jueves, 19 de octubre de 2017

PLANTEAMIENTO



El cambio climático. Dos paradigmas.       

Ecoética

En la década de los 70 del pasado siglo, el pensador noruego Arne Naess distinguió dos vías de acceso a los problemas medioambientales: la shallow ecoloy (ecología superficial) y la deep ecology (ecología profunda). La primera consiste en introducir medidas que palien el daño medioambiental pero sin abandonar la perspectiva economicista del sistema económico capitalista basado en el paradigma antropocéntrico. La segunda pretende cambios más drásticos en la relación del hombre con el medio ambiente y se apoya en la idea de igualdad biológica de todas las formas de vida. 

La ecoética es una disciplina que busca la aplicación de principios morales a las acciones del ser humano con respecto a la naturaleza, para así poder crear una relación armoniosa entre ambos. La conciencia ambiental descansa en dos principios fundamentales: el biocentrismo y la ecodependencia. El biocentrismo se opone al supuesto antropocéntrico y subraya la inserción del ser humano en el orden natural: el hombre es un animal de tantos y sus diferencias con el resto de especies son cuantitativas, en modo alguno cualitativas. Por su parte, la ecodependencia afirma que todo ser viviente debe ser puesto en valor por sí mismo, con lo que se da algo así como una dignidad natural aparejada a toda expresión de vida. La ecoética implica una particular visión del mundo y de la relación del ser humano con la naturaleza: el hombre no tiene el derecho de servirse a placer de los recursos naturales como si estuvieran puestos ahí a su disposición. El dominio planetario de la técnica artificial es una irresponsabilidad y un atropello achacable al hombre contemporáneo.
Según esta postura ética, el ser humano debe ser responsable de sus acciones sobre el medio ambiente, en el que participa como uno más de los agentes vivos sin más privilegios que cualquier otro.

El paradigma ecocéntrico y el antropocéntrico

La relación del ser humano con la naturaleza o medio ambiente, puede, desde el punto de vista ético, situarse en un marco eco o antropocéntrico.

Los principios del paradigma antropocéntrico pueden resumirse en:

a.       El único sujeto moral es el ser humano.
b.      Únicamente puede hablarse de relaciones morales entre seres humanos, pues son los únicos capaces de derechos y deberes.
c.       Las distintas formas de vida y el medio ambiente, en general, sólo son medios, nunca pueden ser considerados fines en sí mismos.
d.      El medio ambiente y sus formas de vida no tienen valor intrínseco, solo lo tienen en relación con el que le otorga el ser humano.

Por su parte, el paradigma ecocéntrico se apoya en dos principios:

a.       El principio biocéntrico o de igualdad biológica de todas las especies.
b.      El principio de solidaridad antropocósmica (G. Hattois) que otorga un valor intrínseco a todas las formas de vida. Las cuales constituyen un fin en sí mismas y no puede ser consideradas como medios para satisfacer las necesidades del ser humano.
c.       Sustituye el lema antropocéntrico homo mensura ómnium rerum por natura hominum mensura.

El principio de responsabilidad de Hans Jonas

Se inscribe en el límite entre los dos paradigmas y el propio Jonas lo expone del siguiente modo:

“Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”; o expresado negativamente: “Obra de tal modo no pongas en peligro las condiciones de la continuidad indefinida de la humanidad en la Tierra”; o, formulado, una vez más positivamente: “Incluye en tu elección presente, como objeto también de tu querer, la futura integridad del hombre.”

Al principio de responsabilidad habría que sumarle el principio de precaución que apunta a la  prevalencia de los pronósticos malos sobre los buenos e invita a no apostar con los intereses de los otros.




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