LA OBJECIÓN FIDEÍSTA Y LA RELACIÓN ENTRE FE Y RAZÓN.
TEXTO DE REFERENCIA: ARTICULO 2 La existencia de Dios,
¿es o no es demostrable?
Objeciones por las que parece que Dios no es demostrable:
1.
La
existencia de Dios es artículo de fe. Pero los contenidos de fe no son
demostrables, puesto que la demostración convierte algo en evidente, en cambio
la fe trata lo no evidente, como dice el Apóstol en Heb 2,1. Por lo tanto, la
existencia de Dios no es demostrable.
Solución. Hay que decir:
Toda demostración es doble. Una, por la causa, que es absolutamente previa a
cualquier cosa. Se la llama: a causa de.
Otra, por el efecto, que es lo primero con lo que nos encontramos; pues el efecto
se nos presenta como más evidente que la causa, y por el efecto llegamos a
conocer la causa. Se la llama: porque.
Por cualquier efecto puede ser demostrada su causa (siempre que los efectos de
la causa se nos presenten como más evidentes): porque, como quiera que los
efectos dependen de la causa, dado el efecto, necesariamente antes se ha dado
la causa. De donde se deduce que la existencia de Dios, aun cuando en sí misma
no se nos presenta como evidente, en cambio sí es demostrable por los efectos
con que nos encontramos.
Respuesta a las objeciones:
1.
A la primera hay que
decir:
La existencia de Dios y otras verdades que de Él pueden ser conocidas por la
sola razón natural, tal como dice Rom 1,19, no son artículos de fe, sino
preámbulos a tales artículos. Pues la fe presupone el conocimiento natural,
como la gracia presupone la naturaleza y la perfección lo perfectible. Sin
embargo, nada impide que lo que en sí mismo es demostrable y comprensible, sea
tenido por creíble por quien no llega a comprender la demostración.
EXPLICACIÓN
La existencia de Dios no es evidente, hay que alcanzarla mediante el
razonamiento. (Art. 2). ¿De qué genero es el razonamiento que nos permitirá demostrar la
existencia de Dios? Esta es la cuestión que afronta el citado artículo.
La primera de las dificultades que se presentan respecto de la
demostrabilidad de la existencia de Dios es clara: “La existencia de Dios es un
artículo de fe”. En la solución primera, Tomás de Aquino despachará esa
objeción al establecer la neta distinción entre artículo de fe y preámbulo al
artículo de fe, distinción que nos remite directamente a otro de los grandes
problemas tratados por el aquinate: el problema de las relaciones entre Razón y
Fe.
Prosigamos, pues, señalando cómo trata dicho problema. Para Tomás de
Aquino se debe distinguir entre verdades que son objeto de la razón y verdades
que lo son de la fe. Fe y Razón son dos facultades distintas de conocimiento.
Verdades como “Dios es uno y trino” o “Dios se encarnó en hombre”, no pueden
ser sabidas y demostradas por la razón natural del hombre: sólo pueden ser
creídas, es decir, a ellas sólo se puede acceder por la fe.
Ahora bien, el aquinate, siguiendo a Aristóteles, sostiene que enunciados
como “Dios existe”, y otras relativas a los atributos de Dios, sí son
susceptibles de prueba o demostración racional: de ahí la posibilidad de una
teología natural, racional o filosófica que funcione como preámbulo o
introducción a la Teología sobrenatural, revelada o religiosa.
Esto no significa que proposiciones como “Dios existe” u otras semejantes
no esté garantizadas por la Fe: lo están en efecto; y esto es muy conveniente
para nosotros desde el momento en que la Razón humana es falible y en peligro
de errar.
Así pues, la relación entre Razón y Fe ha de ser armoniosa. No pueden
entrar en colisión, al menos de derecho, ya que la Verdad es Una. Tomás de
Aquino caracteriza esta armonía en los siguientes términos:
a.
Las verdades de la Fe no son verdades contra la razón
sino sobre la razón. Son verdades sobrenaturales, no antinaturales.
Más tarde, Lutero y el protestantismo sostendrá, desde un
irracionalismo fideísta, que la Fe violenta la Razón, que creer es creer contra
la Razón, y que esto constituye un verdadero suicidio intelectual. De ahí, la
grandeza del hombre religioso.
b.
Cuando hay conflicto entre Razón y Fe, dicha oposición
hay que tomarla como algo aparente, pues se resuelve fácilmente imputándole
error a la Razón. Es decir, si la Razón llega a contradecir a la Fe, es la
Razón la que está equivocada, no la Fe.
El aquinate,
para quien la Verdad es Una, polemiza con los Averroístas de la Universidad de
París, refutando la Teoría de la Doble Verdad, según la cual, una proposición puede
ser verdadera en Filosofía y falsa en Teología. Esta teoría tenía un función
muy concreta: permitía la libertad de investigación en materia filosófica,
aunque ésta llegara a conclusiones diferentes a las de la Fe. Sin embargo, a
partir de la Edad Moderna, cuando se de una contradicción entre lo que dicta la
Fe y lo que descubre la Razón, el conflicto se resolverá haciendo una
interpretación de la Biblia que sea conciliable con el espíritu de la Ciencia.
Tenemos pues que Razón y Fe son distintas y que existe una
relación armónica entre ambas. El Aquinate intenta ir más allá señalando que
deben colaborar. Y esta colaboración se lleva a cabo en un doble sentido. En
primer lugar, la Razón colabora con la fe de tres maneras:
a.
La Razón demuestra los preámbulos de la fe, es decir,
las proposiciones cuya demostración es necesaria a la Fe misma. No podemos
creer en lo que Dios ha revelado, si antes no sabemos que Dios existe, que es
Uno, que es Inteligente, etc.
b.
La Razón, la filosofía, puede utilizarse para aclarar
mediante comparaciones o analogías las verdades de la Fe. Quede claro que
estamos hablando de un cierto “esclarecimiento” del Misterio, pero no de su
racionalización.
c.
Rebatiendo las objeciones contra la Fe, demostrando que
son falsas o, al menos, que no tienen fuerza demostrativa. En este punto hay
que hacer una nueva matización: la Razón no demuestra la fe, sino que refuta a
aquellos que la niegan.
Y la Fe colabora con la razón presentándose como
criterio o norma negativa de verdad. Así, un filósofo puede saber, gracias a la
Fe, si su filosofía contiene errores: contendrá tantos errores como puntos de
fricción con la Fe presente.
Después de lo dicho, podemos ya afirmar que la
cuestión de la demostración de la existencia de Dios es uno más de los modos en
que la Razón colabora con la Fe. Bien entendido que dicha demostración no es
requisito indispensable para tener por cierto que Dios existe, puesto que cabe,
sin embargo, que alguien acepte por fe lo que de suyo es demostrable. En
efecto, para Tomás de Aquino, está en juego la salvación del hombre, y aunque
un hombre en su sano juicio puede tras un proceso reflexivo llegar a la
conclusión de que dios existe, también es cierto que cualquier hombre por un
simple acto de fe puede alcanzar las verdades a que llega, tras devanarse los
sesos, el más inteligente de los filósofos. En definitiva, la Fe es un atajo
que ahorra los esfuerzos que la Razón precisa para llegar a la Verdad.
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