CONTEXTUALIZACIÓN histórica y filosófica del mito de la caverna de
PLATÓN (en su obra La República, libro VII).
A. EL CONTEXTO HISTÓRICO DE PLATÓN
1. Introducción.
La crisis ideológica
y los cambios políticos (transición de los regímenes
aristocráticos a las democracias) que se da en Atenas y en Grecia en tiempos de
Platón, pero cuya génesis se remonta al menos dos siglos antes, necesariamente
tienen que ver con el diseño de la ciudad ideal trazado en La República.
Así, los problemas que los griegos, y Platón de modo eminente entre ellos, se
plantearon en filosofía política no pueden ser correctamente entendidos sin una
referencia a ciertos hechos básicos como: las características propias de las
ciudades-estado griegas, la variedad y evolución de sus tipos de constitución,
las relaciones entre polis por medio de ligas y confederaciones, la experiencia
democrática de Atenas, su imperialismo y su enfrentamiento con Esparta en la
larga (30 años. Guerra del Peloponeso). Conviene tener en cuenta, por
tanto, los siguientes puntos: la polis griega (con especial referencia a
Atenas), la democracia y el imperio atenienses, y la Guerra
del Peloponeso como final expresión de la crisis de Atenas en
el siglo IV a. de C.
2. La polis griega y sus órganos de gobierno.
La polis griega, compuesta por un centro urbano y el campo, es sobre
todo la comunidad misma de los ciudadanos. Había en efecto tres
tipos de habitantes: los ciudadanos, las personas libres pero carentes de
ciudadanía (extranjeros o metecos: así Aristóteles, que era macedonio,
cuando vivió en Atenas) y los esclavos. El ciudadano es el que tiene derecho
a participar en la Asamblea, el que puede hablar en el foro público. Los
órganos de gobierno eran tres: ASAMBLEA, CONSEJO y un grupo de MAGISTRADOS
sobre los que recaían ciertas funciones y cargos de carácter unipersonal.
3. La democracia ateniense: directa regida por dos principios: isonomía e
isegoría. Como sabemos, la democracia ateniense vivía en y de la
discusión política. Era esencialmente el gobierno por la palabra. Por
eso tuvieron tanta importancia los sofistas que enseñaban el dominio de la
palabra, la capacidad de persuasión en los discursos. Es importante tener en
cuenta que casi toda la literatura política de finales del siglo V y del siglo
IV (la época de Platón) es hostil a la democracia. Platón, pues, no fue
el único en criticarla. El régimen democrático, con sus logros indudables,
terminó siendo considerado por muchos como responsable de la derrota final en
la guerra del Peloponeso, así como de los errores y horrores cometidos durante
la misma.
4. El imperio de Atenas y la guerra del Peloponeso (431-404).
Pericles tomó una serie de medidas encaminadas a afianzar el dominio
ateniense sobre la Liga de Delos: limitó la soberanía de las ciudades aliadas
con medidas abusivas que propiciaron el imperialismo ateniense. Dos
acontecimientos se destacan aquí, de los muchos de la guerra: la sublevación de
Mitilene (428) y la conquista de la isla de Melos (416). En ambos se ve la crueldad
ateniense y el cinismo de que es justo o es ley natural el dominio del más
fuerte sobre el más débil (como propugnaron algunos sofistas). Después de Pericles dirigen los destinos de
Atenas políticos de una nueva generación (como Cleón, Alcibíades, Nicias, etc.,
educados ya durante la democracia en el espíritu de las enseñanzas de los
sofistas. Todos ellos recibieron el nombre de demagogos y los críticos
han solido echar la culpa de todos los males atenienses a la demagogia,
es decir, al egoísmo irracional de aquéllos, capaz, a su vez, de excitar y
promover el egoísmo e irracionalidad de la masa que tomaba decisiones en la
asamblea. Atenas, por ejemplo, estuvo varias veces en condiciones de firmar
una paz ventajosa con Esparta (años 425 o 410) y los demagogos lo
impidieron o rompieron esa paz recién firmada (así el nefasto Alcibíades en el
421).
