Tema
4. David Hume
Texto: - Investigación sobre el conocimiento humano, sección
2, “Sobre el origen de las
ideas” (trad. J. Salas
Ortueta, Madrid, Alianza, 1997, pp. 33-36).
Nociones:
- Impresiones
e ideas.
- Límite
del pensamiento y principio de copia.
Temas:
- La
experiencia como origen del conocimiento.
- La crítica de los conceptos metafísicos.
TEXTO
Esquema
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HUME, Investigación sobre el conocimiento
humano, sección 2, “Sobre el origen de las ideas” (trad. J. Salas
Ortueta, Madrid, Alianza, 1997, pp. 33-36).
“He aquí, pues, que podemos dividir todas las
percepciones de la mente en dos clases o especies, que se distinguen por sus
distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas
comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie
carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según
creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo
un término o denominación general. Concedámosnos, pues, a nosotros mismos un
poco de libertad, y llamémoslas impresiones, empleando este término en
una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión, pues,
quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o
sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. Y las impresiones se
distinguen de las ideas que son percepciones menos intensas de las que
tenemos conciencia, cuando reflexionamos sobre las sensaciones o movimientos
arriba mencionados.
Nada puede parecer, a primera vista, más ilimitado
que el pensamiento del hombre que no sólo escapa a todo poder y autoridad
humanos, sino que ni siquiera está encerrado dentro de los límites de la
naturaleza y de la realidad. Formar monstruos y unir formas y apariencias
incongruentes, no requiere de la imaginación más esfuerzo que el concebir objetos
más naturales y familiares. Y mientras que el cuerpo está confinado a un
planeta a lo largo del cual se arrastra con dolor y dificultad, el
pensamiento, en un instante, puede transportarnos a las regiones más
distantes del universo; o incluso más allá del universo, al caos ilimitado,
donde según se cree, la naturaleza se halla en confusión total. Lo que nunca
se vio o se ha oído contar, puede, sin embargo, concebirse. Nada está más
allá del poder del pensamiento, salvo lo que implica contradicción absoluta.
Pero, aunque nuestro pensamiento aparenta poseer
esta libertad ilimitada, encontraremos en un examen más detenido que, en
realidad, está reducido a límites muy estrechos, y que todo este poder
creativo de la mente no viene a ser más que la facultad de mezclar,
trasponer, aumentar, o disminuir los materiales suministrados por los
sentidos y la experiencia. Cuando pensamos en una montaña de oro, unimos dos
ideas compatibles: oro y montaña, que conocíamos previamente.
Podemos representarnos un caballo virtuoso, pues de nuestra propia
experiencia interna (feeling) podemos concebir la virtud, y ésta la
podemos unir a la forma y figura de un caballo, que es un animal que nos es
familiar. En resumen, todos los materiales del pensar se derivan de nuestra
percepción interna o externa. La mezcla y composición de ésta corresponde
sólo a nuestra mente y voluntad. 0, para expresarme en un lenguaje
filosófico, todas nuestras ideas, o percepciones más endebles, son copias de
nuestras impresiones o percepciones más intensas.
Para demostrar esto, creo que serán suficientes los
dos argumentos siguientes. Primero, cuando analizamos nuestros pensamientos o
ideas, por muy compuestas o sublimes que sean, encontramos siempre que se
resuelven en ideas tan simples como las copiadas de un sentimiento o estado
de ánimo precedente. Incluso aquellas ideas que, a primera vista, parecen las
más alejadas de este origen, resultan, tras un estudio más detenido,
derivarse de él. La idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente
inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de
nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de
bondad y sabiduría. Podemos dar a esta investigación la extensión que
queramos, y seguiremos encontrando que toda idea que examinamos es copia de
una impresión similar. Aquellos que quisieran afirmar que esta posición no es
universalmente válida ni carente de excepción, tienen un solo y sencillo
método de refutación: mostrar aquella idea que, en su opinión, no se deriva
de esta fuente. Entonces nos correspondería, si queremos mantener nuestra
doctrina, producir la impresión o percepción vivaz que le corresponde.
