Nociones:
los sentidos y el cuerpo. Texto: "Tiene que haber una ilusión, un engaño en el
hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? ‑"Lo
tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también
en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero.
Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia
[Historie], de la mentira, ‑la historia no es más que fe en los sentidos, fe en
la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo
el resto de la humanidad: todo él es "pueblo". ¡Ser filósofo, ser
momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! ‑ ¡Y sobre
todo, fuera el cuerpo, esa lamentable "idée fixe" [idea fija] de los
sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado,
incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si
fuera real!..."
Desarrollo
de la noción.-
A
partir de la influencia ejercida por Platón, la filosofía racionalista
tradicional ha dividido la realidad en dos mundos: un mundo aparente, percibido
por los sentidos y lleno de engaños; y un mundo verdadero al que sólo podemos
acceder mediante la razón.
La
filosofía racionalista ha desconfiado de los sentidos por mostrarnos un mundo
donde todo cambia y nada permanece. Un mundo que, aunque parezca real, no lo
es. Los sentidos son una propiedad del cuerpo, de lo físico, de manera que el
cuerpo es despreciado del mismo modo que lo son los sentidos. El rechazo al
cuerpo y a los sentidos es un rechazo a todo cuanto tenga relación con los
aspectos físicos de nuestra vida, incluyendo ahí los instintos o pasiones que
provienen de nuestra condición biológica. La razón fue la facultad que
los filósofos racionalistas opusieron a los sentidos. Mediante la razón podemos
acceder a la auténtica realidad, al mundo verdadero donde todo permanece y nada
cambia. Al mundo de lo eterno, perfecto e inmutable; al mundo de lo divino. Los
conceptos estaban por encima de la realidad que debían representar, situando el
sentido y la esencia de nuestras vidas mucho más allá de la vida; es decir, ahí
donde no vive nada.
Nietzsche niega la existencia de una realidad que esté más allá del cuerpo y de los sentidos. El mundo ideal, al que aspira la razón, no existe. Tan sólo es una imaginación, una aspiración inalcanzable. En algún momento de nuestra historia le hemos dado a esa fantasía un valor de verdad y, a partir de esa convención, decidimos rechazar el mundo de lo físico para aspirar al mundo de lo ideal. Las demandas del cuerpo fueron ocultadas bajo entidades ideales e inexistentes, dando lugar a una represión moral que niega, hasta matarla, la vitalidad que hay en el mundo de lo físico.
El cuerpo es lo único vivo y real, por eso debemos valorarlo en la medida que se merece. El cuerpo y los sentidos son los únicos intérpretes válidos de la realidad, que sólo es una: la realidad física y sensible a la que tenemos acceso mediante nuestra percepción. Sólo hay un mundo. Nietzsche afirma que debemos atender, por encima de todo, las necesidades del cuerpo, hacer caso a los impulsos que sentimos, a los instintos, porque nuestro cuerpo es la auténtica voz de la naturaleza; la razón, en cambio, es la mayor negación de la naturaleza y de la vida. Los instintos nos llevan a aceptar el valor de nuestra existencia en toda su extensión, en todo su sentido. Sacrificar nuestros impulsos en nombre de un ideal que está más allá del mundo sensible y no disfrutar de los placeres que nos ofrece la vida es el sacrificio racionalista que, en su versión cristiana, reduce al ser humano a la condición de cobarde y miserable.
Nietzsche niega la existencia de una realidad que esté más allá del cuerpo y de los sentidos. El mundo ideal, al que aspira la razón, no existe. Tan sólo es una imaginación, una aspiración inalcanzable. En algún momento de nuestra historia le hemos dado a esa fantasía un valor de verdad y, a partir de esa convención, decidimos rechazar el mundo de lo físico para aspirar al mundo de lo ideal. Las demandas del cuerpo fueron ocultadas bajo entidades ideales e inexistentes, dando lugar a una represión moral que niega, hasta matarla, la vitalidad que hay en el mundo de lo físico.