En la larga guerra del Peloponeso tengamos en cuenta que se enfrentaban
también los partidarios de la democracia (Atenas y las ciudades con ella
aliadas) y de la aristocracia más tradicional (Esparta y sus aliados). El
desastre mayor ateniense y el comienzo del fin de su imperio fue la derrota en
la expedición naval a Sicilia, con más de 40.000 muertos (año 413 a. J.C.). En
el año 404 es derrotada Atenas por Esparta. Se derriban sus murallas, se
disminuye su flota y gobierna en Atenas un Consejo de treinta tiranos,
si bien un año y medio después los atenienses reinstauraron la democracia.
Esa democracia fue la que condenaría a muerte a Sócrates, en
el año 399 antes de Cristo. Platón tenía, no lo olvidemos, 28 años.
5. Síntesis de la vida de Platón.
Platón (427-347 a. C.) nació en Atenas, en el seno de una familia
perteneciente a la oligarquía. En sus comienzos fue discípulo de
Cratilo, un seguidor de la filosofía de Heráclito), quien le enseñó la teoría
del eterno fluir de todas las cosas; pero a los 21 años entró a formar parte
del círculo de Sócrates, produciéndose, en consecuencia, un profundo cambio en
sus orientaciones filosóficas. En el año 399 a. C., como se ha dicho, murió
Sócrates y Platón, temiendo la predisposición de los atenienses contra los
discípulos de aquél, se refugió en Megara durante un corto período de tiempo y,
probablemente, fue en esta ciudad donde comenzó a escribir sus Diálogos
filosóficos. Posteriormente, durante diez años viajó por Egipto y otros lugares
del norte de África e Italia; en la Magna Grecia trabó amistad con el
pitagórico Arquitas de Tarento y conoció las ideas de los eléatas, seguidores
de Parménides; en Sicilia intentó influir en la política del tirano Dionisio I,
estratega de Siracusa; pero éste, molesto por sus ingerencias y sus críticas,
le hizo vender como esclavo. De esta penosa situación salió gracias a la
intervención de un rico personaje, Aníceris de Cirene, quien habiéndole
reconocido le compró y le devolvió la libertad. Se cuenta que, una vez vuelto a
Atenas, Platón intentó reintegrar el dinero de su rescate; pero Aníceris rehusó
aceptar dicha cantidad y con ella Platón compró una finca en las afueras de
Atenas, en un lugar próximo a la estatua del héroe Academos. Así fundó un
centro dedicado a la actividad filosófica y cultural, la Academia, en
donde impartió sus enseñanzas durante el resto de su vida. La célebre escuela
habría de subsistir varios siglos después de muerto nuestro filósofo, hasta que
el emperador cristiano Teodosio ordenó su clausura en el siglo V de nuestra
era. Sus discípulos y otros escritores contemporáneos recopilaron abundantes
noticias y documentos sobre su vida y su obra (la primera obra filosófica que
se nos ha conservado escrita casi en su integridad), pero casi todos ellos se
han perdido, de tal manera que, en la actualidad, sus propios escritos (los Diálogos
y las Cartas) junto con algunos testimonios de Aristóteles y,
posteriormente, Diógenes Laercio son la fuente principal que poseemos para
conocer sus actividades y su pensamiento.
6. La muerte de Sócrates.
A la muerte de su maestro parece aludir claramente Platón, en el “mito de
la caverna” cuando expone la situación en la que se encontraría quien, una vez
liberado de su prisión y sus cadenas (su ignorancia y sus pasiones),
pretendiese regresar a la cueva-prisión para animar a sus antiguos compañeros a
abandonarla. Estos, sumamente molestos por todas las privaciones y penalidades
se encararían con su libertador y acabarían dándole muerte.
En efecto, la muerte de Sócrates influyó de modo decisivo, casi
traumático, en la vida y en la obra de Platón. Sócrates, todo un dechado
de virtudes, prototipo de persona justa y virtuosa, fue condenado a muerte y
dicha pena se cumplió; esta condena no fue fruto del capricho de un tirano, ni
de la conspiración urdida por una oligarquía enemiga, sino que el filósofo fue
sometido a un juicio, tras ser acusado por dos ciudadanos, en el que la
culpabilidad y la sentencia fueron decididas por un jurado compuesto por 500
conciudadanos elegidos de forma aleatoria. El propio Platón, presente en
dicho juicio, pudo comprobar que se cumplieron todos los requisitos legales de
acuerdo con las normas de Atenas, esto es, en consonancia con las leyes que
tanto él mismo como el propio Sócrates habían considerado justas. Y sin
embargo, a sus ojos esta condena era injusta, tremendamente injusta.
