe y
preámbulo al artículo de fe.
Prosigamos,
pues, señalando cómo trata dicho problema. Para Tomás de Aquino se debe
distinguir entre verdades que son objeto de la razón y verdades que lo son de
la fe. Fe y Razón son dos facultades distintas de conocimiento. Verdades como
“Dios es uno y trino” o “Dios se encarnó en hombre”, no pueden ser sabidas y demostradas
por la razón natural del hombre: sólo pueden ser creídas, es decir, a ellas
sólo se puede acceder por la fe.
Ahora bien,
el aquinate, siguiendo a Aristóteles, sostiene que enunciados como “Dios
existe”, y otras relativas a los atributos de Dios, sí son susceptibles de
prueba o demostración racional: de ahí la posibilidad de una teología natural,
racional o filosófica que funcione como preámbulo o introducción a la Teología
sobrenatural, revelada o religiosa.
Esto no
significa que proposiciones como “Dios existe” u otras semejantes no esté
garantizadas por la Fe: lo están en efecto; y esto es muy conveniente para
nosotros desde el momento en que la Razón humana es falible y en peligro de
errar.
Así pues, la
relación entre Razón y Fe ha de ser armoniosa. No pueden entrar en colisión, al
menos de derecho, ya que la Verdad es Una. Tomás de Aquino caracteriza esta
armonía en los siguientes términos:
a. Las verdades
de la Fe no son verdades contra la razón sino sobre la razón. Son verdades
sobrenaturales, no antinaturales.
Más tarde,
Lutero y el protestantismo sostendrá, desde un irracionalismo fideísta, que la
Fe violenta la Razón, que creer es creer contra la Razón, y que esto constituye
un verdadero suicidio intelectual. De ahí, la grandeza del hombre religioso.
b. Cuando hay
conflicto entre Razón y Fe, dicha oposición hay que tomarla como algo aparente,
pues se resuelve fácilmente imputándole error a la Razón. Es decir, si la Razón
llega a contradecir a la Fe, es la Razón la que está equivocada, no la Fe.
El aquinate, para quien la Verdad es Una, polemiza con los Averroístas
de la Universidad de París, refutando la Teoría de la Doble Verdad, según la
cual, una proposición puede ser verdadera en Filosofía y falsa en Teología.
Esta teoría tenía una función muy concreta: permitía la libertad de
investigación en materia filosófica, aunque ésta llegara a conclusiones
diferentes a las de la Fe. Sin embargo, a partir de la Edad Moderna, cuando se
de una contradicción entre lo que dicta la Fe y lo que descubre la Razón, el
conflicto se resolverá haciendo una interpretación de la Biblia que sea
conciliable con el espíritu de la Ciencia.
Tenemos pues
que Razón y Fe son distintas y que existe una relación armónica entre ambas. El
Aquinate intenta ir más allá señalando que deben colaborar. Y esta colaboración
se lleva a cabo en un doble sentido. En primer lugar, la Razón colabora con la
fe de tres maneras:
a.
La Razón demuestra los preámbulos de la fe, es decir,
las proposiciones cuya demostración es necesaria a la Fe misma. No podemos
creer en lo que Dios ha revelado, si antes no sabemos que Dios existe, que es
Uno, que es Inteligente, etc.
b.
La Razón, la filosofía, puede utilizarse para aclarar
mediante comparaciones o analogías las verdades de la Fe. Quede claro que
estamos hablando de un cierto “esclarecimiento” del Misterio, pero no de su
racionalización.
c.
Rebatiendo las objeciones contra la Fe, demostrando
que son falsas o, al menos, que no tienen fuerza demostrativa. En este punto
hay que hacer una nueva matización: la Razón no demuestra la fe, sino que
refuta a aquellos que la niegan.
Y la Fe
colabora con la razón presentándose como criterio o norma negativa de verdad.
Así, un filósofo puede saber, gracias a la Fe, si su filosofía contiene
errores: contendrá tantos errores como puntos de fricción con la Fe presente.
Después de
lo dicho, podemos ya afirmar que la cuestión de la demostración de la
existencia de Dios es uno más de los modos en que la Razón colabora con la Fe.
Bien entendido que dicha demostración no es requisito indispensable para tener
por cierto que Dios existe, puesto que cabe, sin embargo, que alguien acepte
por fe lo que de suyo es demostrable. En efecto, para Tomás de Aquino, está en
juego la salvación del hombre, y aunque un hombre en su sano juicio puede tras
un proceso reflexivo llegar a la conclusión de que dios existe, también es
cierto que cualquier hombre por un simple acto de fe puede alcanzar las
verdades a que llega, tras devanarse los sesos, el más inteligente de los
filósofos. En definitiva, la Fe es un atajo que ahorra los esfuerzos que la
Razón precisa para llegar a la Verdad.