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HUME, Investigación
sobre el conocimiento humano, sección 2, “Sobre el origen de las ideas”
(trad. J. Salas Ortueta, Madrid, Alianza, 1997, pp. 33-36).
“He aquí, pues, que
podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies,
que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos
fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas;
la otra especie carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de
los demás, según creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario
encuadrarlos bajo un término o denominación general. Concedámosnos, pues, a
nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas impresiones, empleando
este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión,
pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o
vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. Y las
impresiones se distinguen de las ideas que son percepciones menos intensas de
las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos sobre las sensaciones o
movimientos arriba mencionados.
Nada puede parecer, a primera vista, más ilimitado
que el pensamiento del hombre que no sólo escapa a todo poder y autoridad
humanos, sino que ni siquiera está encerrado dentro de los límites de la
naturaleza y de la realidad. Formar monstruos y unir formas y apariencias
incongruentes, no requiere de la imaginación más esfuerzo que el concebir
objetos más naturales y familiares. Y mientras que el cuerpo está confinado a
un planeta a lo largo del cual se arrastra con dolor y dificultad, el
pensamiento, en un instante, puede transportarnos a las regiones más
distantes del universo; o incluso más allá del universo, al caos ilimitado,
donde según se cree, la naturaleza se halla en confusión total. Lo que nunca
se vio o se ha oído contar, puede, sin embargo, concebirse. Nada está más
allá del poder del pensamiento, salvo lo que implica contradicción absoluta.
Pero, aunque nuestro pensamiento aparenta poseer
esta libertad ilimitada, encontraremos en un examen más detenido que, en
realidad, está reducido a límites muy estrechos, y que todo este poder
creativo de la mente no viene a ser más que la facultad de mezclar,
trasponer, aumentar, o disminuir los materiales suministrados por los
sentidos y la experiencia. Cuando pensamos en una montaña de oro, unimos dos
ideas compatibles: oro y montaña, que conocíamos previamente.
Podemos representarnos un caballo virtuoso, pues de nuestra propia
experiencia interna (feeling) podemos concebir la virtud, y ésta la
podemos unir a la forma y figura de un caballo, que es un animal que nos es
familiar. En resumen, todos los materiales del pensar se derivan de nuestra
percepción interna o externa. La mezcla y composición de ésta corresponde
sólo a nuestra mente y voluntad. 0, para expresarme en un lenguaje
filosófico, todas nuestras ideas, o percepciones más endebles, son copias de
nuestras impresiones o percepciones más intensas.
Para demostrar esto, creo que serán suficientes los
dos argumentos siguientes. Primero, cuando analizamos nuestros pensamientos o
ideas, por muy compuestas o sublimes que sean, encontramos siempre que se
resuelven en ideas tan simples como las copiadas de un sentimiento o estado
de ánimo precedente. Incluso aquellas ideas que, a primera vista, parecen las
más alejadas de este origen, resultan, tras un estudio más detenido,
derivarse de él. La idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente
inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de
nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de
bondad y sabiduría. Podemos dar a esta investigación la extensión que
queramos, y seguiremos encontrando que toda idea que examinamos es copia de
una impresión similar. Aquellos que quisieran afirmar que esta posición no es
universalmente válida ni carente de excepción, tienen un solo y sencillo
método de refutación: mostrar aquella idea que, en su opinión, no se deriva
de esta fuente. Entonces nos correspondería, si queremos mantener nuestra
doctrina, producir la impresión o percepción vivaz que le corresponde.
En segundo lugar, si se
da el caso de que el hombre, a causa de algún defecto en sus órganos, no es
capaz de alguna clase de sensación, encontramos siempre que es igualmente
incapaz de las ideas correspondientes. Un ciego no puede formarse idea alguna
de los colores, ni un hombre sordo de los sonidos. Devuélvase a cualquiera de
estos dos el sentido que les falta; al abrir este nuevo cauce para sus
sensaciones, se abre también un nuevo cauce para sus ideas y no encuentra
dificultad alguna en concebir estos objetos. El caso es el mismo cuando el
objeto capaz de excitar una sensación nunca ha sido aplicado al órgano. Un
negro o un lapón no tienen noción alguna del gusto del vino. Y, aunque hay
pocos o ningún ejemplo de una deficiencia de la mente que consistiera en que
una persona nunca ha sentido y es enteramente incapaz de un sentimiento o
pasión propios de su especie, sin embargo, encontramos que el mismo hecho
tiene lugar en menor grado: un hombre de conducta moderada no puede hacerse
idea del deseo inveterado de venganza o de crueldad, ni puede un corazón
egoísta vislumbrar las cimas de la amistad y generosidad. Es fácil aceptar
que otros seres pueden poseer muchas facultades (senses) que nosotros
ni siquiera concebimos, puesto que las ideas de éstas nunca se nos han
presentado de la única manera en que una idea puede tener acceso a la mente,
a saber, por la experiencia inmediata (actual feeling) y la
sensación”.
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Tipos de
percepciones: Ideas e impresiones. Criterio de distinción.
La APARENTE capacidad
ilimitada DEL PENSAMIENTO frente a las limitaciones de la realidad. El
principio de contradicción.
¿En qué consiste
la creatividad del pensamiento? Los límites que marca la experiencia.
Principio de
copia: Toda idea se deriva de una
impresión.
El análisis de
las percepciones muestra que toda idea compleja se reduce a ideas simples y
estas a impresiones.
Si no hay
sensación no hay percepciónes
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lunes, 27 de enero de 2014
Texto de Hume & esquema
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