Relativismo
Con el término relativismo nos referimos, en
general, a toda posición filosófica que niega la existencia de verdades
absolutas, ya sea en el ámbito del conocimiento, de la moral o de la
metafísica. Se considera que fue Protágoras de Abdera el primer defensor del
relativismo, reflejado en su afirmación "el hombre es la medida de todas
las cosas: de las que son, en cuanto que son, y de las que no son, en cuanto
que no son". El relativismo es una doctrina
filosófica que niega que existan verdades o conocimientos de tipo
universal, sino que son relativas, subjetivas, dependientes del contexto o de
la cultura.
No habría verdaderas universales u objetivas, como sí sostiene el objetivismo.
El relativismo cultural es una corriente de pensamiento que postula la idea de
que cada cultura debe entenderse dentro de sus propios términos y subraya la
imposibilidad de establecer un punto de vista único y universal en la
interpretación de las culturas. En la posición contraria, se sitúa el universalismo
cultural —de cariz positivista— que afirma la existencia de valores,
juicios morales y comportamientos con valor absoluto y, además, aplicables a
toda la humanidad.
E. Sapir y B. L. Whorf, defendieron la idea —la
llamada hipótesis de Sapir-Whorf, enunciada en 1940— de que la estructura de la
lengua usada habitualmente por un hablante influye en su manera de pensar y de
comportarse. Según esta hipótesis, algunas ideas y conceptos culturales son
difíciles de traducir a otra lengua, debido a que las diferencias de estructura
de las lenguas implicadas limitan la traducción. Sapir estaba convencido de que
la lengua es una condición indispensable para el desarrollo de la cultura y
Whorf afirmaba que la estructura de cualquier lengua contiene una teoría de la
estructura del universo, que se hace evidente en la comparación de lenguas y
culturas diferentes de la propia. Esta hipótesis fue objeto de variadas y
encendidas críticas surgidas de la atmósfera positivista imperante en esos
años, en los que la idea de la lengua como determinante del pensamiento era
inaceptable. En la actualidad, la imposibilidad de traducción de conceptos de
una lengua a otra o la falta de entendimiento entre hablantes de diferentes
lenguas se explica con la pertenencia a diferentes maneras de ver e interpretar
los acontecimientos de dichos hablantes y no por la diferencia de estructuras
de las lenguas implicadas.
El relativismo ético proclama, que dado que las creencias
morales son relativas a cada cultura, lo correcto o incorrecto va a depender de
lo que cada sociedad así considere. Los enunciados éticos carecen de
contenido cognitivo, y por lo tanto no son ni verdaderos ni falsos. Se originan
en las emociones y en las actitudes de quienes los emiten. Ninguna cultura por
lo tanto puede imponer sus normas éticas sobre otras por considerarlas
superior.
El relativismo lingüístico sostiene la influencia de la lengua materna sobre el
modo de razonamiento de las personas, haciendo que dependa de qué lengua se
hable de modo originario, cómo pensemos y veamos el mundo.
La máxima crítica
que recibe el relativismo es que aseguran como verdad absoluta, la inexistencia
de verdades absolutas; por lo cual esa afirmación también debería tomarse como
relativa.