Nociones. Los conceptos supremos y Dios.
-Texto en el que se inspira directamente esta noción
La otra
idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo
último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final ‑¡por
desgracia! , ¡pues no debería siquiera venir!- los "conceptos
supremos", es decir, los conceptos más generales, los más vacíos, el
último humo de la realidad que se evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión
de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo
inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de
primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El proceder de
algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en
entredicho el valor. Todos los valores supremos son de
primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo
incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto -ninguno de ellos puede
haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas
ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en
contradicción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo
concepto "Dios"... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto
como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]
... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales
de unos enfermos tejedores de telarañas! -¡Y lo ha pagado caro!... (…) (El
texto accesorio que utilizaremos pertenece a la Gaya ciencia)
-Desarrollo de la noción
La segunda idiosincrasia de los filósofos
Nietzsche enuncia la
segunda idiosincrasia de los filósofos: "consiste en confundir lo último y
lo primero".
Según Nietzsche, en la realidad lo superior es
siempre un producto de lo inferior y debe explicarse a partir de lo inferior.
¿Qué quiere decir con esto? Pues, por ejemplo, que hay que explicar al hombre
como evolución del animal, y esto es una explicación materialista de lo
superior por lo inferior, y no como una creación de Dios, siendo esta una
explicación idealista de lo inferior por lo superior. Del mismo modo habría que
explicar a Dios como invención del hombre y no desde sí mismo.
Además
la tradición filosófica ha establecido la siguiente contraposición:
superior=anterior / inferior=posterior. En palabras de Nietzsche: "Ponen
al comienzo, como comienzo, lo que viene al final -¡por desgracia!, ¡pues no
debería siquiera venir! -los conceptos supremos, es decir, los conceptos más
generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora."
Los
filósofos, así, confundiendo, a juicio del autor, lo primero con lo último,
siempre han explicado los conceptos supremos y los valores como causa de sí
mismos, como algo que no podía proceder o resultar de cosas consideradas por
debajo de tales conceptos o valores, cuyo prototipo sería el concepto de Dios:
"lo último, lo más tenue y vacío, ha sido puesto por la filosofía como lo
primero, como causa en sí...".
Dios y el nihilismo.
En la Gaya
ciencia, Nietzsche proclama que “Dios ha muerto”. El concepto supremo ha dejado
de ser operativo en el ámbito de la ciencia, la moral, la política y dela vida.
Ahora, es caracterizado como “lo más tenue, lo más vacío…”
Nietzsche piensa la
época moderna a la luz de este acontecimiento transcendental, no localizable de
manera simple en la historia, en una fecha y en lugar concreto, pero sin el
cual no puede entenderse esa misma época moderna: la "muerte de
Dios", es decir, el ateísmo.
Para el autor, la
"muerte de Dios" es el suceso más importante de la historia; tiene
tal magnitud que divide la historia en dos, inaugurando un acontecer superior a
todo lo ocurrido hasta ahora. Pero, según Nietzsche, el hombre todavía no se ha
puesto a la altura de su hazaña, todavía no es consciente del alcance de ese
acontecimiento; si captara su significado, el mismo y su mundo quedarían, sin
duda, transformados.
Para
Nietzsche, el teísmo es una forma de nihilismo (Nihilismo latente). Los valores que se
inspiran en Dios, en el ser entendido como unidad y permanencia, tal y como es
pensado por la ontología clásica, son valores falsos y mentirosos. El ser,
Dios, es nada, es la nada divinizada, una máscara de la nada, un espejismo en
el desierto de la nada. Estos valores, encubren, según Nietzsche, Nihilismo.
Con la expresión
"muerte de Dios", Nietzsche no se refiere directamente al hecho
natural de la no existencia de Dios, tampoco se refiere al hecho psicológico de
la no creencia en Dios (el loco no dice: "Dios no existe" o "No
creo en Dios"); con esta expresión se nombra un suceso de carácter
histórico cultural. En efecto, exista o no exista Dios, lo cierto es que,
durante la Edad Antigua y Media, como idea y como creencia, Dios vivía en la
conciencia y en el corazón de los hombres, hallándose presente, de alguna
forma, en todas las manifestaciones de la cultura. En el mundo moderno, por el
contrario, con la creciente autonomía de las distintas teorías y prácticas
humanas respecto de cualquier norma teológica-religiosa, Dios ha dejado de
vivir, "Dios ha muerto".
Por
eso, porque se trata no de un simple hecho natural que se comprueba o descubre
(la ausencia o inexistencia de un ser llamado "Dios"), ni de una mera
creencia psicológica que se supera sin más (como sucede en el caso de un
adolescente que deja de creer en los personajes de los cuentos infantiles(,
sino de una acción realizada por el hombre, de un acontecimiento ocurrido en el
despliegue activo de la historia y la cultura humanas, el texto presenta la
"muerte de Dios" como un crimen violento, como un verdadero asesinato
llevado a cabo por nosotros.