En segundo lugar, si se da el caso de que el hombre,
a causa de algún defecto en sus órganos, no es capaz de alguna clase de
sensación, encontramos siempre que es igualmente incapaz de las ideas
correspondientes. Un ciego no puede formarse idea alguna de los colores, ni
un hombre sordo de los sonidos. Devuélvase a cualquiera de estos dos el
sentido que les falta; al abrir este nuevo cauce para sus sensaciones, se
abre también un nuevo cauce para sus ideas y no encuentra dificultad alguna
en concebir estos objetos. El caso es el mismo cuando el objeto capaz de
excitar una sensación nunca ha sido aplicado al órgano. Un negro o un lapón
no tienen noción alguna del gusto del vino. Y, aunque hay pocos o ningún
ejemplo de una deficiencia de la mente que consistiera en que una persona
nunca ha sentido y es enteramente incapaz de un sentimiento o pasión propios
de su especie, sin embargo, encontramos que el mismo hecho tiene lugar en
menor grado: un hombre de conducta moderada no puede hacerse idea del deseo
inveterado de venganza o de crueldad, ni puede un corazón egoísta vislumbrar
las cimas de la amistad y generosidad. Es fácil aceptar que otros seres
pueden poseer muchas facultades (senses) que nosotros ni siquiera
concebimos, puesto que las ideas de éstas nunca se nos han presentado de la
única manera en que una idea puede tener acceso a la mente, a saber, por la
experiencia inmediata (actual feeling) y la sensación”.
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Tipos de percepciones: Ideas e impresiones. Criterio de distinción.
La APARENTE capacidad ilimitada DEL PENSAMIENTO frente a las limitaciones
de la realidad. El principio de contradicción.
¿En qué consiste la creatividad del pensamiento? Los límites que marca la
experiencia.
Principio de copia: Toda idea se
deriva de una impresión.
El análisis de las percepciones muestra que toda idea compleja se reduce
a ideas simples y estas a impresiones.
Si no hay sensación no hay percepciónes
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CONTEXTUALIZACIÓN
El filósofo escocés David Hume (1711-1776) desarrolla
su obra durante el siglo XVIII, en el seno de la corriente empirista y llevando
a la práctica los principios fundamentales que caracterizaban la Ilustración.
Se trata de un siglo de recuperación económica y de explosión demográfica, una
época de grandes transformaciones, que se aceleran sobre todo a partir de
1750.Es la época en la que Adam Smith elabora sus tesis liberales*, en la que
se inicia la revolución industrial con la invención por Watt de la máquina de
vapor .Desde el punto de vista social, se agudiza la crítica a la sociedad
estamental, que acabarán provocando la Revolución Francesa y la sustitución de
las doctrinas del origen divino del poder por las contractualistas**. Desde el
punto de vista científico, Newton dará el impulso definitivo al desarrollo de
la ciencia moderna.
*¿Cuáles son
las tesis liberales de A. Smith?
** ¿Qué es el
contractualismo?
Hume, como filósofo empirista compartía con John Locke el rechazo del dogmatismo de quienes se empeñan en hacer un uso inapropiado de la razón para mostrar una seguridad absoluta en el conocimiento, sin tener en cuenta cómo piensan y actúan los seres humanos. Desde este posicionamiento, adoptará una actitud epistemológica que le abocará a una crítica radical de la metafísica y moral tradicional y una defensa de la tolerancia fundamentada en la creencia y la probabilidad frente al dogmatismo. La finalidad de Hume coincide con los ideales de la Ilustración, la cual proclama la libertad, la tolerancia y la supresión de la superstición frente al fanatismo que habían alimentado las guerras y la intolerancia en Europa. La vida de Hume, pues, se desarrolla en pleno s. XVIII, el llamado Siglo de las luces o de la Ilustración. Inglaterra en esta época vive una situación sociopolítica peculiar, que difiere del resto de Europa. En efecto, si en el continente prevalece el absolutismo, en Inglaterra, unas décadas antes, había tenido lugar la revolución burguesa, cuyo objetivo era obtener derechos individuales, intervención del pueblo en la legislación, abolición de los monopolios del Estado, etc. En el año 1688 aconteció la Gloriosa Revolución. En adelante la monarquía será parlamentaria y constitucional consagrándose la supremacía del Parlamento, y proclamándose en 1689 la Declaración de Derechos. El triunfo de la revolución supuso el triunfo de las libertades políticas, religiosas y económicas. La clase más beneficiada fue la burguesía (comercial, terrateniente e industrial), a la que pertenecía Hume.
