viernes, 14 de abril de 2017

NIETZSCHE CONTEXTUALIZACIÓN NOCIONES Y TEMAS 2017



Nociones: los sentidos y el cuerpo. Texto: "Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? ‑"Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, ‑la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es "pueblo". ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! ‑ ¡Y sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable "idée fixe" [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real!..." 

Desarrollo de la noción.- 

A partir de la influencia ejercida por Platón, la filosofía racionalista tradicional ha dividido la realidad en dos mundos: un mundo aparente, percibido por los sentidos y lleno de engaños; y un mundo verdadero al que sólo podemos acceder mediante la razón.
La filosofía racionalista ha desconfiado de los sentidos por mostrarnos un mundo donde todo cambia y nada permanece. Un mundo que, aunque parezca real, no lo es. Los sentidos son una propiedad del cuerpo, de lo físico, de manera que el cuerpo es despreciado del mismo modo que lo son los sentidos. El rechazo al cuerpo y a los sentidos es un rechazo a todo cuanto tenga relación con los aspectos físicos de nuestra vida, incluyendo ahí los instintos o pasiones que provienen de nuestra condición biológica.  La razón fue la facultad que los filósofos racionalistas opusieron a los sentidos. Mediante la razón podemos acceder a la auténtica realidad, al mundo verdadero donde todo permanece y nada cambia. Al mundo de lo eterno, perfecto e inmutable; al mundo de lo divino. Los conceptos estaban por encima de la realidad que debían representar, situando el sentido y la esencia de nuestras vidas mucho más allá de la vida; es decir, ahí donde no vive nada.
Nietzsche niega la existencia de una realidad que esté más allá del cuerpo y de los sentidos. El mundo ideal, al que aspira la razón, no existe. Tan sólo es una imaginación, una aspiración inalcanzable. En algún momento de nuestra historia le hemos dado a esa fantasía un valor de verdad y, a partir de esa convención, decidimos rechazar el mundo de lo físico para aspirar al mundo de lo ideal. Las demandas del cuerpo fueron ocultadas bajo entidades ideales e inexistentes, dando lugar a una represión moral que niega, hasta matarla, la vitalidad que hay en el mundo de lo físico.

El cuerpo es lo único vivo y real, por eso debemos valorarlo en la medida que se merece. El cuerpo y los sentidos son los únicos intérpretes válidos de la realidad, que sólo es una: la realidad física y sensible a la que tenemos acceso mediante nuestra percepción. Sólo hay un mundo. Nietzsche afirma que debemos atender, por encima de todo, las necesidades del cuerpo, hacer caso a los impulsos que sentimos, a los instintos, porque nuestro cuerpo es la auténtica voz de la naturaleza; la razón, en cambio, es la mayor negación de la naturaleza y de la vida. Los instintos nos llevan a aceptar el valor de nuestra existencia en toda su extensión, en todo su sentido. Sacrificar nuestros impulsos en nombre de un ideal que está más allá del mundo sensible y no disfrutar de los placeres que nos ofrece la vida es el sacrificio racionalista que, en su versión cristiana, reduce al ser humano a la condición de cobarde y miserable.
La dicotomía ontológica de la metafísica tradicional que contraponía el mundo verdadero (racional) al mundo aparente (sensorial) genera una dicotomía epistemológica, que establece la superioridad del conocimiento racional frente al sensorial, y moral, fruto de los valores establecidos por el cristianismo, y contra la cual Nietzsche postula una moral natural.  Frente a la opción tradicional definida por la línea: mundo verdadero, razón, moral contranatural (cristiana), Nietzsche plantea la línea vitalista: “mundo aparente” (único mundo existente), sentidos (cuerpo) y moral natural, basada en el cuerpo y los instintos. El único mundo, sometido al devenir, es vitalmente accesible a través de los sentidos, del cuerpo. La tarea del superhombre es, precisamente, la transmutación de todos los valores, es decir, la construcción de una nueva moral que restituya el valor del cuerpo, de los instintos y de las pulsiones. Nietzsche propugna, pues, una alternativa a la moral tradicional, una transmutación de todos los valores basada en el valor del cuerpo y de los instintos. La referencia ya no será el alma o la razón, sino el cuerpo, lo sensorial, la vida sometida a la multiplicidad de formas y al cambio. 