Ahora
bien, hay distintas formas de vivir el ateísmo. El ateo humanista, por ejemplo,
niega la existencia de Dios por entender que la idea filosófica de Dios y la
creencia religiosa en El son los grandes obstáculos que impiden, por una parte,
que el hombre se encuentre a sí mismo, que se realice como hombre, en razón y
en libertad, y, por otra, que se reconcilie con el mundo, que llegue a mantener
con el mundo una auténtica y satisfactoria relación. A juicio del ateo
humanista, la negación de Dios tendrá la virtud de unir al hombre consigo mismo
y con su verdadera patria y morada, este mundo que es el único.
El
ateísmo nihilista o nietzscheano profundiza en el significado de la muerte de
Dios hasta constatar las implicaciones que ésta tiene para el hombre y para el
mundo. En opinión del ateo nihilista, el hombre, cuando comprende que Dios no
existe, lejos de encontrarse a sí mismo y de relacionarse satisfactoriamente
con el mundo, está condenado a destruirse y desaparecer, o a volverse loco como
expresión del sinsentido y desorden introducidos po resta idea, siempre que la
piense en serio, hasta el final. Por otra parte, el mundo, al margen de Dios,
lejos de convertirse, como pretende el ateísmo humanista, en un paraíso
terrenal a disposición del hombre, en una casa hecha a medida del ser humano,
se transforma en un caos absurdo y terrible.
El
ateo nihilista considera que una misma y profunda lógica une las nociones de
hombre, mundo y Dios. Por tanto, si una de ellas cae por tierra, ha de
arrastrar, en su caída a las otras dos.
El
ateo humanista no cree en Dios, pero cree en el hombre y también en el mundo.
Así, sobre estas dos creencias, intenta levantar una especie de muro de
contención contra toda reflexión negativa y pesimista sugerida por la idea de
que Dios no existe.
El
ateo nihilista no cree en nada, ni en Dios, ni en el hombre, ni el el mundo. Pues
Dios era el ser por excelencia, y si el no existe entonces los seres quedan a
merced de la nada, en poder de las potencias de la nulidad, como el tiempo y la
muerte.
En
este sentido la postura del ateo nihilista resulta:
a.
más religiosa y mística en su punto de partida, porque aunque sea para
suprimirlo, se toma a Dios en serio al entenderlo como única garantía de
cualquier clase de orden -metafísico, intelectual, moral.
b.
más consecuente en su punto de llegada, ya que extrae con coherencia todas las
consecuencias que, para el hombre y para el mundo, se siguen de rechazar
semejante significado.
Y
hay que hacer un esfuerzo por entender bien esto. Dios siempre ha significado
la promesa de que la vida, la verdad y la justicia triunfarían finalmente sobre
la muerte, la mentira y la injusticia. Ahora bien, si Dios no existe, habrá que
renunciar a estas esperanzas, que aparecen ahora como vanas ilusiones. Pero
entonces será muy díficil escapar a la conciencia del absurdo y sinsentido del
mundo, a pesar de que los distintos humanismos, en un intento de darle sentido
a la existencia, prometan la mejora y la felicidad de la humanidad a través del
progreso social, científico, moral y artístico.
En
el texto de la Gaya ciencia, el ateo
nihilista está representado por ese hombre loco que busca a Dios en medio de la
plaza, con una linterna encendida en plena luz del día.
Nietzsche
recrea aquí, por cierto, una famosa anécdota, que nos cuenta la tradición
filosófica, según la cual, Diógenes, el cínico, se presentó con un candil en la
plaza pública pregonando que buscaba al hombre y pasando de largo ante los que
allí concurrían.
El
delirio del loco aparece como la consecuencia inmediata en el hombre de
comprender que Dios ha muerto. Sin embargo esta demencia significa cosas
opuestas. Por un lado es la pérdida de la razón, la degradación del hombre como
tal. Por otro, supone, para el hombre, el acceso a una situación casi sagrada:
adquirir un estado de lucidez y de plenitud espiritual semejante al de los dioses
o, al menos, en comunicación con lo divino.
El
caos, la desintegración del orden cósmico, es por una parte, el efecto
inmediato de la muerte de Dios, un efecto rigurosamente equivalente, respecto
del mundo, al efecto de la locura en el hombre. De hecho, locura y caos son
nociones casi definibles entre sí. La primera supone un especie de caos mental,
la segunda, una locura cósmica. El trastorno de todas las referencias, el
movimiento errático, la aparición de la nada infinita, del vacío, del frío, representan
la imposibilidad para el hombre de relacionarse con el ser, la verdad y el
bien, al margen de Dios.
Nietzsche
es nihilista. Se declara nihilista. Pero no debe confundirse este nihilismo con
el que Nietzsche crítica y combate. Este último es un nihilismo pasivo y
decadente, que sólo conduce a la nada. El nihilismo de Nietzsche es activo y
ascendente, la negación está al servicio de una afirmación superior. Por eso si
Nietzsche rechaza los valores e ideales de la tradición filosófica
reduciéndolos a la nada, no es para quedarse ahí, sino para afirmar
positivamente, a continuación, toda una serie de nuevos valores e ideales,
aquellos que se derivan del Sí a la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.