Vía de la perfección
La cuarta prueba de la existencia de Dios se de la jerarquía
de valores que encontramos en el mundo o de los grados de ser que encontramos
en él. Constatamos diferentes grados de calor, de verdad, de justicia, etc. Hay
acciones más justas que otras, juicios más verdaderos que otros. Así, diría el
aquinate, esta constatación exige un modelo o referencia de justicia o verdad
absoluta con el cual comparar el valor de lo que acontece en el mundo. Tomás de
Aquino entiende que este valor máximo, no sólo es referencia o modelo, sino,
también, causa de todo aquello que es relativo, porque si no fuese así no podríamos
atribuir a las cosas diferentes grados de ser o perfección. A esta causa
suprema, ejemplar y absoluta, se le llama “Dios”.
Centrémonos ahora en los conceptos presupuestos en la
prueba. Tomás de Aquino distingue entre “lo que es en sí” (ens ab ser) y “lo
que es por otro” (ens ab alio). El primero, dice el texto, es lo máximo,
aquello a lo que se aproximan las cosas, el verdadero ser, la causa de todo lo
existente. El segundo, no es el verdadero ser, ya que es en cuanto se aproxima
o se asemeja a lo que “en en sí. Es efecto y no causa. El ser en sí es ser en
acto puro y carente de potencia, pura forma. El ser por otro es una mezcla de
acto y potencia, un compuesto hilemórfico. Dios es pues el ser en sí, el modelo
al que imitan todas las cosas. Este concepto de participación o imitación es el
que liga la vía a la filosofía platónica. Es decir, existe una gradación de ser
y las cosas son más o menos justas, verdaderas, etc., en función de la cercanía
o lejanía al modelo o referencia absoluto.
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