Noción: pensamiento e ideas
El problema del
solipsismo exige a Descartes emprender la tarea de analizar su pensamiento.
Sobre el cogito, sobre esa certeza, que tenía que funcionar como primera piedra
del edificio de la filosofía, no se puede edificar nada. La evidencia de la
propia existencia resulta un callejón sin salida, que no conduce a ninguna
parte. De este axioma evidente no cabe deducir teorema alguno. En su círculo de
certeza, el pensamiento, el sujeto pensante, se garantiza a sí mismo como algo
real, pero desde ahí no puede fundamentar o deducir nada. Tal es la soledad o
cierre absoluto de la conciencia: a ella le resulta imposible aventurar juicio
alguno en relación con otra cosa que no sea su propia existencia. Así, el
hipotético genio maligno sólo ha sido neutralizado en parte; pues, aunque no
puede engañarnos respecto a nuestra propia existencia, sí puede hacerlo con
relación a cualquier otra cosa que caiga fuera del circuito de certeza del yo o
de la conciencia.
Cuatro son los
temas que se convierten en problema al no quedar garantizados por la evidencia
de la propia existencia. Estos cuatro problemas son: el problema de la
existencia del propio cuerpo, el problema de la existencia de los otros, el
problema de la existencia del mundo y el problema de la validez de las verdades
matemáticas.
Sólo le queda a
Descartes una vía si quiere seguir avanzando en su proyecto inicial: el
análisis de su propia existencia en cuanto ser pensante, es decir el análisis
de lo que es, pensamiento, y del fruto de la actividad de eso que es, las
ideas. El problema es enorme, ya que a Descartes no le queda más remedio que
deducir la existencia de cualquier otra realidad a partir de la existencia del
pensamiento. Así lo exige el ideal deductivo: puesto que la primera verdad, el
primer axioma, el fundamento del criterio de certeza: claridad y distinción, es
el "yo pienso", de él han de extraerse todos nuestros conocimientos,
incluido, por supuesto, el conocimiento de que hay realidades extra mentales.
Antes de seguir adelante con la deducción es necesario detenernos con Descartes
para hacer inventario de los elementos con que contamos para llevarla a cabo.
Así, vemos que contamos con dos elementos: el pensamiento y las ideas que
piensa el yo.
La expresión "pensamiento" en Descartes
tiene una significación muy amplia: nombra cualquier actividad de la mente o de
la conciencia, tanto intelectual como volitiva o afectiva. En este sentido,
Descartes, puede dividir los pensamientos en ideas, por una parte, y
sentimientos, actos de la voluntad y juicios por otra. Las ideas son los hechos
de conciencia más simples: son como imágenes que representan cosas; los actos
de voluntad y los juicios resultan más complejos, pues, en ellos algún tipo de
acción acompaña siempre la mera representación de las cosas.
Las ideas pueden ser estudiadas desde distintos puntos
de vista:
l.- según su evidencia. En este caso las ideas se
presentan o bien claras u oscuras ya distintas o confusas. En este sentido las
ideas no son verdadera ni falsas, propiedad que sólo caracteriza a los juicios.
La claridad y la distinción de las ideas constituyen en Descartes, el criterio
general de verdad, es decir, la norma para identificar o reconocer la verdad
como tal. Se formula así: todo lo que veo con claridad y distinción es
verdadero. Semejante regla tiene su origen en el cogito del siguiente modo: si
esa verdad particular es clara y distinta entonces cabe sostener, con carácter
general, que todo lo que sea claro y distinto resultará verdadero. Este
criterio garantiza que a toda verdad subjetiva corresponde siempre una verdad
objetiva. La función de la regla consiste en asegurar la conformidad de las
ideas con las cosas, en adecuar la el pensamiento a la realidad. Ahora bien,
aunque es racional ya que justifica la correspondencia entre el pensamiento y
la realidad, no es absoluto, siempre podremos dudar, es decir, cabe la
posibilidad de que sea objetivamente falsa una idea concebida clara y
distintamente por el empeño de un genio maligno. En general, Descartes
identifica las ideas claras con los conceptos matemáticos y con nociones
básicas de la filosofía, como la noción de sustancia: una realidad que existe
por sí misma independiente de cualquier otra.
2. Según su origen. Desde el punto de vista de su
origen o procedencia, Descartes divide las ideas en innatas, adventicias y
facticias. Las ideas innatas parecen provenir de la propia naturaleza del
sujeto; las adventicias son ideas de cosas que parecen existir fuera del
sujeto; y las facticias de ficciones o invenciones del sujeto. Descartes como
buen racionalista sólo valora las ideas innatas, coinciden con las claras y
distintas y son la base del conocimiento. Así, critica el valor de las ideas
adventicias, poniendo en duda que procedan realmente de cosas exteriores al
sujeto, o, al menos, que mantengan una relación de semejanza esas cosas. En
efecto las ideas adventicias se apoyan en dos razones:
a) Parece "natural" que haya cosas fuera del
sujeto. b) Estas ideas no dependen de la voluntad del sujeto; luego, son
producidas en él por cosas extrañas a él.
3. Según el grado de realidad objetiva que
representan.
Pero, cabe, por último, otra clasificación de las
ideas. Las ideas (aunque todas resulten iguales en cuanto actos de pensamiento)
desde el punto de vista del contenido, de la mayor o menor realidad objetiva
que representan, pueden dividirse o jerarquizarse según su grado de perfección.
Así, la idea de sustancia tiene más realidad objetiva que la idea de accidente;
y la idea de una sustancia infinita tiene más realidad objetiva que la de una finita.
(Para entender este planteamiento de Descartes, pongamos el siguiente ejemplo:
aunque todos los números son, por igual, productos de la mente, es posible
ordenarlos en una serie según la mayor o menor cantidad que objetivamente
representan).
Estas distinciones serán empleadas por Descartes,
junto al principio de causalidad, como elementos básicos para demostrar la
existencia de Dios y resolver el problema del solipsismo.
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