En 1734 se retira a Francia, donde escribe su primera
obra, Tratado acerca de la naturaleza
humana. Tres años más tarde vuelve a Londres a publicarla, pero el fracaso
fue total. En 1752 publica sus Discursos
Políticos y crece su fama. Se le pide a la Iglesia Anglicana que lo
excomulgue por sus escritos “subversivos
contra la religión y la moral”. La Iglesia católica le incluye en el índice
de los libros prohibidos. Intenta repetidas veces hacerse con las cátedras de
Ética y Lógica en la Universidad, pero es rechazado “por sus ideas heréticas”. Otras obras importantes son: Investigación sobre los principios de la
moral, Diálogos sobre la religión natural e Investigación sobre el entendimiento
humano.
Suele caracterizarse al empirismo inglés
contraponiéndolo al racionalismo continental (Descartes, Leibniz, Spinoza).
Ambos coinciden en señalar que el objeto del conocimiento son las ideas
(IDEALISMO); pero, mientras los racionalistas sostienen el origen innato de
éstas, los empiristas consideran que todas las ideas provienen de la
experiencia. La experiencia es para estos últimos la fuente, el criterio de
validez y el límite mismo del conocimiento.
El llamado empirismo inglés desarrolla desde John Locke (1632-1704) una
fuerte polémica contra aspectos centrales del racionalismo y, en general, una
crítica de la metafísica. Sin embargo, sería equivocado contraponer empirismo a
racionalismo, como si el primero fuera meramente una filosofía contraria a la
razón. El empirismo no niega la razón, sino que considera que su ámbito
de aplicación se reduce a plantearse la verdad o falsedad de los juicios, los
cuales han de referirse, en última
instancia, a la experiencia. Además,
el empirismo critica la metafísica como construcción especulativa desgajada de
la observación y muestra interés por problemas del mundo humano (ética,
política, religión), que intenta clarificar mediante el análisis crítico.
Pretende con ello sustituir el apriorismo racionalista y las actitudes
fanáticas y entusiastas (basadas en la presunta asistencia del espíritu divino)
por un tratamiento empírico-histórico de los problemas. Por otro lado, si los
racionalistas consideran la matemática como modelo de saber y adoptan, como ideal
de método, el método deductivo, propio de ésta; los empiristas se orientan en
el sentido de la ciencia física (Boyle, Newton) y adoptan como ideal de método,
el método inductivo. La deducción queda confinada al ámbito del saber
matemático; el conocimiento factual consiste, en cambio, en generalizaciones a
partir de la experiencia. Si para los racionalistas, por tanto, la filosofía ha
de adecuarse al modelo matemático, para los empiristas ha de seguir el de las
ciencias naturales.
Hume influyó decisivamente en Kant, al que despertó de
su “sueño dogmático”. De hecho el Idealismo trascendental kantiano se
fundamenta en el principio de que todo nuestro conocimiento comienza con
la experiencia (aunque no todo conocimiento provenga de ella).
Sus ideas se han prolongado en filósofos como Russell
o Popper, y la crítica al razonamiento
inductivo ha jugado un importante papel en la filosofía de la
ciencia. A la vez, el cuestionamiento del razonamiento causal que subyace a su
filosofía y la crítica a ideas como la
de sustancia o yo, han sido debatidas a lo largo de toda la historia de
la filosofía. En el terreno de la ética su propuesta es conocida como
emotivismo moral***. Las aportaciones de este autor en temas como la historia,
la religión o la política no han recibido la atención que debieran, debido
probablemente a que estas ideas han sido eclipsadas por el empirismo. Pese a
esto la crítica que plantea a la religión y su defensa de la necesidad de
adoptar un enfoque histórico para comprender el origen y desarrollo de aspectos
culturales, religiosos o políticos, recobrarían después una especial relevancia
en todo el siglo XIX, tanto en los filósofos de la sospecha (Marx, Freud,
Nietzsche) como en las corrientes historicistas.