El cuerpo es lo único vivo y real, por eso debemos valorarlo en la medida que se merece. El cuerpo y los sentidos son los únicos intérpretes válidos de la realidad, que sólo es una: la realidad física y sensible a la que tenemos acceso mediante nuestra percepción. Sólo hay un mundo. Nietzsche afirma que debemos atender, por encima de todo, las necesidades del cuerpo, hacer caso a los impulsos que sentimos, a los instintos, porque nuestro cuerpo es la auténtica voz de la naturaleza; la razón, en cambio, es la mayor negación de la naturaleza y de la vida. Los instintos nos llevan a aceptar el valor de nuestra existencia en toda su extensión, en todo su sentido. Sacrificar nuestros impulsos en nombre de un ideal que está más allá del mundo sensible y no disfrutar de los placeres que nos ofrece la vida es el sacrificio racionalista que, en su versión cristiana, reduce al ser humano a la condición de cobarde y miserable.
La
dicotomía ontológica de la metafísica tradicional que contraponía el mundo
verdadero (racional) al mundo aparente (sensorial) genera una dicotomía
epistemológica, que establece la superioridad del conocimiento racional frente
al sensorial, y moral, fruto de los valores establecidos por el cristianismo, y
contra la cual Nietzsche postula una moral natural. Frente a la opción tradicional definida por
la línea: mundo verdadero, razón, moral contranatural (cristiana), Nietzsche
plantea la línea vitalista: “mundo aparente” (único mundo existente), sentidos
(cuerpo) y moral natural, basada en el cuerpo y los instintos. El único mundo,
sometido al devenir, es vitalmente accesible a través de los sentidos, del
cuerpo. La tarea del superhombre es,
precisamente, la transmutación de todos los valores, es decir, la construcción
de una nueva moral que restituya el valor del cuerpo, de los instintos y de las
pulsiones. Nietzsche propugna, pues, una alternativa a la moral tradicional,
una transmutación de todos los valores basada en el valor del cuerpo y de los
instintos. La referencia ya no será el alma o la razón, sino el cuerpo, lo
sensorial, la vida sometida a la multiplicidad de formas y al cambio.
Nociones.
Los conceptos supremos y Dios.
-Texto en el que se inspira
directamente esta noción: La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos
peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo,
como comienzo, lo que viene al final ‑¡por desgracia! , ¡pues no debería
siquiera venir!- los "conceptos supremos", es decir, los conceptos
más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora.
Esto es, una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le
es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada...
Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa
de sí mismo]. El proceder de algo distinto es considerado como una objeción,
como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de
primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo
incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto -ninguno de ellos puede
haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna
de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en
contradicción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo
concepto "Dios"... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto
como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]
... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales
de unos enfermos tejedores de telarañas! -¡Y lo ha pagado caro!... (…) (El
texto accesorio que utilizaremos pertenece a la Gaya ciencia)
-Desarrollo
de la noción. Nietzsche enuncia la segunda idiosincrasia de los filósofos:
"consiste en confundir lo último y lo primero". Según Nietzsche, en
la realidad lo superior es siempre un producto de lo inferior y debe explicarse
a partir de lo inferior. ¿Qué quiere decir con esto? Pues, por ejemplo, que hay
que explicar al hombre como evolución del animal, y esto es una explicación
materialista de lo superior por lo inferior, y no como una creación de Dios,
siendo esta una explicación idealista de lo inferior por lo superior. Del mismo
modo habría que explicar a Dios como invención del hombre y no desde sí mismo. Además
la tradición filosófica ha establecido la siguiente contraposición:
superior=anterior / inferior=posterior. Los filósofos, así, confundiendo, a
juicio del autor, lo primero con lo último, siempre han explicado los conceptos
supremos y los valores como causa de sí mismos, como algo que no podía proceder
o resultar de cosas consideradas por debajo de tales conceptos o valores, cuyo
prototipo sería el concepto de Dios: "lo último, lo más tenue y vacío, ha
sido puesto por la filosofía como lo primero, como causa en sí...".
