NOCIÓN:
Los prisioneros y las sombras
Según narra el mito de la caverna, los prisioneros se encuentran encadenados desde su nacimiento. Si la caverna representa el mundo sensible, los prisioneros simbolizan a los hombres ignorantes que viven confortablemente en su mundo de prejuicios (ligaduras) constituido por el mero conocimiento sensorial. Así pues, perciben una falsa realidad aunque ellos la consideran verdadera.
Platón nos explica los grados de
conocimiento y de realidad mediante la alegoría de la línea. Representemos en
una línea recta los dominios de lo sensible y lo inteligible. Sobre la parte de
la línea que representa el mundo sensible tendremos dos divisiones: la primera
correspondiente a las imágenes de los objetos materiales -sombras, reflejos en
las aguas o sobre superficies pulidas- y la segunda correspondiente a los
objetos materiales mismos, a las cosas o fenómenos -obras de la naturaleza o
del arte-. Los grados de conocimiento: eikasia o conjetura y pistis o creencia,
se corresponden con las sombras y los objetos del mundo sensible, respectivamente.
Y proporcionan opinión o doxa. La doxa es inferior a la episteme o conocimiento
racional. Y dentro de la doxa, la eikasia es el nivel más bajo de conocimiento,
el cual coincide con el nivel inferior de la realidad. Los prisioneros se encuentran en el ámbito de
la doxa, es decir, en el mundo sensible: material, corruptible y sometido a un
perpetuo devenir. Desde su nacimiento perciben sólo las sombras proyectadas
sobre el muro. No conocen la verdadera realidad (Ideas) sino una copia (sombras)
de la copia (objetos o fenómenos).
Platón
introduce, influido por los pitagóricos, la idea de alma, que es novedosa en la
cultura griega. El alma, preexistente al cuerpo, es eterna y su lugar
natural es el mundo suprasensible de las ideas. El prisionero representa ese
estado en el que el cuerpo es la cárcel del alma, constituye un estorbo para
ella, pues las pasiones la arrastran
impidiéndole la contemplación de las ideas. El cuerpo pertenece al mundo
sensible, es, por tanto, imperfecto, sus conocimientos son meras sombras
(eikasia) de la verdadera realidad, que no se capta con los sentidos, sino con
la razón. El alma tiene como tarea el conocimiento de lo que es eterno e inmutable. Pero
el alma, prisionera del cuerpo, como el “prisionero” en la caverna, añora el
mundo inteligible y desea volver de nuevo él. Para ello, debe liberarse del
cuerpo y sus pasiones, como el “prisionero” de sus ligaduras. La salida del
prisionero de la caverna coincide con el proceso de purificación (catarsis) que
debe experimentar el alma para volver al mundo inteligible. De igual modo, sobre la parte de la línea que
representa el mundo inteligible, la primera división corresponderá a las
imágenes (objetos lógicos y matemáticos), y la segunda a los objetos reales,
las Ideas. Estos dos grados de conocimiento: dianoia y noesis,
proporcionan ciencia o episteme. El verdadero conocimiento debe tratar sobre el
ser, no sobre el devenir, y no puede estar sometido a error, ha de ser
necesario. El conocimiento sensible, propio del prisionero o ignorante no es
verdadero conocimiento ya que su objeto no son las ideas, inmutables y eternas,
sino los fenómenos, mutables y perecederos: las imágenes u objetos, representados
en el Mito de la caverna por las “sombras”.
Desde
el punto de vista político, la caverna representa una polis que no se ajusta al
ideal de Estado justo. Y el prisionero simboliza el ciudadano sometido a un
gobierno injusto. El ideal de Polis ideal exige que el prisionero liberado (el
filósofo) retorne a la caverna a fin de liberar a sus compañeros y los integre
en una forma de gobierno que transforme la caverna en república: una polis en
la que los filósofos gobiernen constituyendo un régimen aristocrático basado en
la armonía entre las tres clases sociales propuestas por Platón según el tipo
de alma predominante: gobernantes (alma racional), guardianes (alma irascible)
y trabajadores (alma concupiscible).
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