***Falacia naturalista y emotivismo moral. El emotivismo moral se opone al
intelectualismo moral. Esta última teoría moral afirma que la condición necesaria y suficiente
para la conducta moral es el conocimiento; por ejemplo, que para ser buenos es
necesario y suficiente el conocimiento de la bondad. Esta teoría parece
contraria a las ideas corrientes pues para la mayoría de las personas se puede
ser malo sabiendo sin embargo qué es lo que se ha de hacer, cuál es nuestro
deber. El emotivismo moral se acerca mucho más a la concepción corriente o de sentido común al desatacar la importancia de la
esfera de los sentimientos y las emociones
en la vida moral. Hume es su más importante defensor en la filosofía moderna.
La moral descansa fundamentalmente en los sentimientos: Hume
creerá que hay sentimientos morales, sentimientos que se despiertan en nosotros
con ocasión de la percepción de ciertas acciones o cualidades de las personas.
El sentimiento moral básico es el que denomina “humanidad”:
sentimiento positivo por la felicidad del género humano, y resentimiento por su
miseria. Llamamos acciones virtuosas a todas las acciones que despiertan en
nosotros dicho sentimiento, y vicios a las que despiertan en nosotros el
sentimiento negativo
(1)
Nociones: impresiones e ideas
Elementos
del conocimiento.- Mira
este folio y cierra a continuación los ojos tratando de imaginarlo. En los dos
casos lo estarás percibiendo (o conociendo), si bien entre ambos existe una
notable diferencia: la percepción del folio es más viva cuando lo vemos que
cuando lo recordamos. Hume considera que las percepciones
son los elementos
del conocimiento. Pero distingue dos tipos de percepciones: las impresiones
oconocimiento que
nos proporcionan los sentidos en el presente y las ideas o huellas o
representaciones mentales de impresiones que hemos tenido en el pasado. Por
tanto, las ideas provienen de las impresiones, y a toda idea le orresponde una
impresión de la que procede.
El
criterio para diferenciar impresiones e ideas es la vivacidad. Las impresiones
son más vivas, las ideas son más débiles, confusas e imprecisas. Las ideas no
se encuentran sueltas en nuestro entendimiento, sino asociadas unas a otras.
Tipos
de conocimiento.- hume
distingue dos tipos de conocimiento: el de relaciones existentes entre ideas y
el conocimiento factual, de hechos.
a)
Relaciones de ideas:
es el conocimiento que no se refiere a hechos, sino a la relación existente
entre ideas. Aunque estas ideas (como todas) procedan, en último término, de la
experiencia, la relación existente entre las mismas es, en cuanto tal,
independiente de los hechos. A este tipo de conocimiento pertenecen la lógica y
las matemáticas.
Sus afirmaciones son ciertas de modo demostrativo, sin necesidad de referirse a
hechos.
Si
tomamos el caso de las matemáticas, sin negar su aplicabilidad a la ciencia, a
los hechos, insiste H. en que en sí mismas están vacías de contenido factual,
empírico. Decir que “4 + 3 = 7” no es en sí mismo decir nada acerca de cosas
existentes; la verdad de la conclusión depende simplemente del significado de
los términos y de si la relación entre ideas es adecuada.
Los
juicios de las matemáticas son ANALÍTICOS. Son juicios en los cuales el
predicado se limita a explicitar aquello que está implícito en el sujeto.
b)
Conocimiento de hechos:
es el conocimiento referido a impresiones. Comprobamos su verdad recurriendo a
la experiencia. Introduce H. un criterio tajante para
decidir acerca de la verdad de nuestras ideas: ¿Queremos saber si una idea
cualquiera es verdadera? Muy sencillo: comprobemos si procede de alguna
impresión. Si podemos señalar la impresión correspondiente, estaremos ante una
idea verdadera; en caso contrario, estaremos ante una ficción. Nuestros
conocimientos están, pues, limitados por las impresiones.
