Habiendo respondido a la cuestión de si existe Dios, Tomás de Aquino
procede a solucionar las dos dificultades mencionadas al principio y que
rodeaban esta cuestión. He aquí las dos soluciones:
1.
Dios no quiere el mal, sino que sólo lo permite. Y
Dios, en su omnipotencia y bondad, permite los males para obtener de ellos
mayores bienes, aunque nosotros no los podamos ver.
2.
Tanto las obras de la Naturaleza como las de
los hombres tienen su razón de ser en Dios, causa primera, agente superior que
interviene en ellas, aunque sin destruir el determinismo causal de la Naturaleza ni la
libertad humana.
Para Tomás de Aquino el mal no es algo positivo, sino sólo privación o
carencia de bien. Con esta tesis no intenta demostrar que en realidad no hay
mal en el mundo, o disminuirlo, sólo pretende aclarar que, si Dios creó todas
las cosas y el mal fuera una cosa, Dios sería también el creador del mal. Pero,
al considerar el mal como privación, éste se convierte en algo relativo a los
seres, en algo accidental. El mal como tal no existe, ya que todo lo que existe
por el hecho de existir es bueno aunque por no ser perfecto encierra la
posibilidad de corromperse o de ser malo. Surge, entonces, la cuestión: ¿Acaso,
Dios, con su sabiduría infinita no puedo prever el mal y por lo tanto
prevenirlo? Con respecto al mal moral, no dice Tomás de Aquino, aunque Dios no
ha querido el mal, lo permite con vistas a un bien mayor, y, sobre todo, para
que el hombre sea libre y pueda participar de la propia libertad divina y
creadora. Esto no quiere decir que Dios quiera que el hombre obre inmoralmente
sino que otorga al hombre la capacidad de elegir libremente su propio obrar.
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