Nociones. Los conceptos supremos y Dios. 

-Texto en el que se inspira directamente esta noción: La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final ‑¡por desgracia! , ¡pues no debería siquiera venir!- los "conceptos supremos", es decir, los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto -ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto "Dios"... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo] ... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas! -¡Y lo ha pagado caro!... (…) (El texto accesorio que utilizaremos pertenece a la Gaya ciencia)
-Desarrollo de la noción. Nietzsche enuncia la segunda idiosincrasia de los filósofos: "consiste en confundir lo último y lo primero". Según Nietzsche, en la realidad lo superior es siempre un producto de lo inferior y debe explicarse a partir de lo inferior. ¿Qué quiere decir con esto? Pues, por ejemplo, que hay que explicar al hombre como evolución del animal, y esto es una explicación materialista de lo superior por lo inferior, y no como una creación de Dios, siendo esta una explicación idealista de lo inferior por lo superior. Del mismo modo habría que explicar a Dios como invención del hombre y no desde sí mismo. Además la tradición filosófica ha establecido la siguiente contraposición: superior=anterior / inferior=posterior. Los filósofos, así, confundiendo, a juicio del autor, lo primero con lo último, siempre han explicado los conceptos supremos y los valores como causa de sí mismos, como algo que no podía proceder o resultar de cosas consideradas por debajo de tales conceptos o valores, cuyo prototipo sería el concepto de Dios: "lo último, lo más tenue y vacío, ha sido puesto por la filosofía como lo primero, como causa en sí...".
En La Gaya ciencia, Nietzsche proclama que “Dios ha muerto”. El concepto supremo ha dejado de ser operativo en el ámbito de la ciencia, la moral, la política y dela vida. Ahora, es caracterizado como “lo más tenue, lo más vacío…” Nietzsche piensa la época moderna a la luz de este acontecimiento transcendental, no localizable de manera simple en la historia, en una fecha y en lugar concreto, pero sin el cual no puede entenderse esa misma época moderna: la "muerte de Dios", es decir, el ateísmo. Para el filósofo alemán, la "muerte de Dios" es el suceso más importante de la historia; tiene tal magnitud que divide la historia en dos, inaugurando un acontecer superior a todo lo ocurrido hasta ahora. Con la expresión "muerte de Dios", Nietzsche no se refiere directamente al hecho natural de la no existencia de Dios, tampoco se refiere al hecho psicológico de la no creencia en Dios (el loco no dice: "Dios no existe" o "No creo en Dios"); con esta expresión se nombra un suceso de carácter histórico cultural. En efecto, exista o no exista Dios, lo cierto es que, durante la Edad Antigua y Media, como idea y como creencia, Dios vivía en la conciencia y en el corazón de los hombres, hallándose presente, de alguna forma, en todas las manifestaciones de la cultura. En el mundo moderno, por el contrario, con la creciente autonomía de las distintas teorías y prácticas humanas respecto de cualquier norma teológica-religiosa, Dios ha dejado de vivir, "Dios ha muerto".
Para Nietzsche, el teísmo es una forma de nihilismo (Nihilismo latente). Los valores que se inspiran en Dios, en el ser entendido como unidad y permanencia, tal y como es pensado por la ontología clásica, son valores falsos y mentirosos. El ser, Dios, es nada, es la nada divinizada, una máscara de la nada, un espejismo en el desierto de la nada. Estos valores, encubren, según Nietzsche, Nihilismo.
Ahora bien, hay distintas formas de vivir el ateísmo. El ateo humanista, por ejemplo, niega la existencia de Dios por entender que la idea filosófica de Dios y la creencia religiosa en Él son los grandes obstáculos que impiden, por una parte, que el hombre se encuentre a sí mismo, que se realice como hombre, en razón y en libertad, y, por otra, que se reconcilie con el mundo, que llegue a mantener con el mundo una auténtica y satisfactoria relación. A juicio del ateo humanista, la negación de Dios tendrá la virtud de unir al hombre consigo mismo y con su verdadera patria y morada, este mundo que es el único.
            El ateísmo nihilista o nietzscheano profundiza en el significado de la muerte de Dios hasta constatar las implicaciones que ésta tiene para el hombre y para el mundo. En opinión del ateo nihilista, el hombre, cuando comprende que Dios no existe, lejos de encontrarse a sí mismo y de relacionarse satisfactoriamente con el mundo, está condenado a destruirse y desaparecer, o a volverse loco como expresión del sinsentido y desorden introducidos por esta idea, siempre que la piense en serio, hasta el final. Por otra parte, el mundo, al margen de Dios, lejos de convertirse, como pretende el ateísmo humanista, en un paraíso terrenal a disposición del hombre, en una casa hecha a medida del ser humano, se transforma en un caos absurdo y terrible.
           El ateo humanista no cree en Dios, pero cree en el hombre y también en el mundo. Así, sobre estas dos creencias, intenta levantar una especie de muro de contención contra toda reflexión negativa y pesimista sugerida por la idea de que Dios no existe.
            El ateo nihilista no cree en nada, ni en Dios, ni en el hombre, ni en el mundo. Pues Dios era el ser por excelencia, y si el no existe entonces los seres quedan a merced de la nada, en poder de las potencias de la nulidad, como el tiempo y la muerte.
            Y hay que hacer un esfuerzo por entender bien esto. Dios siempre ha significado la promesa de que la vida, la verdad y la justicia triunfarían finalmente sobre la muerte, la mentira y la injusticia. Ahora bien, si Dios no existe, habrá que renunciar a estas esperanzas, que aparecen ahora como vanas ilusiones. Pero entonces será muy difícil escapar a la conciencia del absurdo y sinsentido del mundo, a pesar de que los distintos humanismos, en un intento de darle sentido a la existencia, prometan la mejora y la felicidad de la humanidad a través del progreso social, científico, moral y artístico.
            El caos, la desintegración del orden cósmico, es por una parte, el efecto inmediato de la muerte de Dios, un efecto rigurosamente equivalente, respecto del mundo, al efecto de la locura en el hombre. De hecho, locura y caos son nociones casi definibles entre sí. La primera supone una especie de caos mental, la segunda, una locura cósmica. El trastorno de todas las referencias, el movimiento errático, la aparición de la nada infinita, del vacío, del frío, representan la imposibilidad para el hombre de relacionarse con el ser, la verdad y el bien, al margen de Dios.
            Nietzsche es nihilista. Se declara nihilista. Pero no debe confundirse este nihilismo con el que Nietzsche crítica y combate. Este último es un nihilismo pasivo y decadente, que sólo conduce a la nada. El nihilismo de Nietzsche es activo y ascendente, la negación está al servicio de una afirmación superior.  Por eso si  Nietzsche rechaza los valores e ideales de la tradición filosófica reduciéndolos a la nada, no es para quedarse ahí, sino para afirmar positivamente, a continuación, toda una serie de nuevos valores e ideales, aquellos que se derivan del Sí a la vida.  