El
conocimiento de hechos se expresa en juicios SINTÉTICOS. El predicado amplía la
información que aporta el sujeto.
(2) Nociones Límites del pensamiento y principio de copia
El
principio de copia es el criterio empirista de conocimiento: es legítima sólo
aquella idea que tenga a su base una impresión. Hume utiliza este criterio para
examinar las nociones tradicionales de la metafísica, es decir, para decidir la objetividad y validez de las ideas.
Cuando queremos averiguar si una idea tiene validez objetiva (es decir, si
puede formar parte de una descripción del mundo correcta, si podemos obtener
conocimiento de la realidad a la que se refiere, y no es más bien producto de
la imaginación o del prejuicio) podemos seguir la siguiente regla: examinemos si a la base de dicha idea se
encuentra una impresión: si encontramos una impresión que pueda corresponder a
dicha idea, entonces la idea será legítima; si no la encontramos, entonces será
ilegítima. Dicho en términos más sencillos: una idea es legítima en el
caso de que podamos tener una sensación del objeto al que se refiere. Como se
puede observar fácilmente, este criterio resume la tesis esencial del punto de
vista empirista: solo se puede conocer
aquello que se puede percibir.
Es preciso tener en
cuenta que este criterio se utiliza exclusivamente para valorar las ideas y supuestos
conocimientos que pretenden referirse a objetos del mundo, pues no hay que
olvidar que para Hume también son válidos los conocimientos referidos a las
relaciones entre las propias ideas (como el matemático). Utilizando el criterio empirista del
conocimiento, Hume criticará gran parte de los conceptos tradicionales de la filosofía:
el concepto o idea de Dios, del alma, del yo como substancia, de la idea de
substancia, de la causalidad entendida como vínculo necesario entre dos sucesos
o dos objetos, del mundo exterior. No tenemos experiencia de Dios, ni del yo,
ni del mundo. La experiencia es, pues, el límite del conocimiento. Y Dios, el
yo y el mundo, se encuentran más allá de ella. Juicios tales como “Dios
existe”, no son verdaderos ni falsos. Simplemente, para el empirismo, no tienen
sentido. Y un juicio para ser verdadero o falso, antes ha de tener sentido.
Los límites del
pensamiento, del conocimiento, vienen dados por la experiencia. Los temas
que trata la metafísica se refieren a “algo” que más allá de la experiencia, no
se relacionan con ninguna impresión. Por tanto, la metafísica no es
conocimiento, sus juicios carecen de sentido.
El siguiente texto del final de Investigación sobre el entendimiento humano
resume de modo gráfico la crítica de Hume a la metafísica tradicional:
“Si tomamos en nuestras manos un libro cualquiera,
de teología o de metafísica por ejemplo, preguntémonos: ¿contiene un
razonamiento abstracto relativo a una cantidad o a un número?; no. ¿Contiene un
razonamiento fundado en la experiencia, relativo a hechos prácticos o la
existencia?; no. Echadlo, pues, a las llamas ya que no puede contener más que
sofismas e ilusiones”.
(1)
Tema: la experiencia como origen del conocimiento
A
diferencia del racionalismo, que afirmaba que la razón era la fuente del
conocimiento, el empirismo tomará la experiencia como la fuente y el límite de
nuestros conocimientos. Ello supondrá la crítica del innatismo, es decir, la
negación de que existan "ideas" o contenidos mentales que no procedan
de la experiencia. Cuando nacemos la mente es una "tabula rasa" en la
que no hay nada impreso. Todos sus contenidos dependen, pues, de la
experiencia. En el caso de Hume, la experiencia está constituida por un
conjunto de impresiones, cuya causa desconocemos y, estrictamente hablando, no
debe identificarse con "el mundo", con "las cosas".