En
La Gaya ciencia, Nietzsche proclama
que “Dios ha muerto”. El concepto supremo ha dejado de ser operativo en el
ámbito de la ciencia, la moral, la política y dela vida. Ahora, es
caracterizado como “lo más tenue, lo más vacío…” Nietzsche piensa la época moderna a la luz de este acontecimiento
transcendental, no localizable de manera simple en la historia, en una fecha y
en lugar concreto, pero sin el cual no puede entenderse esa misma época
moderna: la "muerte de Dios", es decir, el ateísmo. Para el filósofo
alemán, la "muerte de Dios" es el suceso más importante de la
historia; tiene tal magnitud que divide la historia en dos, inaugurando un
acontecer superior a todo lo ocurrido hasta ahora. Con la expresión
"muerte de Dios", Nietzsche no se refiere directamente al hecho
natural de la no existencia de Dios, tampoco se refiere al hecho psicológico de
la no creencia en Dios (el loco no dice: "Dios no existe" o "No
creo en Dios"); con esta expresión se nombra un suceso de carácter
histórico cultural. En efecto, exista o no exista Dios, lo cierto es que,
durante la Edad Antigua y Media, como idea y como creencia, Dios vivía en la
conciencia y en el corazón de los hombres, hallándose presente, de alguna
forma, en todas las manifestaciones de la cultura. En el mundo moderno, por el
contrario, con la creciente autonomía de las distintas teorías y prácticas
humanas respecto de cualquier norma teológica-religiosa, Dios ha dejado de
vivir, "Dios ha muerto".
Para Nietzsche, el teísmo es una forma de nihilismo
(Nihilismo latente). Los valores que se inspiran en Dios, en el ser entendido
como unidad y permanencia, tal y como es pensado por la ontología clásica, son
valores falsos y mentirosos. El ser, Dios, es nada, es la nada divinizada, una
máscara de la nada, un espejismo en el desierto de la nada. Estos valores,
encubren, según Nietzsche, Nihilismo.
Ahora bien, hay distintas formas de vivir el ateísmo. El
ateo humanista, por ejemplo, niega la existencia de Dios por entender que la
idea filosófica de Dios y la creencia religiosa en Él son los grandes
obstáculos que impiden, por una parte, que el hombre se encuentre a sí mismo,
que se realice como hombre, en razón y en libertad, y, por otra, que se
reconcilie con el mundo, que llegue a mantener con el mundo una auténtica y
satisfactoria relación. A juicio del ateo humanista, la negación de Dios tendrá
la virtud de unir al hombre consigo mismo y con su verdadera patria y morada,
este mundo que es el único.
El ateísmo nihilista o nietzscheano profundiza en el significado de la muerte
de Dios hasta constatar las implicaciones que ésta tiene para el hombre y para
el mundo. En opinión del ateo nihilista, el hombre, cuando comprende que Dios
no existe, lejos de encontrarse a sí mismo y de relacionarse satisfactoriamente
con el mundo, está condenado a destruirse y desaparecer, o a volverse loco como
expresión del sinsentido y desorden introducidos por esta idea, siempre que la
piense en serio, hasta el final. Por otra parte, el mundo, al margen de Dios,
lejos de convertirse, como pretende el ateísmo humanista, en un paraíso
terrenal a disposición del hombre, en una casa hecha a medida del ser humano,
se transforma en un caos absurdo y terrible.
El ateo humanista no cree en Dios, pero cree en el hombre y también en el
mundo. Así, sobre estas dos creencias, intenta levantar una especie de muro de
contención contra toda reflexión negativa y pesimista sugerida por la idea de
que Dios no existe.
El ateo nihilista no cree en nada, ni en Dios, ni en el hombre, ni en el mundo.
Pues Dios era el ser por excelencia, y si el no existe entonces los seres
quedan a merced de la nada, en poder de las potencias de la nulidad, como el
tiempo y la muerte.
Y hay que hacer un esfuerzo por entender bien esto. Dios siempre ha significado
la promesa de que la vida, la verdad y la justicia triunfarían finalmente sobre
la muerte, la mentira y la injusticia. Ahora bien, si Dios no existe, habrá que
renunciar a estas esperanzas, que aparecen ahora como vanas ilusiones. Pero
entonces será muy difícil escapar a la conciencia del absurdo y sinsentido del
mundo, a pesar de que los distintos humanismos, en un intento de darle sentido
a la existencia, prometan la mejora y la felicidad de la humanidad a través del
progreso social, científico, moral y artístico.