Nociones. El arte trágico y lo dionisíaco. (v/s la filosofía racionalista)


Texto en el que se inspira directamente esta noción.- Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo "verdadero" y en un mundo aparente", ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la decadence, -un síntoma de la vida descendente... El hecho de que el artista estime más a la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues a la "apariencia" significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista, ‑dice precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco...”.

Desarrollo de la noción

Nietzsche considera el arte trágico como antítesis de la actitud decadente. De la tragedia se desprende una vigorosa afirmación de la vida, pues enseña que siempre hay que decir , incluso a lo más doloroso. A pesar del sufrimiento y del patetismo que presenta la tragedia, ofrece un mensaje positivo de plena confianza en la vida.
Para los antiguos griegos, Dionisos era una divinidad protectora de la vida y símbolo del placer (fiestas y vino), el dolor y la resurrección, es el inspirador de la locura ritual y el éxtasis. Es el dios de la agricultura y el teatro. Fue él quien enseñó a los hombres a cultivar la vid y a fabricar el vino. Moría cada invierno y resucitaba en la primavera y con él renacían también los frutos de la tierra. Para celebrar su resurrección se organizaban grandes fiestas con rituales orgiásticos. Contrastaba con Apolo, dios del sol, que simbolizaba la armonía, el orden y la razón. Sin embargo, los griegos pensaban que las cualidades de los dos eran complementarias (los dos dioses son hermanos). ¿Qué es una tragedia en tanto género literario? La tragedia es una historia en la que personajes nobles se enfrentan a conflictos provocados por pasiones humanas que desembocan en un desenlace fatal. Aristóteles sostenía que la tragedia griega se desarrolló a partir del ditirambo, himnos corales en honor al dios Dionisos al que no solamente alababan, sino que a menudo contaban una historia. Se cree que fue creada en el siglo VI a.C. por el poeta ateniense Esquilo. Las obras se comenzaron a representar en festivales en honor de Dionisos. El festival más importante, las Grandes Dionisíacas, tenía lugar en Atenas durante cinco días de cada primavera. Para esta celebración los grandes dramaturgos griegos Esquilo, Sófocles y Eurípides escribieron sus magníficas tragedias. Las historias están basadas en su mayoría en mitos.