Por otra
parte, el empirismo no es sólo una actitud respecto al origen del conocimiento;
es también una toma de posición frente a los límites de éste. En efecto, para el empirismo
el conocimiento humano, que empieza inevitablemente por la experiencia, no debe
nunca rebasar los límites de ésta, pues sólo en ella se encuentra el
fundamento de su validez. En la experiencia está el fundamento y la raíz de
todo. No sólo la ciencia, también la ética, el derecho y hasta la religión se
verán forzados, violentados para constreñirse a los límites propios de la
experiencia sensible.
Para el
empirismo, la experiencia es sinónimo de percepción (o mejor, del cúmulo de
percepciones), tanto de la percepción externa como de la percepción interna.
La percepción externa nos permite el conocimiento
del mundo exterior y la percepción interna el conocimiento de nuestra propia
vida psíquica. Así pues, las dos tesis características del empirismo son:
·
la experiencia es el origen de nuestro conocimiento;
·
la experiencia es también su límite.
Los elementos básicos que forman el conocimiento
humano son las sensaciones pues nuestro conocimiento comienza con la
experiencia, es decir, sólo podremos conocer aquello que se muestre
en nuestra experiencia, no lo que esté más allá de ella.
Todos los empiristas aceptaron la primera tesis
citada más arriba: no existe en nuestra mente un conocimiento del mundo
anterior al trato o experiencia que tenemos de él, la mente es como un papel
en blanco; de este modo negaron el innatismo en el conocimiento (lo
contrario precisamente del racionalismo).
En cuanto a la segunda tesis, o afirmación de que
nada que no se ofrezca en la experiencia puede ser conocido, las posiciones de
los empiristas de esta época fueron distintas: Locke aceptó la posibilidad de
alcanzar realidades que están más allá de la experiencia, tanto las relativas
al alma y Dios como las relativas a la existencia del mundo material. Berkeley
consideró posible el conocimiento de las substancias espirituales, pero negó la
existencia del mundo material. Hume fue el filósofo más coherente al mostrar
que si aceptamos el valor de la experiencia como criterio de verdad y llevamos
hasta el final esta tesis, sólo podemos creer que existen nuestras propias
percepciones, por lo que debemos negar la posibilidad de conocer el
mundo físico, Dios y el alma humana, y concluir en un punto de vista claramente
fenomenista.
(2) David Hume: la crítica de la metafísica
CRÍTICA
A LA IDEA DE CAUSA.
El
conocimiento de hechos y la idea de causa. Aplicando el criterio epistemológico
establecido por Hume, el conocimiento de hechos queda limitado a las
impresiones actuales (lo que ahora vemos, oímos…) y a los recuerdos (ideas)
actuales de impresiones pasadas (lo que recordamos haber visto, oído,…), pero no puede haber
conocimiento de hechos futuros, ya que no poseemos impresión alguna de lo
que sucederá en el porvenir (es imposible tener impresiones de lo que aún
no ha sucedido).
Ahora
bien, aunque del futuro no tenemos experiencia, en nuestra vida contamos
constantemente con que en el futuro se producirán ciertos hechos. Por ejemplo,
si ponemos un recipiente de agua al fuego, contamos con que se calentará. Pero,
¿cómo podemos estar seguros de que el agua se va a calentar? Según Hume,
estamos seguros de que el agua se va a calentar porque el fuego es la causa de
que el agua se caliente (efecto). Es decir, todos nuestros
conocimientos sobre cuestiones de hechos se basan en la relación causa-efecto.
Causalidad
y “conexión necesaria”. ¿Cómo
entendemos la relación causa-efecto cuando pensamos que el fuego es la causa y
el calor el efecto? H. observa que esta relación se concibe erróneamente como
una conexión
necesaria (que no puede no darse). Esto quiere decir que el tipo de
relación que se establece entre causa y efecto no puede ser ocasional sino
necesaria. Así, cuando afirmamos que A es la causa de B, es porque pensamos que
siempre será y ha sido así. Por tanto, creemos saber cómo serán los
acontecimientos futuros porque entre causa y efecto existe una conexión necesaria,
es decir, dada la causa inevitablemente
se producirá el efecto.
Crítica
de la idea de conexión necesaria.