¿Cómo podían acontecer tales sentencias? Algo tenía que fallar en la
constitución, en los gobernantes o en la educación que debía formar a los
ciudadanos. Platón, tanto por su ascendencia familiar como por su propia
vocación, estaba destinado a participar en las magistraturas públicas y
en el gobierno de Atenas, pero la muerte de Sócrates le hizo cambiar el
rumbo de su vida y, alejándose de toda actividad pública, se retiró a
filosofar. No pretendía abandonar definitivamente la política, sino sólo
provisionalmente, mientras meditaba, ponía en claro sus ideas, y averiguaba qué
era el bien y qué el mal, qué era la virtud, cómo debe ser la justicia, qué
organización debe adoptar la ciudad, quiénes deben dirigir los asuntos
públicos, etc.
En este sentido, la obra de Platón puede ser considerada como una
profunda meditación sobre cuestiones políticas; dos de sus obras más notables
llevan por título República y Leyes, y numerosos nombres de políticos y
de personajes públicos aparecen en sus textos, de tal modo que podemos afirmar
que las consideraciones ontológicas y epistemológicas, en último
término, parecen orientadas a fundamentar las concepciones políticas, los
ideales políticos, es decir, el hallazgo de una forma ideal de gobierno.
B. CONTEXTO FILOSÓFICO DE PLATÓN
1. El diálogo como forma de filosofar.
Principales diálogos platónicos.
Platón, siguiendo a su maestro Sócrates, expresó sus pensamientos mediante
el diálogo, pues pensaba que mientras los escritos y los discursos no
nos permiten esclarecer las dudas y las aporías (dificultades) que en ellos se
contienen, el diálogo, por el contrario, es una forma viva de filosofar
que reproduce el dramatismo y el vigor de la dialéctica; el diálogo, mediante
preguntas y respuestas, aclaraciones y refutaciones, matizando ciertas
opiniones y rechazando otras, va conduciendo la investigación hasta el
descubrimiento de la verdad; el diálogo, pues, constituye una especie de
certamen intelectual que por medio de la discusión en común pone
de manifiesto el esfuerzo lento y fatigoso del proceso mediante el cual se
llega al conocimiento. En general, la mayoría de los diálogos comienzan
enfocando una cuestión, un determinado tema o asunto; a continuación, se
desarrolla un proceso negativo o refutación, mediante el cual se
rechazan las opiniones falsas, esto es, se eliminan los errores y, por último,
tiene lugar el proceso mayéutico, que se dirige al descubrimiento de la
verdad.
Casi todos los personajes que Platón hace intervenir en sus diálogos son
reales, aunque frecuentemente se recurre a situaciones anacrónicas al colocar
unos en relación con otros, es decir, a muchos interlocutores se les sitúa en
tiempos distintos a los que en realidad existieron. El protagonista
principal en la mayoría de ellos es Sócrates, que, mediante una
ingenuidad fingida (ironía socrática), va refutando las posiciones de
sus interlocutores, frecuentemente de los sofistas, los “profesionales”
de la enseñanza, quienes, a los ojos de Platón, no hacen sino confundir a la
juventud con sus sofismas.
En la actualidad, se atribuyen a Platón 42 Diálogos; pero, por una
parte, este número es dudoso y, por otra, resulta muy difícil establecer la
secuencia cronológica correcta entre ellos; de manera general, siguiendo a los
tratadistas principales, podemos diferenciar cuatro períodos, a saber:
a) Primeros diálogos o diálogos
socráticos. En ellos se contienen de modo predominante preocupaciones
éticas. Entre éstos destacan Apología de Sócrates, Critón,
Protágoras, Cármides y Eutifrón.
b) Época
de transición. Primeros diálogos de la Academia; continúan las
cuestiones éticas, pero cobran también intensidad los problemas políticos, así
como los temas relacionados con la preexistencia e inmortalidad del alma
humana. Podemos considerar como los más importantes de este período
Gorgias, Menón, Cratilo, Menéxeno...
e) Época de madurez o diálogos
doctrinales. En éstos formuló la doctrina de las Ideas como
fundamento de la teoría ética y política; destacan Banquete, Fedón, República
y Fedro.
d) Diálogos de vejez o diálogos críticos. En ellos Platón
sometió en cierto modo a revisión sus propias ideas anteriores; podemos señalar
como los más importantes Teeteto, Parménides, Sofista, Político,
Filebo, Timeo y Leyes.