Nietzsche pone en evidencia el contraste entre dos elementos principales de la tragedia: por un lado lo dionisiaco (la pasión que experimenta el personaje) y por otro lo apolíneo (la sabiduría y la justicia que es el elemento racional simbolizado por el dios Apolo). Contraste que es la base de la némesis, el castigo divino que determina la caída o la muerte del personaje.

Los griegos sabían que la vida era terrible, inexplicable y peligrosa, pero no se entregaban al pesimismo. Podían eludirlo de dos formas: cubriendo la realidad con un velo estético creando un mundo ideal de proporción y de belleza. Esta es el arte apolíneo, que en la Grecia antigua se expresaba en las artes épicas y plásticas. La otra posibilidad consiste en afirmar y abrazar la existencia con toda su oscuridad y sufrimiento. Ésta es la actitud dionisíaca y sus formas artísticas peculiares son la tragedia y la música.

Para Nietzsche la cultura griega entró en crisis cuando Eurípides intentó eliminar de la tragedia el elemento dionisíaco en favor de elementos morales, eliminando para ello el coro. La complejidad de la vida devino superficialidad producto del poder reduccionista y simplificador de la razón, cuyo máximo representante es Sócrates. Toda la filosofía posterior, resumida en las tres idiosincrasias: Ser frente a Devenir, Superior e Inferior y fetichismo del lenguaje, es la expresión de esta crisis. La respuesta de Nietzsche apostará por una filosofía vitalista del devenir y una inversión de los valores presidida por el nihilismo y el superhombre. 



Tema: El vitalismo de Nietzsche

El término “vitalismo” es poco preciso pues con él nos referimos a teorías filosóficas muy distintas, con el único elemento común de reivindicar la vida como una realidad singular que no puede ser entendida en términos ajenos a ella. Centrándonos en el siglo XIX podemos establecer dos grandes líneas de pensamiento vitalista: científico y filosófico.  
     
El triunfo de las ciencias naturales, a partir de la Edad Moderna, supuso el del paradigma mecanicista, en el que los fenómenos vitales podían ser explicados en términos materiales y de causas eficientes. El punto de vista mecanicista dominante sugería que podemos entender a los seres vivos a partir de la comprensión de los fenómenos físico-químicos y que la vida no representa un nivel de realidad cualitativamente distinto de la realidad inorgánica. Frente a este punto de vista, algunos biólogos creyeron que existe una diferencia esencial entre los seres orgánicos y los no orgánicos y que los primeros no pueden ser reducidos a los segundos. Estos científicos adoptaron un enfoque teleológico y postularon la existencia de un principio propio en los seres vivos, principio responsable de su comportamiento finalista y de las distintas actividades vitales, por lo que consideraron que los fenómenos vitales no pueden explicarse mediante las leyes de la física y la química. Este principio irreductible a términos mecánicos y fisico-químicos recibió distintos nombres: “fuerza vital” (Claude Bernard, 1813-1878), “fuerza dominante” (Johannes Reinke, 1849-1931), “entelequia” (Hans Driesch, 1867- 1941).

     En la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX encontramos importantes filósofos que desarrollan toda su filosofía a partir de la reflexión relativa a la vida. Dentro de esta línea del vitalismo se suelen distinguir también diversas corrientes en función de su concepto de vida: la vida en el sentido biológico y la vida en el sentido biográfico e histórico:
·  la vida en el sentido biológico: este concepto subraya el papel del cuerpo, los instintos, lo irracional, la naturaleza, la fuerza y la lucha por la subsistencia. El vitalismo de Nietzsche se incluye en este grupo;
·  la vida en el sentido biográfico e histórico: la vida como conjunto de experiencias humanas dadas en el tiempo, tanto en su dimensión personal (biográfico) como en su dimensión social o histórica. La filosofía de Ortega y Gasset se incluye en este grupo.
El vitalismo en filosofía se presenta como una doctrina contraria al racionalismo. Los conceptos más importantes alrededor de los que gira la filosofía vitalista son: temporalidad, historia, vivencia, instintos, irracionalidad, corporeidad, subjetividad, perspectiva, valor de lo individual, cambio, enfermedad, muerte, finitud. Se puede entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo Absoluto. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma.