Aparentemente el problema de conocer acontecimientos futuros está resuelto con
la idea de conexión
necesaria entre causa y efecto. Pero si aplicamos el criterio de verdad de
Hume, observamos que no hay ninguna impresión de esta idea de conexión necesaria.
De los fenómenos sucesivos, uno de los cuales es causa del otro, sólo
percibimos la sucesión de ambos, pero no percibimos la conexión necesaria.
Por ejemplo, lo que nosotros percibimos es el fuego por una parte, y por otra
que los objetos situados junto al fuego se calientan, pero nunca hemos
observado que haya una conexión necesaria entre estos dos hechos. La conexión
entre ellos es algo que suponemos, pero que no podemos comprobar. No existe
ninguna impresión de la que pueda derivarse la idea de conexión necesaria.
La
idea de conexión necesaria al no provenir de una impresión, no es una idea
verdadera. Esto significa
que nunca vamos a
saber lo que va a ocurrir en el futuro. Del futuro no podemos tener certeza,
sino solo creencia y suposición. Todos creemos que si ponemos algo sobre el
fuego se calentará. Sabemos esto por el hábito o costumbre de observar como
siempre que ocurre lo primero, ocurre lo segundo, es decir, el hábito se forma al
observar repetidamente la sucesión de dos fenómenos, pero que entre ambos
exista una conexión necesaria es una suposición no verificable. .
LA
CRÍTICA A LA IDEA DE SUSTANCIA: yo, Dios y mundo.
Hemos
visto que, según Hume, todo nuestro conocimiento se reduce a impresiones e
ideas; nuestro entendimiento al conocer está completamente limitado por o
las impresiones, de tal modo que nos impide abordar cuestiones puramente
abstractas; y entre las más abstractas está el problema de la sustancia.
La sustancia es un concepto fundamental para la filosofía tradicional desde
Aristóteles. Sin embargo, a dicho concepto no le corresponde ninguna
impresión.
H. no
hace ninguna concesión, como otros empiristas menos coherentes (Locke,
Berkeley): a
nuestra idea de sustancia: de Yo, de Mundo, de Dios no corresponde impresión
alguna. La palabra "sustancia" sólo designa un conjunto de
percepciones particulares unidas por la imaginación; por tanto, el concepto
clave de la metafísica carece de valor. Ningún argumento filosófico puede
demostrar su existencia. En la práctica, piensa H., esto no es realmente grave
pues para vivir bastará con creer en su existencia.
El mundo
Locke
justificaba la existencia del mundo distinta de la mente diciendo que la
realidad extramental es la causa de nuestras impresiones.
H. no
puede aceptar esta afirmación, porque la realidad no es una impresión más, sino
que está más allá de las impresiones. Yo lo único que puedo
afirmar es que "tengo una impresión", pero no puedo afirmar que a mi
impresión corresponda una realidad exterior. La realidad está más allá de
las impresiones. Si la afirmo, estoy deduciendo una cosa de la cual yo no tengo
impresión alguna. Por tanto, lo único que podemos afirmar con rotundidad es que
tenemos impresiones, pero no podemos conocer más allá de éstas. Sobre la existencia
de los cuerpos en el mundo exterior, por tanto, lo más adecuado, ya que no
podemos conocer con rigor su existencia, será suponer su existencia.
Para saber si las impresiones que tengo referidas al mundo exterior se parecen
a los objetos externos deberían presentarnos al mismo tiempo los originales
(mundo exterior) y las copias (impresiones que tengo del mundo exterior), lo
cual es inconcebible. Al ver la montaña en el horizonte podemos suponer que
existe no sólo en nuestras impresiones pero, en sentido estricto, sólo podemos
suponer su existencia. Afirmarla, sería ir más allá de nuestras
impresiones, que son el límite del conocimiento humano. No podemos concebir
cómo son los cuerpos con independencia de nuestras impresiones. Todo lo que conocemos
está en nuestra mente, ¿cómo podemos saber lo que hay fuera de ella? Sólo
podemos suponerlo. Tal suposición es suficiente para vivir. La
imposibilidad para conocer la existencia del mundo exterior no conlleva su
negación, sino la creencia en éste auspiciada por la constancia y coherencia de
las impresiones que tengo de éste.