El caos, la desintegración del orden cósmico, es por una parte, el efecto
inmediato de la muerte de Dios, un efecto rigurosamente equivalente, respecto
del mundo, al efecto de la locura en el hombre. De hecho, locura y caos son
nociones casi definibles entre sí. La primera supone una especie de caos
mental, la segunda, una locura cósmica. El trastorno de todas las referencias,
el movimiento errático, la aparición de la nada infinita, del vacío, del frío,
representan la imposibilidad para el hombre de relacionarse con el ser, la
verdad y el bien, al margen de Dios.
Nietzsche es nihilista. Se declara nihilista. Pero no debe confundirse este
nihilismo con el que Nietzsche crítica y combate. Este último es un nihilismo
pasivo y decadente, que sólo conduce a la nada. El nihilismo de Nietzsche es
activo y ascendente, la negación está al servicio de una afirmación
superior. Por eso si Nietzsche rechaza los valores e ideales de la
tradición filosófica reduciéndolos a la nada, no es para quedarse ahí, sino
para afirmar positivamente, a continuación, toda una serie de nuevos valores e
ideales, aquellos que se derivan del Sí a la vida.
Nociones. El arte trágico y lo dionisíaco. (v/s la filosofía
racionalista)
Texto en el que se inspira directamente esta noción.- Cuarta tesis. Dividir el mundo en un
mundo "verdadero" y en un mundo aparente", ya sea al modo del
cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso),
es únicamente una sugestión de la decadence, -un síntoma de la vida descendente...
El hecho de que el artista estime más a la apariencia que la realidad no
constituye una objeción contra esta tesis. Pues a la "apariencia"
significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada,
reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista, ‑dice
precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco...”.
Desarrollo
de la noción
Nietzsche considera el arte trágico como antítesis de la actitud
decadente. De la tragedia se desprende una vigorosa afirmación de la vida, pues
enseña que siempre hay que decir sí, incluso a lo más doloroso. A pesar
del sufrimiento y del patetismo que presenta la tragedia, ofrece un mensaje
positivo de plena confianza en la vida.
Para los antiguos griegos, Dionisos era una divinidad
protectora de la vida y símbolo del placer (fiestas y vino), el dolor y la
resurrección, es el inspirador de la locura ritual y el éxtasis. Es el dios
de la agricultura y el teatro. Fue él quien enseñó a los hombres a cultivar la
vid y a fabricar el vino. Moría cada invierno y resucitaba en la primavera y
con él renacían también los frutos de la tierra. Para celebrar su resurrección
se organizaban grandes fiestas con rituales orgiásticos. Contrastaba con
Apolo, dios del sol, que simbolizaba la armonía, el orden y la razón. Sin
embargo, los griegos pensaban que las cualidades de los dos eran complementarias
(los dos dioses son hermanos). ¿Qué es una tragedia en tanto género
literario? La tragedia es una historia en la que personajes nobles se
enfrentan a conflictos provocados por pasiones humanas que desembocan en un
desenlace fatal. Aristóteles sostenía que la tragedia griega se
desarrolló a partir del ditirambo, himnos corales en honor al dios Dionisos
al que no solamente alababan, sino que a menudo contaban una historia. Se cree
que fue creada en el siglo VI a.C. por el poeta ateniense Esquilo. Las obras se
comenzaron a representar en festivales en honor de Dionisos. El festival más
importante, las Grandes Dionisíacas, tenía lugar en Atenas durante cinco días
de cada primavera. Para esta celebración los grandes dramaturgos griegos
Esquilo, Sófocles y Eurípides escribieron sus magníficas tragedias. Las
historias están basadas en su mayoría en mitos.
Nietzsche pone en evidencia el contraste entre dos elementos
principales de la tragedia: por un lado lo dionisiaco (la pasión que
experimenta el personaje) y por otro lo apolíneo (la sabiduría y la
justicia que es el elemento racional simbolizado por el dios Apolo). Contraste que es la base de
la némesis, el castigo divino que
determina la caída o la muerte del personaje.