Uno de los conceptos básicos del vitalismo nietzscheano es el de “voluntad de poder” o principio básico a partir del cual se desarrollan todos los seres (principio de perseverancia en el ser). Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia, desde el mundo inorgánico hasta el mundo humano, pasando por todos los distintos niveles de seres vivos (Todo ente tiende a perseverar en su ser). Como categoría metafísica, la voluntad de poder sustituye a la noción tradicional de ser. A partir de esta categoría, Nietzsche nos ofrece una ontología vitalista que tendría las siguientes características:
·  Irracionalidad: la razón es sólo una dimensión de la realidad, pero no la más verdadera ni la más profunda; y ello tanto en el sentido de que en el hombre la razón no tiene –ni debe tener– la última palabra, puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas como los instintos o la mera eficacia en el control de la realidad (es decir su mera utilidad, que no su verdad), como en el sentido de que el mundo mismo no es racional: nosotros lo creemos racional, intentamos someter a un orden y a una legalidad lo que en sí mismo no es otra cosa que caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte.
·  Inconsciencia: La fuerza primordial que nos lanza a la conservación de la existencia es inconsciente, instintiva y pulsional.
·  No teleológica: Ni en la naturaleza ni en el hombre hay inscrito fin alguno, nada hay en su interior que les marque un destino. Dado que lo que nosotros percibimos, y que todo con lo que tratamos (objetos físicos, mundo espiritual, social y cultural) es expresión de esta realidad sin sentido, Nietzsche declara con ello el carácter gratuito de la existencia.  
Hay que tener mucho cuidado con la palabra “voluntad”, pues Nietzsche no está pensando en lo que habitualmente llamamos con este término. Llamamos “voluntad” a aquello que nos permite tener actos de querer, a la fuerza que descansa en nuestro interior gracias a la cual dirigimos nuestra conducta y con la que somos capaces de realizar los fines de los que somos conscientes. La tradición aristotélico-tomista la consideraba una facultad del alma, la psicología actual una capacidad de la mente. Para Nietzsche esta voluntad es una manifestación superficial de una fuerza que está más en lo profundo de nuestro ser. La voluntad de poder es la voluntad de existir, de ser más. Es el fondo primordial de la existencia y de la vida.

 

CONTEXTUALIZACIÓN

1. El crepúsculo de los ídolos.

           La obra de Nietzsche El crepúsculo de los ídolos data de 1888. Fue subtitulada por el propio autor: Cómo se filosofa a golpes de martillo. El título del libro supone una parodia de la ópera de Wagner El  ocaso de los dioses. Esta obra de Nietzsche es un resumen de su pensamiento, una introducción a su filosofía. El objetivo del autor es hacerle preguntas a los valores e ideales de la cultura occidental, para que estos al responder lo hagan con el sonido hueco propio de su condición de ídolos.  Es este, un filosofar a martillazos que se resuelve en uno de los mensajes favoritos de Nietzsche: “¡Haceos duros!”.  Por último, no deja de ser curioso como Nietzsche se apropia del discurso de los profetas del Antiguo Testamento -los cuales denunciaban la idolatría porque distinguían precisamente entre Dios e ídolo, es decir, entre el Dios verdadero y los falsos dioses fabricados por el hombre-, extendiendo la noción de ídolo a Dios mismo.  Tras la publicación de Más allá del  bien y del mal, en 1886, Nietzsche tomó la decisión de no imprimir ninguna cosa más durante una serie de años. Abrigaba la idea de dedicarse a elaborar una exposición detallada de su filosofía, que debía llamarse la Voluntad de Poder. A Nietzsche le quedaba por aquel entonces poco más de un año de vida lúcida. Sin embargo, Nietzsche dejó impresas durante este año nada menos que seis obras, una de las cuales es a la que pertenece el texto objeto de comentario. En la carta en la que anuncia esta obra a su editor, fechada el 7 de Septiembre de 1888, el autor opina de este escrito que es “el más limpio de todos mis manuscritos que yo le haya enviado nunca”. El título inicial debía ser Ociosidad de un psicólogo, pero tras recibir una carta de su amigo Peter Gast en la que le sugería un cambio de título, el filósofo decidió el título actual. En Ecce homo, obra autobiográfica de Nietzsche, el autor dice a propósito del Crepúsculo de los ídolos: “Lo que en el título se denomina ídolo es sencillamente lo que hasta ahora fue llamado verdad. Crepúsculo de los ídolos, dicho claramente: la vieja verdad se acerca a su final. No existe ninguna realidad, ninguna idealidad que no sea tocada en este escrito...no sólo los ídolos eternos, también los más recientes...