Dios.
H. no
niega la existencia de Dios, pero sí la posibilidad de demostración de su
existencia. Las razones para oponerse a dicha posibilidad son dos:
1) La idea que tenemos de Dios es la de una
sustancia infinita con todas las perfecciones. Ahora bien, si aplicamos el
criterio de validez de Hume, nos tenemos que preguntar de qué impresión puede
derivar esta idea de perfección infinita. Según H. es evidente que, siendo nuestras
impresiones puntuales y concretas, resulta difícil que podamos tener una
impresión de infinito, ya que ella misma habría de ser asimismo infinita. Por
lo tanto, la idea de sustancia infinitamente perfecta se queda sin impresión
que la legitime, y hay que concluir que no existe ningún tipo de conocimiento
de Dios.
2) Tradicionalmente se ha intentado demostrar
la existencia de Dios fundamentándose en el principio de causalidad, por
ejemplo, la Vía de la Causalidad de Tomás de Aquino. Los acontecimientos en la naturaleza
han sido concebidos como efectos de una Causa Primera, que es Dios. Pero en
dicho argumento descubre H. dos puntos falaces: primero, ninguna percepción
tenemos de la naturaleza y mucho menos de su orden de funcionamiento; y
segundo, carece de
valor aplicar el principio de causalidad más allá de nuestras impresiones
y como Dios no es objeto de impresión alguna, es imposible demostrar su
existencia.
Ahora
bien, si la
existencia de un mundo distinto de nuestras impresiones y la existencia de Dios
no son racionalmente justificables, ¿de dónde vienen nuestras impresiones? Hume
responderá sencillamente que no lo sabemos ni podemos saberlo:
pretender contestar esta pregunta es querer ir más allá de nuestras
impresiones y eso es imposible en el ámbito del conocimiento. En religión
es agnóstico.
El
yo.
Tanto
Descartes como Locke habían afirmado la realidad del "yo" como sustancia. Su existencia se intuye con
evidencia. En el propio acto de pensar, de querer, de amar,... se capta de
manera indudable el propio yo. Ahora bien, esto no es así para H. Este pensador
sigue fiel a sus principios epistemológicos: todos nuestros contenidos
cognoscitivos se reducen a impresiones e ideas; por tanto, la cuestión será:
¿tenemos alguna impresión o alguna idea de nuestra identidad personal, de
nuestro yo? No. Luego el yo resulta
imposible de conocer. El yo no es ninguna impresión sino aquello que se supone
como sujeto desde el que tienen lugar nuestras impresiones.
Nuestras
impresiones no son constantes, sino variables, sin embargo, tendemos a pensar
que el yo, la identidad personal es algo constante. Pero, sin embargo, una
impresión sucede a otra: siento dolor, después siento tristeza, después
alegría,...Nunca existen todas al mismo tiempo, sino que se suceden. Por tanto,
no hay una impresión constante y permanente. Sin embargo, nuestra identidad
personal debería ser permanente. En consecuencia, no existe el yo como
sustancia distinta de las impresiones.
El yo viene a ser como un conjunto de impresiones e ideas en perpetuo flujo y
movimiento que imaginamos unidas entre sí.
La
cuestión, entonces es: ¿Cómo podemos
explicar la conciencia que tenemos todos de nuestra propia identidad?
Por ejemplo, yo soy el mismo que esta mañana estaba en casa, que ahora estoy en
clase, etc. H. lo explica con la
memoria: gracias a ella conocemos la conexión existente entre las diferentes
impresiones que se suceden; el error consiste en que confundimos sucesión con
identidad.
H. termina
comparando al yo con un teatro en el que las distintas percepciones (los
distintos actores) se suceden unos a otros, entran, salen y se mueven de mil
maneras diferentes, pero con la peculiaridad de que no sabemos exactamente en
qué lugar se representa, es decir, sin escenario. Esta concepción del yo es
coherente con sus principios radicales sobre el conocimiento, pero el propio H.
se dio cuenta de que su explicación no es plenamente satisfactoria, lo que le
llevó a una actitud resignadamente escéptica.
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