Los griegos sabían que la vida era terrible, inexplicable y
peligrosa, pero no se entregaban al pesimismo. Podían eludirlo de dos formas: cubriendo
la realidad con un velo estético creando un mundo ideal de proporción y de
belleza. Esta es el arte apolíneo, que en la Grecia antigua se expresaba en las artes
épicas y plásticas. La otra posibilidad consiste en afirmar y abrazar la
existencia con toda su oscuridad y sufrimiento. Ésta es la actitud dionisíaca y
sus formas artísticas peculiares son la tragedia y la música.
Para Nietzsche la cultura griega entró en crisis cuando Eurípides
intentó eliminar de la tragedia el elemento dionisíaco en favor de elementos
morales, eliminando para ello el coro. La complejidad de la vida devino superficialidad
producto del poder reduccionista y simplificador de la razón, cuyo máximo
representante es Sócrates. Toda la filosofía posterior, resumida en las tres
idiosincrasias: Ser frente a Devenir, Superior e Inferior y fetichismo del
lenguaje, es la expresión de esta crisis. La respuesta de Nietzsche apostará
por una filosofía vitalista del devenir y una inversión de los valores presidida
por el nihilismo y el superhombre.
Tema: El vitalismo de Nietzsche
El término “vitalismo” es poco preciso pues con él nos
referimos a teorías filosóficas muy distintas, con el único elemento común de
reivindicar la vida como una realidad singular que no puede ser entendida en
términos ajenos a ella. Centrándonos en el siglo XIX podemos establecer dos
grandes líneas de pensamiento vitalista: científico y filosófico.
El triunfo de las ciencias naturales, a partir de la Edad Moderna, supuso el
del paradigma mecanicista, en el que los fenómenos vitales podían ser explicados
en términos materiales y de causas eficientes. El punto de vista mecanicista
dominante sugería que podemos entender a los seres vivos a partir de la
comprensión de los fenómenos físico-químicos y que la vida no representa un
nivel de realidad cualitativamente distinto de la realidad inorgánica. Frente a
este punto de vista, algunos biólogos creyeron que existe una diferencia
esencial entre los seres orgánicos y los no orgánicos y que los primeros no
pueden ser reducidos a los segundos. Estos científicos adoptaron un enfoque
teleológico y postularon la existencia de un principio propio en los seres
vivos, principio responsable de su comportamiento finalista y de las distintas
actividades vitales, por lo que consideraron que los fenómenos vitales no
pueden explicarse mediante las leyes de la física y la química. Este principio
irreductible a términos mecánicos y fisico-químicos recibió distintos nombres:
“fuerza vital” (Claude Bernard,
1813-1878), “fuerza dominante” (Johannes
Reinke, 1849-1931), “entelequia” (Hans Driesch, 1867- 1941).
En la segunda
mitad del siglo XIX y primera del XX encontramos importantes filósofos que
desarrollan toda su filosofía a partir de la reflexión relativa a la vida.
Dentro de esta línea del vitalismo se suelen distinguir también diversas
corrientes en función de su concepto de vida: la vida en el sentido biológico y
la vida en el sentido biográfico e histórico:
·
la vida en el sentido biológico: este concepto subraya el papel del cuerpo, los
instintos, lo irracional, la naturaleza, la fuerza y la lucha por la
subsistencia. El vitalismo de Nietzsche se incluye en este grupo;
·
la vida en el sentido biográfico e
histórico: la vida como conjunto de experiencias
humanas dadas en el tiempo, tanto en su dimensión personal (biográfico) como en
su dimensión social o histórica. La filosofía de Ortega y Gasset se incluye en
este grupo.
El vitalismo en
filosofía se presenta como una doctrina contraria al racionalismo. Los conceptos más importantes alrededor de los que gira la filosofía
vitalista son: temporalidad, historia, vivencia, instintos, irracionalidad,
corporeidad, subjetividad, perspectiva, valor de lo individual, cambio,
enfermedad, muerte, finitud. Se puede entender la totalidad de la filosofía
de Nietzsche como el intento más radical de hacer de la vida lo Absoluto.
La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma.