2.  El Crepúsculo de los ídolos en el contexto de la obra de Nietzsche.

           Este libro pertenece a la última etapa del pensamiento de Nietzsche. Tres fases pueden distinguirse en el desarrollo de su filosofía: a. Un período de juventud, o periodo romántico, en el que estudia la cultura griega, se deja influir por Wagner  y por Schopenhauer: El origen de la tragedia en el espíritu de la música; b. Un período de transición, o período positivista, en el que se apoya en las ciencias experimentales para renegar de los valores románticos en los que había creído hasta ese momento.  (Gaya ciencia) y c. Un período de madurez, en el que combina la formulación positiva de los grandes temas de su filosofía con la crítica feroz de la tradición cultural de occidente. (Crepúsculo de los ídolos)

3. La obra de Nietzsche en el contexto de la historia de la filosofía

           El pensamiento de Nietzsche significa tres cosas:

           a. Una crítica radical de la tradición cultural de occidente, tanto de sus antiguos como de sus nuevos valores e ideales: filosóficos, religiosos, éticos, políticos. También de la falta de ideales y valores (nihilismo), lo cual genera pasividad, indiferencia, aburrimiento, incredulidad, etc.; b. A pesar del tono polémico e irreverente, la mencionada crítica no es periodística, es decir, esta crítica presupone en todo momento una  formación disciplinada en esa tradición, un conocimiento de ella desde dentro, e incluso un gran respeto, una devoción y hasta una verdadera veneración por la cultura criticada. En este sentido, cabe recordar al joven Nietzsche en su triple papel de filólogo clásico, de entusiasta amigo de Wagner y de discípulo devoto de Schopenhauer; c. El pensamiento de Nietzsche supone una alternativa a la tradición criticada, se presenta como un irracionalismo vitalista, una filosofía de la vida que sirva de fundamento a lo que han de ser lo verdaderos valores e ideales del hombre, que sirva de base a toda una futura y nueva cultura. Esta filosofía de la vida se resume en un sí a la vida, afirmación que se desarrolla a través de sus doctrinas. Cabría hacer una enumeración de los temas más relevantes que abarca la filosofía de Nietzsche. Y entonces podríamos apuntar: el eterno retorno de lo Mismo, Dionisos, el superhombre, la transmutación de los valores, el nihilismo, la razón.

4. La obra de Nietzsche en el contexto socio-histórico de su época.

           La obra de Nietzsche puede ser entendida como resultado de su época y como intento de superación de la misma. Por un lado, el siglo XIX está dominado por tres grandes movimientos culturales: a. El liberalismo, el socialismo y el anarquismo, teorías políticas que propugnan, cada una a su manera, un progreso social y unos valores liberales y democrático-igualitarios con los cuales no puede estar de acuerdo Nietzsche. b. El romanticismo, concepción irracionalista del mundo que combina el culto a los valores estéticos -literiarios y artísticos- con un cierto pesimismo vital. c. El positivismo o filosofía que valora la ciencia y el progreso científico. Por otro lado, ya en el siglo XIX comienzan a aparecer los primeros síntomas de nihilismo, que Nietzsche describe con precisión. Pues bien, contra el naciente nihilismo manifiesto que le rodeaba, se dirige su filosofía. Porque Nietzsche no sólo diagnosticó el nihilismo de su tiempo, sino que pronosticó o profetizó, con extraordinaria lucidez, el nihilismo de nuestros días.

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