2. El contexto filosófico más inmediato del “mito
de la caverna”
El mito de la caverna ocupa un lugar central en la que acaso sea la
obra más importante de este filósofo: La República. Además, como ya
hemos dicho, este “mito” resume y simboliza todo el platonismo: la liberación
de la ignorancia y las pasiones, el tránsito del mundo inferior al superior
(mundo de la verdad o mundo de las Ideas). Ahora bien, conviene saber, y decir
en la contextualización, al menos lo siguiente: este “mito” (y lo
escribimos entre comillas porque no es exactamente un mito tradicional) aparece
como culminación de una temática inmediatamente anterior –de un diálogo entre
Sócrates y sus discípulos- que versaba sobre el más elevado conocimiento: el
conocimiento del Bien (la realidad suprema). Sócrates se resiste a hablar
del Bien y afirma que es muy difícil de conocer, pero finalmente accede a
establecer una comparación entre el sol y el Bien (el sol como
hijo del Bien), inaugurando lo que será durante siglos algo característico de
todo platonismo: el tema de la iluminación; la verdad como luz (lo
veremos en S. Agustín).
3. Principales influencias filosóficas que recibió Platón.
Parménides, los Pitagóricos
y Sócrates fueron quienes más influyeron en Platón. Su discípulo Aristóteles,
el otro gran filósofo griego, debe tenerse en cuenta y mencionarse por las
diferencias que hay entre las dos filosofías: Aristóteles intenta superar los dualismos
latentes en el platonismo: dualismos ontológico (realidad), gnoseológico
(conocimiento) y antropológico (ser humano).
Platón conoció las obras de todos los filósofos presocráticos, pero elogió
a Parménides y coincidió sobre todo con él, especialmente en la
distinción de los dos niveles de realidad (el intelectual y el sensible) y en
las características del ser verdadero: Lo que decía Parménides del Ser (estaticismo)
lo aplica Platón a las Ideas. El influjo órfico (y por tanto de origen
oriental) le vino de los pitagóricos: dualismo antropológico e importancia
de las matemáticas. También influyó en su filosofía la idea
pitagórica de que el cuerpo es el sepulcro o la cárcel del alma, así
como las ideas referidas a la transmigración de las almas y a la necesidad
de la purificación para alcanzar una vida más alta. Heráclito influyo
mediante la teoría del devenir, la cual sirvió a Platón para caracterizar el
mundo sensible.
La influencia de Sócrates fue decisiva tanto en la elaboración de la
Teoría de las Ideas a partir de la noción de “definición universal” socrática,
como en la importancia que Platón concede a la doctrina del intelectualismo
moral, la cual vincula la virtud al saber.
Hay que destacar su relación conflictiva con los sofistas. Con ellos
polemiza a menudo, pero también en muchos casos los respeta y admira (como, por
ejemplo, a Protágoras y Gorgias, los más importantes). Fueron el contrapunto
necesario del pensamiento ético y político de Platón. Los sofistas tendían al relativismo
(no hay verdades absolutas) y al escepticismo (no se puede conocer la
verdad) y anteponían, a veces, los intereses prácticos a las convicciones
morales. Plantearon la célebre distinción entre lo que es por naturaleza (physis)
y lo que es por acuerdo humano o convención (nomos), distinción
tan importante en cuestiones políticas y morales. Platón opuso el dogmatismo al
escepticismo y el intelectualismo moral al relativismo sofista. Sostenía que el
objetivo de la filosofía debía ser la búsqueda de la verdad (dialéctica) y no
la consecución del poder mediante la persuasión y la demagogia (retórica y
erística).
Y para terminar esta contextualización vamos a referirnos de nuevo
brevemente a Aristóteles. Éste criticará el dualismo ontológico,
epistemológico y antropológico de Platón. Niega la existencia de dos mundos
separados antológicamente y las Ideas transcendentes platónicas las entiende
como inmanentes al individuo. Por otra parte, frente a la doctrina platónica
del carácter accidental de la relación entre el alma y el cuerpo, el estagirita
propone una relación esencial.
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