Uno de los conceptos básicos del vitalismo
nietzscheano es el de “voluntad de poder” o principio básico a partir del cual
se desarrollan todos los seres (principio de perseverancia en el ser). Nietzsche cree que en todas las cosas
encontramos un afán por la existencia, desde el mundo inorgánico hasta el mundo
humano, pasando por todos los distintos niveles de seres vivos (Todo ente
tiende a perseverar en su ser). Como categoría metafísica, la voluntad de poder
sustituye a la noción tradicional de ser. A partir de esta categoría, Nietzsche
nos ofrece una ontología vitalista que tendría las siguientes características:
·
Irracionalidad: la razón es sólo una dimensión de la realidad, pero no la más verdadera
ni la más profunda; y ello tanto en el sentido de que en el hombre la razón no
tiene –ni debe tener– la última palabra, puesto que siempre está al servicio de
otras instancias más básicas como los instintos o la mera eficacia en el
control de la realidad (es decir su mera utilidad, que no su verdad), como en
el sentido de que el mundo mismo no es racional: nosotros lo creemos racional,
intentamos someter a un orden y a una legalidad lo que en sí mismo no es otra
cosa que caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte.
·
Inconsciencia: La fuerza primordial que nos lanza a la conservación de la existencia es
inconsciente, instintiva y pulsional.
·
No teleológica: Ni en la naturaleza ni en el hombre hay inscrito fin alguno, nada hay en
su interior que les marque un destino. Dado que lo que nosotros percibimos, y
que todo con lo que tratamos (objetos físicos, mundo espiritual, social y
cultural) es expresión de esta realidad sin sentido, Nietzsche declara con ello
el carácter gratuito de la existencia.
Hay que tener mucho cuidado con la palabra “voluntad”, pues Nietzsche no
está pensando en lo que habitualmente llamamos con este término. Llamamos
“voluntad” a aquello que nos permite tener actos de querer, a la fuerza que
descansa en nuestro interior gracias a la cual dirigimos nuestra conducta y con
la que somos capaces de realizar los fines de los que somos conscientes. La
tradición aristotélico-tomista la consideraba una facultad del alma, la
psicología actual una capacidad de la mente. Para Nietzsche esta voluntad es
una manifestación superficial de una fuerza que está más en lo profundo de
nuestro ser. La voluntad de poder es la voluntad de existir, de ser más.
Es el fondo primordial de la existencia y de la vida.
CONTEXTUALIZACIÓN
1. El crepúsculo de los ídolos.
La obra de Nietzsche El crepúsculo de los
ídolos data de 1888. Fue subtitulada por el propio autor: Cómo se
filosofa a golpes de martillo. El título del libro supone una parodia de la
ópera de Wagner El ocaso de los
dioses. Esta obra de Nietzsche es un resumen de su pensamiento, una
introducción a su filosofía. El objetivo del autor es hacerle preguntas a los
valores e ideales de la cultura occidental, para que estos al responder lo
hagan con el sonido hueco propio de su condición de ídolos. Es este, un
filosofar a martillazos que se resuelve en uno de los mensajes favoritos de
Nietzsche: “¡Haceos duros!”. Por último, no deja de ser curioso como
Nietzsche se apropia del discurso de los profetas del Antiguo Testamento -los
cuales denunciaban la idolatría porque distinguían precisamente entre Dios e
ídolo, es decir, entre el Dios verdadero y los falsos dioses fabricados por el
hombre-, extendiendo la noción de ídolo a Dios mismo. Tras la publicación
de Más allá del bien y del mal,
en 1886, Nietzsche tomó la decisión de no imprimir ninguna cosa más durante una
serie de años. Abrigaba la idea de dedicarse a elaborar una exposición
detallada de su filosofía, que debía llamarse la Voluntad de Poder. A
Nietzsche le quedaba por aquel entonces poco más de un año de vida lúcida. Sin
embargo, Nietzsche dejó impresas durante este año nada menos que seis obras,
una de las cuales es a la que pertenece el texto objeto de comentario. En la
carta en la que anuncia esta obra a su editor, fechada el 7 de Septiembre de
1888, el autor opina de este escrito que es “el más limpio de todos mis
manuscritos que yo le haya enviado nunca”. El título inicial debía ser Ociosidad de un psicólogo, pero tras
recibir una carta de su amigo Peter Gast en la que le sugería un cambio de
título, el filósofo decidió el título actual. En Ecce homo, obra autobiográfica de Nietzsche, el autor dice a
propósito del Crepúsculo de los ídolos:
“Lo que en el título se denomina ídolo es sencillamente lo que hasta ahora fue
llamado verdad. Crepúsculo de los ídolos, dicho claramente: la vieja verdad se
acerca a su final. No existe ninguna realidad, ninguna idealidad que no sea
tocada en este escrito...no sólo los ídolos eternos, también los más
recientes...
2. El Crepúsculo de los ídolos en el
contexto de la obra de Nietzsche.
Este libro pertenece a la última etapa del pensamiento de Nietzsche. Tres fases
pueden distinguirse en el desarrollo de su filosofía: a. Un período de
juventud, o periodo romántico, en el que estudia la cultura griega, se deja
influir por Wagner y por Schopenhauer: El origen de la tragedia
en el espíritu de la música; b. Un período de transición, o período
positivista, en el que se apoya en las ciencias experimentales para renegar de
los valores románticos en los que había creído hasta ese momento. (Gaya
ciencia) y c. Un período de madurez, en el que combina la formulación
positiva de los grandes temas de su filosofía con la crítica feroz de la
tradición cultural de occidente. (Crepúsculo
de los ídolos)
3. La obra de Nietzsche en el contexto de la historia de
la filosofía
El pensamiento de Nietzsche significa tres cosas:
a. Una crítica radical de la tradición cultural de occidente, tanto de sus
antiguos como de sus nuevos valores e ideales: filosóficos, religiosos, éticos,
políticos. También de la falta de ideales y valores (nihilismo), lo cual genera
pasividad, indiferencia, aburrimiento, incredulidad, etc.; b. A pesar del tono
polémico e irreverente, la mencionada crítica no es periodística, es decir,
esta crítica presupone en todo momento una formación disciplinada en esa
tradición, un conocimiento de ella desde dentro, e incluso un gran respeto, una
devoción y hasta una verdadera veneración por la cultura criticada. En este
sentido, cabe recordar al joven Nietzsche en su triple papel de filólogo
clásico, de entusiasta amigo de Wagner y de discípulo devoto de Schopenhauer;
c. El pensamiento de Nietzsche supone una alternativa a la tradición criticada,
se presenta como un irracionalismo vitalista, una filosofía de la vida que
sirva de fundamento a lo que han de ser lo verdaderos valores e ideales del
hombre, que sirva de base a toda una futura y nueva cultura. Esta filosofía de
la vida se resume en un sí a la vida, afirmación que se desarrolla a través de
sus doctrinas. Cabría hacer una enumeración de los temas más relevantes que
abarca la filosofía de Nietzsche. Y entonces podríamos apuntar: el eterno
retorno de lo Mismo, Dionisos, el superhombre, la transmutación de los valores,
el nihilismo, la razón.
4. La obra de Nietzsche en el contexto socio-histórico
de su época.
La obra de Nietzsche puede ser entendida como resultado de su época y como
intento de superación de la misma. Por un lado, el siglo XIX está dominado por
tres grandes movimientos culturales: a. El liberalismo, el socialismo y el
anarquismo, teorías políticas que propugnan, cada una a su manera, un progreso
social y unos valores liberales y democrático-igualitarios con los cuales no
puede estar de acuerdo Nietzsche. b. El romanticismo, concepción irracionalista
del mundo que combina el culto a los valores estéticos -literiarios y
artísticos- con un cierto pesimismo vital. c. El positivismo o filosofía que
valora la ciencia y el progreso científico. Por otro lado, ya en el siglo XIX
comienzan a aparecer los primeros síntomas de nihilismo, que Nietzsche describe
con precisión. Pues bien, contra el naciente nihilismo manifiesto que le
rodeaba, se dirige su filosofía. Porque Nietzsche no sólo diagnosticó el
nihilismo de su tiempo, sino que pronosticó o profetizó, con extraordinaria
lucidez, el nihilismo de nuestros días.